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Mi asombro se produjo por la muchedumbre de gente que se abarrotaba en la afueras de la Casa de la Cultura. Estaba perplejo, mirando bajo el sol de medio día de ese domingo costeño, en las primeras filas de esa turba humana, toda la burocracia del pueblo. Mi sorpresa se fijaba en el respetuoso silencio que guardaba los niños de pies descalzos que estaba al lado de las ancianas señoronas con vestidos fúnebres, abanicos de mano y sombrillas negras en ese calor purgatorial de agosto. Estaba estupefacto frente a la mezcolanza de imágenes reales que titilaban desde ese alud humano que mostraba; pescadores con sus atarrayas en mano, los campesinos con sus sombreros marrones y herramientas al hombro, las lavanderas con los bojotes de ropa en la cabeza, los vendedores de verduras con sus carretillas repletas de colores, los viejitos conversones con sus tabacos humeantes y hasta los grupos religiosos vestidos con túnicas púrpuras, que habían cambiado la iglesia, la misa, la confesión y la critica por venir a ver y a escuchar a la Loca Memo decir sus profecías del Festival del pueblo.

A mis 28 años de edad y después de escuchar tanto cuento y tantas historias de la abuela, el abuelo y sus compadres en la ciudad donde me crié lejos del pueblo donde nací, decidí que debía vivir muchas de ellas en carne propia, y la verdad, es que me negaba creer que era cierto lo que me decían sobre el espectáculo humano que tenia lugar en la puerta la Casa de la Cultura un día antes de las fiestas del pueblo a causa de la Memo, que llegaba a las doce del día siempre un domingo y decía todo lo malo y lo bueno que le pasaría al pueblo en su Festival de Guitarras.

No había podido ir al pueblo porque no se sabia si los que desplazaron y despojaron a mi familia de sus tierras y todo lo que había en ella, habían muerto o todavía estaban en el monte haciendo de las suyas, pero de puro coraje decidí que debía conocer por lo menos la realidad de una de las historias con las que crecí lejos de mi terruño… Ese domingo, cuando llegue al pueblo por primera vez, sentí los aromas y el clima de los cuentos del abuelo en el olor y el aire fresco de los cultivos de palma africana, percibí las imágenes majestuosas del cielo azul caribe, con un sol costeño para cachacos y vi la soledad del pueblo en el domingo antes de Festival, esa que mi abuela contaba con tanto pavor y coraje.

Las únicas calles que estaban atiborradas de gente eran las que rodeaban la Casa de la Cultura, todos los demás sitios de descanso en el pueblo estaban solos, el silencio consumía todo, y si algo se escuchaba se relacionaba con el zumbar de los abanicos de mano, el llanto de uno que otro niño recién nacido y el sonido del destapar las cervezas para refrescar el calor soporífico que producían los cuerpos amontonados y apretujados a la espera de que apareciera en las escaleras de la Casa de la Cultura la Loca Memo.

Como pude me escabullí por entre los cuerpos sonámbulos, meditatumbos y cadenciosos que hacían parte del alud humano para poder llegar hasta las primeras filas y contemplar de cerca al personaje de tanta historia y tradición en mi pueblo. Mientras me deslizaba entre la muchedumbre, sentía el olor a sudor y a tabaco de años, mezclado con el aroma de finas fragancias de revistas y el tufo de aguardiente, caña, cerveza y alcohol etílico artesanal de sábado, que destilaban los amanecidos en la turba de gente. Cuando menos pensé; estaba ubicado en la primera fila de la función real de las vivencias de mi provincia, a la cual había sido invitado desde que escuche por primera vez el cuento, la leyenda, la historia en boca de mi abuela con un don aire de seducción y melancolía.

