Logré tomar su mano y ponerme a rumbear casi sin tocar el suelo. Su mano era el resguardo de todo; era lar, era camino. La recuerdo grande y siempre tibia. Con largos dedos y uñas grandes. Mi mano cabía allí toda entera. En verdad cabía todo yo, aunque no mis sueños y alegrías que la desbordaban en parajes, ecos, rostros y un corazón, que se dilataría con horizontes vastos de encarnación y púrpura esperanza. Pero su mano fue el soporte de todo ello. Su mano...

Ha pasado mucho desde entonces. Puedo apreciar con agradecimiento el haber vivido asido de su mano. Él buscaba ofrecérmela para rumbear por parajes de historia, con mi compañía. Hubo en ello, por su parte, un deseo profesado, hacia mí. Mi mamá diría, que hubo un cierto embelezamiento de él para conmigo. Mucho decir para un hombre cultivado a voces de mando, en cuarteles e internados...Un hombre con un alma sensible y austera. Un hombre con manos abiertas.

Ha pasado mucho tiempo de eso. Mucho. Me detengo. Abro mis brazos y mis manos para acogerte y darte un beso. Lloro un poco y te digo quietamente: "¡¡¡ Papo lindo... yo te amo...!!!
¡¡¡Papo lindo!!!!!