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Ahora habíamos decidido soñar con otra cosa; más que todo porque Gabriel estaba teniendo algún inconveniente con eso de volar, que en realidad era caer en libre y planear, pero a él no se le daba. Se tenía que quedar siempre en la cornisa del edificio ese que soñamos entre los tres al principio, cuando nos conocíamos casi sin conocernos dentro de una misma oniris.
Él, Gabriel, decía y venía diciendo desde antes que (no seguro pero casi) su yo despierto habría de tener algún vértigo o algún miedo que hacía que él no pudiera volar. Yo siempre le di la razón y no porque tuviera mis propias certezas al respecto, si no (sí, más bien por eso) porque a diferencia de Rafa y de mí, Gabriel podía recordar cosas (un trozo, algo, una imagen, decía) del otro lado, del lado de los que están despiertos, del lado de los sin sueños.
A veces Rafa, que era el más escéptico con esos temas, me decía entre confianzudo y burlón que eso de recordar el otro lado eran cuentos de viejas.
-...que el mundo de los despiertos existe no lo pongo en duda - me decía con ese acento raro que él tenía y que a veces le salía de mujer o de niña - , pero que se pueda recordar me parece un poco...., vos, yo, sabemos que Gabriel es un tipo muy raro.
- A mí también me parece un poco rebuscado pero ¿qué necesidad tiene de mentirnos?- con eso lo callaba o lo hacía enojar, pero lo callaba.
Y así callado y enojado se iba a volar por la ciudad rara, que era una que yo había soñado hacía más de un par de muchos tiempos y que Rafa le había hecho sus retoques (la plaza de las manos azules que servían para algo, la nube plomiza que llovía un agua como de leche, otras cosas). Fue en la ciudad, pero en una parte que queda por debajo y donde no viven seres de esos que yo soñaba antes y ahora menos, ahí justo en la ciudad fue donde Gabriel tuvo el accidente que nos decidió a soñar con otra cosa. Estaba clarito, o soñábamos los tres lo mismo o se soñaba con cosa negra. Siempre yo decía lo de la cosa negra porque sabía que era lo que más asustaba a los otros dos; y a mí un poco menos pero también.
- Bueno, bueno ¿qué soñamos? - decía (dijo) Rafa, se apuró a decir.
- Hagamos lo de siempre - o yo o Gabriel habremos dicho.
Lo de siempre era el pensar nada del que surgen cosas, así era como hacíamos siempre y así era como habíamos pasado por tantos y tantos sueños, malos, buenos, otros.
Cada vez que volvíamos de ( o terminábamos con ) el pensar nada, era que Gabriel nos decía que recordaba cosas del otro lado, que él llamaba mi lado a mi pesar. La vez anterior, justo al entrar al sueño que estábamos ahora y que vendría a llamarse ( yo soy muy de darle nombre a las cosas) el de volar y que tiene la ciudad rara y el edificio que está siempre, fue esa última vez cuando Gabriel me dijo que me había visto allá.
- Sos mi vecina de mi casa - me dijo -, acá sos un hombre masculino pero allá sos mi vecina.
Rafa lo tuvo mejor porque le tocó que él era el padre de alguien o un amigo que tenía que ver con algo que no nos supo explicar.
Yo hacía unos esfuerzos que eran como terribles para ver si podía sonsacar algo del allá que siempre me imaginé... no me sale la palabra. Pero no había caso; todo lo que podía tener como parte de una memoria era algo parecido a cosa negra pero con menos asustarse; digamos, y es un decir, sería un cosa gris pero de contenido negro, de las que siempre volvía en blanco , o sea en gris, y es que es muy difícil a veces hacerse explicar. Esta última vez vino a ser lo mismo, Rafa y yo que volvíamos vacíos de un trozo, imagen, algo, mientras Gabriel venía con algo, imagen, cosa, ahora más, y decía ( esta vez ) eso de otras veces.
- Vos - y era yo - sos mi viejo que está muerto o se ha muerto de alguna cosa.
- Allá soy o estoy muy triste - eso de allá soy muy triste era casi muletilla de sus recuerdos -; no sabría bien decirles como viene el tema de esa mi tristeza, pero tiene que ver con algo de parecerme todo de no saber explicarlo, de cosas que no son como acá.
- Miren - nos decía señalando el alrededor de nosotros -, ¿ven? Estamos adentro de una mandarina gigante.
- Sí - le contestaba yo. Era una mandarina grande pero no muy gigante. Me recordaba, no sé bien por qué, a una vez que estuvimos con una situación de una lluvia de personas negras y que eran como de jugo de fruta.
- Allá - y lloraba el pobre Gabriel -, allá todo es como de otra manera, amarillo pero gris y duro, los minutos no son como acá que parecen útiles y hechos de ahora, allá todo duele porque... no sé, pero empieza a doler. No me entienden ¿verdad?
- No - yo o Rafa o los dos.
-Ya no me gusta ese mundo de allá - señalaba a alguna parte - y no voy a volver más porque allá todo es mentira, mentiras feas que hacen daño - lo decía y vomitaba un ladrillo y después barro y después clavos oxidados, mientras un viento de láudano, sangre y baba verde llegó como para borrar la mandarina, y borró la mandarina y lo empezó a borrar a Rafa.
- ¿Qué pasa Gabriel?- pregunté con miedo de que pasara algo malo.
- El yo despierto se cansó de vivir, se canso de todo, se cansó de mí, de ustedes; y se tomó una cosa como de veneno. Ahora duerme, pero ahora es una cosa corta que se va para siempre a la cosa negra.
- No entiendo - y yo lloré porque me empecé a disolver en el viento de láudano, sangre y baba verde.
- No entendés Miguelito porque estás adentro de mi cabeza enferma que te inventa cada noche, no entendés..

Texto agregado el 26-05-2004, y leído por 184 visitantes. (0 votos)


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