No podía creerlo, estaba asombrado, perplejo, estupefacto, obnubilado y exhausto delante del mar humano, enfrente del primer escalón de la entrada a la casa de la cultura. Estaba ansioso por ver a la Loca Memo, esperaba por sus palabras proféticas, por su mirada satírica, por sus susurros embrujados y por su silencio mortuorio. Mientras tantas cosas se movían y retorcían en mi; un clin, clan, clin, clan, clin, clan… de las campanas de las iglesia en la plaza, comenzaron a replicar, lo que produjo un movimiento de cabezas colectivo en dirección al sonido de las campanas, que callaron por mandato de Dios sabe que, y cuando las miradas volvieron a donde estaban, ella estaba allí, en aquel lugar estaba ella; tal cual como me la describió mi abuelo y su compadre; encima de las escaleras de la Casas de la Cultura, enfrente de mi, con un vestido como de espanto, con sombrero de bruja celestial, con unos zapatos de duende azul de bosque verde y guantes blancos oscuros, sus ojos grandes y negros profundos, de largas pestañas, nariz respingona y boca de labios rosa, de piel tersa arrugada y cabellos castaños de cola larga, y con un aroma olor a limoncillo mezclado con cañahuate.

Quise tener una cámara fotográfica o de video, pero mi abuelo y su compadre me dijeron que estaban prohibidas, porque entonces ella no aparecería, me contaron también, que alguien alguna vez quiso fotografiarla y mas nunca se volvió a saber de el, así que nadie podía publicarla, ni a ella, ni a sus palabras por que su vida estaría en peligro. Yo no quería correr esa suerte y decidí solo ver y escuchar.

Solo hice eso, ver y escuchar a la Loca Memo, al personaje, la mujer, el hombre, la voz, la conciencia, la vidente, la critica… a esa a la que todos escuchan y ven, pero a la que todos callan; Esa, dijo en ese día:

¡Ay Festival! ¡Ay Pueblo! ¡Ay Cultura!... ¿Estarán en el cajón del viejo cementerio junto a los hombres que les dieron vida? O ¿se escondieron en los libros que el comejèn hoy devora sin cesar?... ¡Ay Festival! ¡Ay Pueblo! ¡Ay Cultura!... ¿Dónde están?...

Este Festival será otro más. Este Festival que vuelve e ignora a sus progenitores, que hizo caso omiso a la muerte del botánico que curaba todos los enfermos con la sabia de esta tierra, que no se acuerda del político tradicional que trajo el cemento, la arena, el cinc y el agua para la plaza central, que se olvido de la partera que recibía la vida de quienes hoy la desconocen, este festival, que en ves de estos, los nuestros, los de aquí, conmemora a quienes no conocen, ni conocerán nuestro génesis, este festival elogia a los que tienen poder en otras tierras y por medio del traen la maldita caja negra de la perversión y perdición de nuestra niñez y juventud, con la excusa de mostrarnos al país, solo por eso es mas importante el Presidente y sus amigotes que el Botánico, la Partera y el Político de aquí. Solo por eso nuestro homenaje es para otros.

Ay festival, te manchaste por prestigio y comercio y trajiste lo privado, lo caro, las cosas para ricos y burócratas y te olvidaste de los pobres, ignoras a tu pueblo. Cambiaste los patios de parrandas sin pagar, por las casetas y conciertos donde solo entran los que pagan, trajiste las drogas con las luces y los sonidos bestiales para los jóvenes en las noches de vicios que no se ven y se ocultan en la oscuridad del humo que los esconde. Cambiaste las bandas de música por el sonido de carros con estruendos musicales de otros y de otras tierras, te llevaste el jolgorio y la alegría de nuestra gente y cambio les diste quejas y murmullos que no cesan. Todo, todo lo cambiaste festival.

Temo por ti Cultura, temo por ti Pueblo, porque serán contados juntos con sus hombres y mujeres como los caminantes terroristas que por caso omiso a la memoria progenitores, introdujeron el desvalor de la plata y el desprestigio de la fama, por un supuesto progreso en nuestra cultura que se aleja de lo que somos y de lo que producimos.

Por todo esto y por mas de esto ¡Ay Festival! ¡Ay Pueblo! ¡Ay Cultura!...

Clin, clan, clin, clan, clin, clan… replicaron una ves mas las campanas de la iglesia de la plaza, lo que produjo un movimiento de cabezas colectivo en dirección al sonido de las campanas, que callaron por mandato de Dios sabe que, y cuando las miradas volvieron a donde estaba la Loca Memo, ella no estaba allí, en aquel lugar no estaba ella; tal cual como me lo describió mi abuela, mi abuelo y su compadre en aquellas noches de historias, cuentos, y leyendas, con un don aires de seducción y melancolía en la ciudad donde me crié, lejos del pueblo donde nací.

Texto agregado el 22-04-2009, y leído por 126 visitantes. (1 voto)


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