Era un cerdo, un cerdo con un hocico muy grande y de cola prominente que trataba de burlar su naturaleza con la idea absurda de convertirse en humano. Cada vez que intentaba hablar su deforme hocico producia unos sonidos disonantes y molestos que causaban incomodidad en quienes lo escuchaban. El repugnante cerdo trataba de no ser lo que era pero los restos de lodo en sus pezuñas y en su piel rosada lo delataban, así que para ocultarlos se compro unos zapatos de charol unas cuantas camisas de seda y unos pantalones de poliéster.
¡Miserable cerdo que se empecinaba inútilmente en ser hombre! sus graznidos eran fastidiosos, su caminar tambaleante en dos patas daba risa y su olor a charca era insoportable. Nadie se le acercaba, y por lo general permanecía solo en algún rincón tratando de desmenuzar con su pequeños diente los desperdicios de la basura.
¡Bendito cerdo! Que entendió al fin que ninguno lo quería y se entrego sin mas vacilaciones al sacrificio, sin saber que al hacerlo se trasformaría en el cerdo mas popular y codiciado por todos gracias al rico sabor de su carne convertida en chicharrón.