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Inicio / Cuenteros Locales / Luis-Stefano-Reies / La niña y el payaso.

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Se había enamorado del payaso, él era común y corriente como cualquier otro payaso, pero a los ojos de ella era algo más que un simple payaso. Ella era común y corriente, nada más que una niña de esa época, igual a las otras a los ojos del payaso, pero la diferencia era que estaba enamorada del payaso.
Iba todos los días a donde el payaso vendía sus globos y chupetes, al comienzo, ella recelosa lo miraba de lejos, pasaba una y otra vez por la acera de enfrente disimulando ver para ese lado, con el tiempo perdió la vergüenza y se sentó en la acera a observarlo todo el día. Se perdía en su cara pálida, en sus labios rojos, en sus mejillas rosadas, en su cabello crespo y de colores, en su traje tan llamativo como el arco iris, pero sin duda lo que más amaba del él era su nariz, esa nariz que parecía perderse en un rostro tan infinito, pero a la vez sobresalía como si fuese el mismo sol en un día de verano, sin extinguirse en su inmensidad.
Y así pasó largas semanas y meses, sólo observando y amando cada vez más a un payaso.
El payaso al comienzo la tomó como una niña cualquiera, pensaba que quería uno de sus chupetes y no tenía dinero para comprarlos, así que decidió regalarle uno de sus chupetes; pero la niña no se fue, más bien vio como de los ojos de la niña salía un brillo enceguecedor, decidió no prestarle más atención a la niña y seguir con su trabajo.
Y así pasaron largas semanas y meses, y la niña seguía ahí sentada mirando en especial su nariz roja.
No soportaba más a esa niña que no lo dejaba en paz, sentía como si estuviera todo el tiempo vigilado por la maldita niña, incluso llegó a pensar que era el fantasma de alguna niña que le gustaba mucho los payasos. Así que un día decidió ir por otro camino para llegar a su esquina por la acera de enfrente y sorprender a la niña, se escondió atrás de un poste de luz y divisó a la niña que ya estaba ahí sentada esperándolo con sus malévolos ojos clavados en su esquina, caminó despacio hasta colocarse justo detrás de la niña, sacó un chupete de su bolsillo, y la golpeó en la cabeza con todas su fuerzas, mientras se acercaba el chupete a ala cabeza de la niña cerró los ojos, y al abrirlos la niña ya no estaba.
Llegó temprano para ver a su payaso amado, había tomado la decisión de acercarse y decirle lo que sentía, esperó unos minutos y se comenzó a impacientar, cuando de pronto sintió el peor de los dolores en su cabeza, pero el dolor no era por el golpe, sino por quien era el autor de semejante atrocidad: su amado, nadie más que el payaso que amaba, lo miró con los ojos cerrados mientras se perdía por la esquina.

Texto agregado el 14-04-2009, y leído por 158 visitantes. (0 votos)


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