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- Estoy vivo todavía- pensó el Señor Rodríguez.
Yo no le entendí.
- ¿Estás vivo?
- Sí- Me confirmó.
- No, claro que estás vivo, me refiero a que por qué lo dices.
El Señor Rodríguez me relató como había llegado casi arrastrándose, con una bala en el pie, hasta la puerta de mi casa, dónde yo lo había encontrado, y le había brindado los primeros auxilios.
- ¿Y quién te disparó, y por qué?
- Fue Ernesto Martínez por un problema de tierras. Se atrevió a tirarme a matar y cuando vio derribado mi caballo me dio por muerto. Vi como se robaba mi ganado. Pero me las pagará, juro que me las pagará. Tendré mi venganza...
- ¿Venganza, dices?- pregunté.
Pero sólo repitió con emoción:
- Tendré mi venganza... La tendré....
Le dije claramente:
- Tengas lo que tengas, no lo tendrás con esa pierna así... Hay que llevarte al pueblo...
- Imposible, seguro uno de los lambones que tiene Ernesto por todos lados le avisarán. Déjeme quedarme... Sólo déme un poco de alcohol, vendas y agua caliente. Yo sé cuidarme bien este tipo de heridas.
- ¿Y es qué ha tenido otras?
- ¿Que otras? Claro... En La Contienda...
- ¿La Contienda?- dijiste.
- ¿Quién fue ese?- preguntó, asustado.
Tuve que explicarle que estaba en un relato y que había una misteriosa persona leyéndonos...
- Pues espero que no sea uno de los hombres de Ernesto - me contestó.
El lector ( O sea, Usted) pensaba apresuradamente... ¿Qué es La Contienda? ¿Por qué no hablan más sobre eso?
Tuve que pedirle al lector que se tranquilizase, porque si no no podremos avanzar con la historia.
Entonces el lector se levantó y azotó la página de papel...
Gritabas: ¡¿Que me tranquilice?! ¡Qué insolente relato eres! ¡No pienso leerte más!
Por favor, lector, sigue leyendo, porque sino nunca sabrás qué es la Contienda.
Entonces decidiste tranquilizarte y seguir leyendo, más por curiosidad por saber qué era La Contienda que por otra cosa.
El Sr. Rodríguez me preguntó:
- ¿De qué estábamos hablando?
- De tu venganza- respondí
- ¡No, No, Hablen de La Contienda!- dijo, o más bien dijiste TÚ, el lector... Golpeando la página, mordiéndola de rabia, escupiéndola, buscando que habláramos de la tal Contienda...
Mas no iba a ser así... Estábamos hablando de la venganza...
- Tendré mi venganza... ¡Sí!... La tendré....- insistió el Sr. Rodríguez.
Por cierto, el apellido Rodríguez es demasiado largo, así que desde ahora el Señor Rodríguez se apellidará Mesa...
El señor Mesa estaba "¡No, no, se llamaba Rodríguez!" empezaste a reclamar y no me dejaste seguir hablando del tema. "¡Qué es esto! ¡Este relato está loco! ¡Cómo le va a cambiar el nombre a un personaje!" Gritabas, forcejeando con la página, como si en ese impulso de lógica lograras hacer que mis palabras ya escritas lograran ser como tú lo exigías.
Mas, lector, yo te voy a decir algo. Si tú querías que él se siguiera llamando Rodríguez entonces ve y haz un relato tú mismo en que él se llame Rodríguez, porque de aquí en lo sucesivo, en este relato, se va a llamar Mesa.
- Ahora sí, Señor Mesa, ¿En qué íbamos?- pregunté
- Bueno, me vengaré de Ernesto ¡ALTOOOOO, SEÑOR MESA! Sí, usted ahora se llama Señor Mesa, Ernesto ahora se llamará Lola, y será una mujer que lo odia porque usted nunca le hizo caso en el amor.
- ¡Bueno, Bueno! Está bien, con tal de qué me deje ir por mi venganza y meterle sus buenos tiros a Ernes... Digo Lola... ¡Quiero mi venganza!- gritaba el Señor Mesa
- Bien, ve por tu venganza, pero no puedes ir hasta que se te sane tu brazo herido.
Entonces el Señor Mesa me reclamó:
- Óigame, yo estaba herido en el pie, no en el brazo.
Pero yo me impuse: "¡Vas a estar herido en el brazo y punto! ¿O preferías que dijera que estabas herido en la cabeza medio muerto?"
El Señor Mesa fue juicioso y aceptó el trato.
- Bien, no iré por mi venganza hasta que sane mi brazo, pero recuerde ¡Quiero mi venganza!
Entonces de nuevo el lector reclamó: que qué era esto, que si yo estaba loco, que ningún relato debía ser escrito así. Mas te recuerdo, estimado lector, que aquí yo soy el que escribe, y estoy en mi pleno derecho de escribir lo que se me antoje.
