Abrí mis ojos desorientado, no sabiendo de ti, ni donde estabas. Entonces te pille mirándome, pille el reflejo, el pequeño destello de tus ojos en lo oscuro. Y fue allí en esa cama, entre el silencio de las sabanas y el roce cariñoso de tu cuerpo. Cuando el ímpetu y una energía desbordada, nueva, renovada, me lanza a besarte. Me tiraba a tus labios y me atraían, como la luna a las mareas, como la fuerza más limpia y más pura que jamás hubiera. Así quería lanzarme hacia ti, con solo mirarme, con solo mirarte, con solo mirarnos, con el único destello de la luna en tus ojos, en lo oscuro.
Entre las sabanas y el roce de los cuerpos, quise besarte, como no hubiera besado nunca antes. Entonces sonreíste y aquel momento fue ya nuestro.