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Zelaznog salía del muy agradable masaje con uvas recibido en la finca del Marqués del Riscal en Bilbao, España, cuando su dispositivo de comunicación móvil, conocido por todos como teléfono satelital, timbró con su sonido característico.

Una voz siniestra dijo:

-Zelaznog. Debe descubrir quién es el llamado hombre sin rostro. Sólo sabemos que está en Alemania y lleva como sobre nombre Romeo.-

Pocas pistas le habían dado a Zelaznog, quien decidió emprender camino manejando hasta Alemania; para el viaje, eligió un modesto automóvil japonés para pasar desapercibido.

Zelaznog llegó hasta Alemania y comenzó a realizar sus pesquisas en Berlín, la antigua capital de la República Democrática Alemana. Ahí se reunió con su homólogo francés Gerard Schmit, nombre obviamente ficticio para el espía galo que no descubriremos para proteger su identidad.

En el informe entregado a Zelaznog, éste descubrió un curioso modus operandi del llamado Romeo, que todos o más bien todas parecían conocer, pero que nadie atinaba a describir.

Zelaznog tomó un tren de Berlín a Bonn, para investigar a algunas secretarias de funcionarios del gobierno, que supuestamente habían tenido relación con el tal Romeo.

Zelaznog entró a la residencia del primer ministro alemán, haciéndose pasar como miembro del cuerpo diplomático sueco. Su rubia cabellera y sus profundos ojos azules, dejaron perpleja a más de una secretaría. Al llegar a la oficina del asistente particular del primer ministro, Zelaznog dirigió su electrizante mirada a una muchacha de buena hechura, de nombre Stephie Grafenberg. La mujer quedó anonada al ver a Zelaznog, quien cortésmente preguntó por un nombre inexistente en ese edificio. La muchacha, sin quitar la sonrisa, buscó en su computadora el nombre que Zelaznog le había indicado y dio instrucciones al espía de que se dirigiera al llamado complejo B.

Aprovechando la oportunidad, Zelaznog se acercó a escasos diez centímetros de la cara de Stephie, que inmediatamente sonrojó de manera evidente. Nuestro espía la invitó a cenar ese día y pese a que Stephie ya había argumentado estar saliendo con alguien, aceptó ir a tomar una copa con Zelaznog.

Dadas las ocho de la noche, Zelaznog y Stephie disfrutaron de varias copas de vino tinto, algunas viandas pero sobre todo de los constantes roces de sus manos que mantenían a la muchacha muy entusiasmada por Billy Zelaznog. Ella, con voz seductora, invitó a Zelaznog a su departamento. El espía fingió dudar por la mención del supuesto novio de Stephie, pero ésta lo tranquilizó diciéndole que su novio, Romeo, estaba fuera de la ciudad en un viaje de negocios.

Zelaznog y Stephie llegaron a un piso bastante grande para los estándares europeos y Stephie comenzó a besar a Zelaznog al tiempo en que abría la puerta. Como poseída por una fuerza desconocida, Stephie arrancó la camisa de Zelaznog, dejando ver su impecable torso y lo tiró sobre un sofá de su sala.

Desprendiéndose de algunas de sus ropas, Stephie no dejaba de besar a Zelaznog cuando el teléfono del departamento sonó alertando a ambos.

Stephie, aun con la respiración agitada, contestó el teléfono alejándose de donde estaba Zelaznog y caminando hacia la recámara. Zelaznog alcanzaba a escuchar el murmullo de Stephie discutiendo con alguien pero no alcanzaba a escuchar lo que decía.

La muchacha, entre vestida, se arrojó de nuevo a los brazos de Zelaznog, sin darle oportunidad de preguntar algo. Zelaznog volteó a la muchacha para quedar encima de ella, cuando repentinamente sintió el frío acero sobre su nuca.

-Levántate y no voltees – ordenó una voz grave y siniestra.

Zelaznog obedeció al momento en que el hombre disparaba contra Stephie, haciendo que el cuerpo sin vida de la pobre muchacha, cayera al segundo impacto.

-Ella me llevó hasta ti, Zelaznog, caíste en la trampa. Te llegó la hora- dijo el hombre de la voz grave.

Zelaznog escuchó como el hombre jalaba del gatillo a punto de dispararle y, en un movimiento osado, golpeó con el codo el rostro de su captor, quien en ese momento apretaba del gatillo hiriendo a Zelaznog en la espalda.

El cuerpo de Zelaznog cayó de boca, inerte contra el piso. El misterioso hombre se acercó a Zelaznog pistola en mano y sin dejar de apuntarle, volteó el cuerpo del espía. Con su mano izquierda, el hombre presionó la garganta para medir el pulso de Zelaznog que comenzaba a reposar en un charco de sangre.

El hombre, convencido de que Zelaznog había muerto, dio la espalda al espía al momento en que tres detonaciones se escucharon haciendo que el hombre soltara su arma y cayera de rodillas. Los disparos habían llegado sin aviso y apuntados directamente a las piernas del misterioso hombre.

Aun confundido y comenzando a sangrar. El hombre vio frente a él, la enorme figura de Zelaznog.

Nuestro espía, sangrando, se acercó al agresor y le dijo:

-Tienes mucho que aprender todavía. Detuve mi pulso unos instantes con mis técnicas de meditación orientales y fuiste tu, quien mordió el anzuelo.

Zelaznog llamó al servicio secreto alemán, quienes de inmediato mandaron a dieciocho agentes. El hombre capturado por Zelaznog era nada menos que Markus Wolf. El hombre que dirigió por 30 años los servicios de espionaje de la extinta República Democrática Alemana y que, utilizando a seductores espías como anzuelo, seducía a las secretarias de los altos mandos de la otra Alemania para obtener información.

Al unirse las dos Alemanias, Wolf no pudo ser enjuiciado y huyó a la antigua Unión Soviética. Markus Wolf, el hombre sin rostro, pudo mantener su identidad en el anonimato por 22 años hasta que en 1978 un fotógrafo logró retratarlo en Estocolmo.

Texto agregado el 14-05-2009, y leído por 297 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-05-2009 Esta historia me suena a unas que oigo en la radio los sabados por la mañana en un programa de autocosmos.com se me hace que se lo fusiló. Bluuuuu
 
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