Pero no...
Para usted es más importante un nombre... que la trama de la historia.
Por cierto, he decidido que se use en vez de la palabra brazo la palabra aceleración vertical.
¿En qué iba? ¡Ah, sí! El Sr. Mesa dijo:
- Bien, no iré por mi venganza hasta que sane mi aceleración vertical, pero recuerde ¡Quiero mi venganza!
- La tendrás, Sr. Mesa, la tendrás.
¡Tengo una idea! ¡Cada oración debe acabar en CAMBIO, como si habláramos por walkie-talkie...
- La tendrás, Sr. Mesa, la tendrás. Cambio.
Pasaron 2 meses y al Sr. Mesa todavía le molestaba un poco su aceleración vertical. Había estado practicando tirar al blanco con algunos trozos de chatarras y plástico y estaba seguro que Lola ya no podría hacerle frente:
- Tengo la ventaja de que no sabe que estoy vivo... Y entonces ¡Toma! ¡Praca! ¡Praca! ¡Praca! ¡Tendré mi venganza!
- Mas si vas a allá, incluso si logras dispararle a Lola, te matarán, pues son más y están más armados... Cambio- le repliqué, tratando de que entrara en razón...
- Mas tendré mi venganza.
- La tendrás, pero no durarás mucho para disfrutarla. Cambio- de nuevo le repliqué
- Más tendré mi venganza ¿Acaso no he tenido el resto de mi vida para disfrutar? Tendré mi venganza... La tendré...
- Pero morirás... ¡CAAAMBIO!- por tercera vez le replique, tratando de que entrara en razón. Pero era terco como un caballo salvaje y replicó por tercera vez:
- Más tendré mi venganza... La tendré...
No volvió a hablar el resto del día. Aunque mejor, porque me molestaba a sumo grado que no dijera Cambio al acabar las oraciones. Porque él era terco, como un caballo salvaje.
Al día siguiente bajó al pueblo, armado con una escopeta y 10 balas. Yo lo estaba acompañando... Debo confesar que yo temía... Toda la gente se salía de su camino, viendo cómo el que había muerto regresaba, por lo de la venganza, ya saben.
Y llegamos a la Hacienda de Ernesto (Me pareció cruel un enfrentamiento entre un hombre y una mujer, así que mejor que siga siendo Ernesto el malvado rival del Sr. Mesa).
- Tú, Sr. Mesa, ¡Tú! ¡Yo te maté!- tartamudeo Ernesto.
- Pues estoy aquí, y te reto a un enfrentamiento en La Contienda....
- La.. La.. ¿La Contienda?
- ¡Sí! ¿Tienes miedo? ¡¿Acaso no lo tenías cuando me disparaste?! ¿Será porque sabías que yo estaba desarmado?
- La.. La... ¿Contienda?- volvió a decir el Señor Ernesto...
- El que gana se lleva todo... La tierra... Las haciendas.... Todo...
- Estás loco...- replicó, fríamente, Ernesto...
- Loco estás tú.... ¿No pensaste todo esto cuando decidiste que debía morir?
- ¡Mate.. Mátenlo!- gritó Ernesto a sus hombres...
Pero ninguno se movió... Un hombre retado a La Contienda estaba perdido... Sólo y perdido...
Llegó el momento... La Contienda era una especie de solar de 20 metros por 20 metros donde se batían en duelo los 2 contendientes... No, mejor era un solar de 40 por 40 ¿Qué te parece lector? ¿Bien?
OK. Llegó la hora cero...
De la cara de Ernesto caían charcos de sudor.... El sol irradiaba con rabia y rencor sobre los contendientes participantes. Todos los del pueblo hacían sus apuestas. Uno de los empleados del Señor Ernesto decía "Apuesto 10 dólares a que le vuelan la cabeza a mi patrón". "Yo apuesto 15 a que le dan en la aceleración vertical al tipo del sombrero". Se oían 20, 30, 40 y 50 ...dólares, balboas, reales... Lo que fuese....
Ambos cuerpos cayeron. De la cabeza de Don Ernesto caían ríos de sangre, y el Sr. Mesa yacía tendido en el piso, con un tiro en el pecho.
- Ganaste, Mesa, ganaste, aguanta, tuviste tu venganza, ya vienen los médicos. Cambio.- le dije al herido Mesa.
- No, mi amigo, ya tuve mi venganza, ya todo acabo para mí...- fue lo último que dijo.
Mesa había tenido su venganza. Pero su venganza también lo tuvo a él... Cambio Fuera.









Texto agregado el 02-04-2009, y leído por 161 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-04-2009 Bueno, haberte encontrado en el chat hizo que leyera tu historia por cierto, me ha gustado, muy originall mis5* nanajua
 
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