09:45 segunda entrada a clases, clase de matemática, hora de un bullicio enorme, el silencio no existe, los gritos de mis pares no permiten oír mis pensamientos, los sonidos se fusionan formando uno solo, todo es un caos y confusión, y en una oleada de adrenalina a mi ser, comienzo a arrojar papeles en los rostros de mis compañeros, cuando sin darme cuenta, uno de mis proyectiles de papel amuñado, acierta en el rostro de mi recién llegada profesora de matemática. Silencio domina ahora en la sala, nervios, miedo es lo que siento, no sé que hacer ¿esconderme como gato que roba carne? o ¿asumir y bajar las orejas como perro humillado? en el mínimo instante de decidir, ya es tarde, - ¡¡QUÉ SIGNIFICA ESTO!!- grita la profesora de una manera exaltada - ¡¡QUIÉN ES EL CAUSANTE!!- ansiosos todos por gritar mi nombre e inculparme, asustado levanto, casi sin fuerza, mi dedo y brazo, asumiendo toda la responsabilidad, que de hecho me pertenecía, y arrepintiéndome de lo hecho y de levantar mi brazo digo con voz temblorosa –Yo-. Cualquier cosa sería mejor, otro grito regañándome, risas y burlas de mis compañeros, hasta una bofetada de parte de la docente, pero no, sólo guarda silencio y baja la mirada, sigue su camino, deja sus cosas sobre la débil mesa de madera, se dije a la puerta y desaparece, el silencio continúa, pero poco a poco comienza a desaparecer con pequeños murmullos que hablan de mí, parece que ahora está todo en calma, menos en mí, aún existe ese temor que empezó con el primer grito de mi profesora. Después de unos segundos vuelve la mujer a quien había acertado mi proyectil de papel, reina nuevamente el silencio dentro de las cuatro paredes donde se protagoniza mi triste paso por el liceo, luego de un instante llega mi simpático paradocente, quien me apunta con la mirada y dice “Vamos”. Silenciosamente camino hacia él, y juntos nos dirigimos donde menos quiero ir en este instante: “Inspectoría general”. Bajamos rápidamente la escalera, y en ese minúsculo lapso de tiempo, espero que existan muchos casos que atender antes que el mío, llegamos y para desgracia mía, no hay nadie, el lugar esta vacío, caminamos directamente a la oficina donde corresponde entrar, temblorosamente cruzo el umbral y, sentada con las manos cruzadas, está como ya esperándome, la inspectora que fríamente me mira como si ya supiera todo lo ocurrido, el paradocente se va sin que nadie lo notara, ahora sólo somos dos en este espacio, después, como para romper el hielo dice –Cuéntame, ¿Por qué estás aquí?- y sin saber lo que hago le comento todo. Una vez que acabo de explicar mi dramático relato, ella guarda silencio, revisa sus manos, como para perder tiempo, se pone de pie y comienza con su sermón interminable, yo como un polluelo recibo todas las palabras de golpe, deseo que cada segundo pase más rápido y que todo este embrollo se olvide para siempre, pero me parece que los segundos duran horas. Ya después de un largo rato transcurrido en mi cabeza, un rato donde soporté las palabras que caían sobre mí, un rato donde no entendí que es lo que me decía la inspectora, un rato que cuando terminó, me volvió feliz, pues ya ha pasado todo, ahora de vuelta a mi sala y rutina, sólo queda tomar mi libreta y marcharme, me acerco y noto que tiene un comunicado escrito: “Sr. Profesor: poner anotación correspondiente y llamar al apoderado. Ingresa a las 10:13. 23/09 Atte. Inspectoria General”. Salgo de ahí, subo cabizbajo la escalera que rápidamente me vio bajar recién, pero que ahora lentamente me ve subir. La mente pasmada me ha dejado ese pequeño mensaje, no sé que pensar o hacer para evitar esa citación a mi apoderado. Llego por fin a la entrada de mi sala, nervioso toco la puerta, se abre, entro, y avanzo hasta la débil mesa de mi profesora, le entrego la libreta y ella dice – Ve a sentarte-. Traspaso, nervioso, pero ya mas relajado, el pasillo que forman los puestos de la sala, una vez en mi asiento, me ubico en él, y aquí estoy pensando en cómo reaccionaran mis padres cuando sepan lo que hecho hoy en clases.