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Inicio / Cuenteros Locales / JUANPIX / RADAMANTIS (PARTE 18)

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Había comenzado a llover, y ahora tenía a mi madre ante mí en todo su esplendor. Sus pechos eran grandes aunque firmes, su pubis, pequeño, se adivinaba tras su vello, que estaba muy bien cuidado, solo tenía pelo encima del monte de venus, por lo que se podía adivinar su sonrosada entrada. Era la primera mujer que veía desnuda, y era una maravilla, pero también era mi madre y lo sabía, lo que hizo que pudiera controlarme y mantener mi pene en estado de relajación para mi alivio.
- ¡Radamantis!, puedes mirarme todo lo que quieras que seguro que te gusta - Su comentario me inhibió un poco y bajé la cabeza, pero ella me levantó de la barbilla y añadió - que ayer bien que mirabas mientras me desnudaba y me secaba, así que deja la timidez y mírame a la cara.
Así que se había dado cuenta de todo, aunque no parecía importarle, es más me estaba incitando a que mirara sin rubores y cara a cara. Sin duda le parecía algo natural.
Nos metimos en la ducha, que no era muy grande, por lo que estábamos bastante apretados, me dio la vuelta y comenzó a enjabonarme la espalda con mucha suavidad, bajó por mi trasero, mis muslos hasta llegar a las piernas. Mi pene empezaba a despertarse. Se dio la vuelta y me dijo - Ahora te toca a ti.
Empecé por los hombros, con muchísimo cuidado fui bajando por la espalda. Se dio cuenta y dijo que apretara más. - ¡Frota más fuerte que no me voy a desgastar! - Al llegar a la cintura mi mano se paró, no me atrevía a seguir. Ella cogió mi mano la plantó en medio de sus nalgas y añadió - El culito también hay que enjabonarlo, que no te dé vergüenza.
Mi excitación iba en aumento ya no podía controlarme y tenía una erección considerable que ya no sabía como disimular, situación que enseguida apreció mi madre. Con lentitud llevé la mano a su pubis, enjaboné el poco vello que tenía y después bajé la mano. No lo podía creer, mi madre estaba fuera de sí. - Vamos no pares, que creías, que sólo te gusta a ti acariciarte - Volvía a sorprenderme, sabía mis aficiones, aunque lo disimulaba a la perfección - O es que piensas que ayer no vi como te masturbabas mientras me duchaba - Se había dado cuenta, aunque no había dicho nada - Y no te preocupes, que no me molesta, me halaga.
Ella comenzó a delirar. Me decía Manuel. Después supe que se refería al escritor Puig. Me besó en la boca, apretó fuerte su pecho contra el mío. ¡Es tu madre!... ¡No importaba!... ¡Ya nada importaba!... Nos limpiamos los dos, nos secamos y fuimos a la cama.
Lo que acaba de ocurrir - dijo cogiéndome la mano - has de considerarlo como un regalo por tu graduación. Llevo viendo tiempo como has crecido, como te iba llamando la atención el sexo, y quería que lo conocieras. Es algo natural, pero no lo es tanto que lo hagan madre e hijo, por lo que esto no volverá a ocurrir, y no quiero que volvamos a comentarlo nunca. Además - confesó - he disfrutado mucho, debes saber que desde que me divorcié no había vuelto a estar con un hombre, y me ha encantado. Creo que serás un buen amante.
Me besó en la boca por última vez y apagó la luz.





Texto agregado el 16-04-2009, y leído por 54 visitantes. (0 votos)


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