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Inicio / Cuenteros Locales / JUANPIX / RADAMANTIS (PARTE 9)

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Metí la cabeza en el inodoro. Alrededor de las 4 de la madrugada. No quería vomitar, no había agua. El país estaba en crisis energética o algo parecido. Personalmente, me daba lo mismo todo.
Me di cuenta que no era agua lo que había en el inodoro. Era orina. Demasiado borracho. No me di cuenta del olor ni el color hasta que probé un sorbo mientras me lavaba la cara. Era orina con sabor a cerveza, seguramente de algún compañero de fiesta. No tenía un sabor tan desagradable, aunque, pensando, esta era la primera vez que probaba orina humana. A diferencia de todos, no me produjo ninguna especie de asco. ¿Por qué? ¿A quién le gusta probar la orina de otros? Ni que fuera rutinario como tomar el té. ¿Por qué no tuve asco? Cada día estoy más loco. La vida está loca. Yo parezco una loca. Esta noche ya me he tirado a dos muchachos. Nunca te fijes en el paquete, hay que fijarse en los malditos ojos.
Abrieron la puerta del baño y me han visto. Así, tan débil, tan raro. Con la cabeza metida en el inodoro. Bebiendo orina. El muchacho se acercó y me ha punteado con su miembro viril. Que ironía. Debe ser un novato.
- Hola –me dijo. – ¿Qué haces?
- ¿Cómo?, Muchacho. ¿No ves que estoy tomando un poco de orina?
- Tú debes ser Radamantis. –Conozco tu historia. Dime, aquí en secreto... ¿Andas suelta esta noche o debo domarte?. ¿No quieres tragar semen? Te aseguro que este está aromatizado. Tiene sabor a vainilla.
- Hmmm –dije. – Niñito insolente.
- Dicen que eres una loca-loca –Bueno, tú entiendes... te gusta jugar... para ser sincero, a mí me gustan las mujeres. Pero me gusta experimentar, quiero adrenalina. Me puedes dar adrenalina Radamantis o debo buscar a otro vejestorio.
- ¿Conque te gustan las mujeres niñito?
- No juegues conmigo abuelo. Nadie se burla de mí. Soy el hijo del alcalde, no lo olvides.
- Oh, disculpe, ¿Me perdona? Haré cualquier cosa por usted. –¿Cómo quiere que se lo meta, su majestad? –Bueno, le gusta que se lo chupe, o le gusta chupar como aspiradora...
- Cállate maricón de mierda. Ya te dije que nadie se burla de mí. No aquí en Angol. Aquí todos me respetan. Yo soy el hijo del alcalde. ¿Me escuchaste maricona culia?, o quieres que te saque la chucha por degenerada.
- Vamos, no te enojes. Sólo dime qué quieres que haga.
No me podía dejar intimidar por un mocoso. Disimulé mi rabia lo mejor que pude. El imbécil se acercó a mí y me bajó los pantalones. Poco a poco comenzó a chupármela.
- ¡No lo haces mal! – dije.
Dejó inmediatamente su acelerada acometida. Me quedó mirando fijo, con cara de pocos amigos. Como si estuviera luchando internamente con su moralidad, como si el chupármela no fuera para él causa de placer sino de castigo.
- ¿Por qué te detienes? –dije.
Era un hombre joven. Un universitario. Un hijito de papá que busca adrenalina. Le dirigí una sonrisa amable. No sé, me incomodó su actitud dominante. Algo raro pasa aquí. Como mierda sabe mi nombre. Dicen que los maricones se reconocen fácilmente. Pero, a tanto llega mi reputación que ya me conocen en este pueblo. Recuerdo que llegué a Angol la semana pasada, después de salir huyendo de Temuco donde le rompí la cabeza a un maricón de mierda que intentó pasarse de listo. El muy idiota dijo que Poe era un demente, que el mejor escritor del mundo era Neruda. Debí haberlo matado, por estúpido.
El muchacho permaneció inmóvil unos segundos y después reanudó su vigorosa marcha. Mi pene jugaba entre sus dientes y lengua. No sé por qué pensé que me lo iba a morder. Por suerte, nada de eso ocurrió.

Texto agregado el 16-04-2009, y leído por 63 visitantes. (0 votos)


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