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Aquel pantano era inmenso y atravesarlo se hacía cada vez más difícil. Toda esa espesa vegetación apenas dejaba pasar un poco de luz y las nubes grises cubrían casi totalmente el cielo. Un pequeño grupo de cuatro personas iba liderado por un guía, quien les hacía llevar el paso constantemente, de lo contrario se atrasarían mucho y hasta podrían llegar a perderse, quedando expuestos a los depredadores, criaturas sedientas de sangre y demás peligros que ese lugar encerraba. Ella seguía cada una de las indicaciones que les daban, pues sabía que el trayecto era muy difícil y no debía separarse del resto.

El agua, pesada y turbia, les llegaba hasta las rodillas y pronto tendrían que cruzar nadando o encontrar otro camino, según la decisión del guía y de cómo éste analizara la situación. Había mucha hierba, muchos lirios acuáticos que infestaban todo el lugar y no dejaban ver con claridad si algo se movía bajo el agua, lo cual podía ser peligroso.

- Recuerden que esta zona es conocida por su gran cantidad de cocodrilos, caimanes y demás lagartos, que por cierto han encontrado algunos de más de cuatro metros. Vayan con cuidado, fíjense bien dónde pisan si no quieren terminar brutalmente descuartizados- dijo el guía con un tono calmado a pesar de su desalentador mensaje.

Cualquiera podría confundir un simple tronco con un temible cocodrilo. La chica esquivaba las zonas con más hierbas, preguntándose cuánto más tardarían en llegar a su destino. Ella no podía dejar pasar más tiempo, debía conseguir de inmediato lo que había ido a buscar.

El agua se hacía más lodosa conforme avanzaban y la espesura de la maleza aumentaba también. El guía sacó el machete de la funda que traía atada a la cintura. Iba cortando la hierba alta y así se abría paso.

- Disculpe, ¿acaso no sería más fácil ir por tierra firme en vez de estar pasando por el agua?- preguntó ella al guía.

-Puede que sí, hasta cierta parte del camino, luego tendríamos que cruzar por el agua de nuevo. Pero eso nos llevaría más días y no disponemos de tanto tiempo. Es por eso que estamos yendo por este atajo. Si nos tardamos más moriremos de hambre o devorados por los animales salvajes, por cierto tengan cuidado también con las anacondas que una vez me encontré una piel por estos rumbos.

Bordearon una parte que según él era una trampa de agua hecha por antiguos cazadores de reptiles. Parecía que el tiempo no pasaba y que nunca llegarían, se le hacía una eternidad estar caminando sin descanso por un pantano lleno de cosas que podrían matarla en un descuido. Pero no podía darse por vencida. Cuánta suerte habían tenido hasta ese momento de no toparse con algún obstáculo.

Salieron del agua por un momento y subieron una pequeña colina de arena; por lo que había escuchado antes, se encontraban muy cerca de la costa y no le extrañó que también hubiera tiburones merodeando por las aguas más profundas que encontrarían más adelante.

- Al área que estamos llegando se le conoce como “el Lago de la Perdición”, aquí entran algunos tiburones tanto de agua dulce como de agua salada ya que está a poca distancia del mar. Cuando sube la marea y luego baja quedan atrapados aquí; muchas personas han perdido la vida justo en este lugar.

- No me diga.- respondió ella sarcásticamente.

Mientras bajaban la colina ella alcanzó a divisar unas motos acuáticas, cinco en total, flotando en las orillas del famoso y terrible lago. Llegaron hasta éstas y vieron que el guía se subía en una. Todos empezaron a cuchichear entre ellos, no les hacía ninguna gracia el hecho de tener que cruzar el lago.

-¿Es que acaso debemos cruzarlo?- preguntó uno del grupo, bastante asustado.

-¡Pues claro!- le respondió el guía- Si esta es la parte más emocionante. Díganme, ¿acaso no sienten la adrenalina correr por sus venas?

-¡No! ¡Acaso está usted loco! ¡Yo no voy pasar por allí!- respondió rotundamente el tipo.

-Señor, ¿no hay otro camino, otra forma de llegar?- preguntó otro.

-Bueno pues si no quieren cruzar, sólo quédense aquí, nadie los obliga. A ver cómo les va estando solos; ya quiero ver cómo rayos se regresan. En fin, hagan lo que quieran, allá ustedes.-dijo el guía.-Yo ya he cumplido mi parte trayéndolos hasta aquí.

Como nadie quiso quedarse, se decidieron a correr el riesgo, pues no les quedaba de otra. Subieron todos a las motos y las pusieron en marcha. Algunos de ellos iban con las piernas sumergidas en el agua, cosa que después lamentarían. No estaban siquiera a la cuarta parte del lago cuando de repente un enorme tiburón blanco sacó sus mandíbulas del agua, atrapando a uno de los viajeros y tragándolo entero con todo y moto justo frente a los ojos de los otros, quienes no pudieron evitar sentir el pánico y la desesperación recorrer completamente sus cuerpos. El animal se sumergió enseguida levantando una gran ola, la cual les dio algo de impulso para poder escapar. Aceleraron todo lo que pudieron aunque ya era muy tarde, de seguro iban siendo perseguidos. Y efectivamente los iban siguiendo, pero esta vez no era el tiburón; unos feroces ojos amarillos se asomaron por la superficie del agua y revelaron la presencia de un cocodrilo que era casi del tamaño de la anterior bestia. El reptil nadaba bastante rápido y pronto se unieron más de ellos a la persecución. Todos sentían la muerte cerca y solo pensaban en que en cualquier momento esos afilados dientes se clavarían en sus cuerpos y los ahogarían para después devorarlos. Un cocodrilo alcanzó a morder y arrancar el motor de una de las motos y el hombre que iba en ella solo pudo romper en llanto al ver que los demás lagartos se acercaban. Entre todos ellos lograron volcar el vehículo, el pobre cayó indefenso al agua. Ya no volvió a la superficie, tan solo salieron un montón de burbujas, entonces el agua se tiñó de sangre.


Pensaron ayudarlo en un principio aunque desistieron de la idea por el miedo a ser atrapados también; si esto sucedía serían dos muertes en lugar de una y eso no beneficiaba a nadie. Quedaban tres personas en total, cuatro incluyendo al que los iba guiando. No se detuvieron ni un momento pero tampoco pudieron evitar presenciar aquel horrible y sangriento espectáculo. Persona que cayera al agua podía darse por muerta. Sonaba cruel, pero fue gracias a eso que tuvieron oportunidad de escapar, como si la víctima les hubiera servido de carnada para distraer a sus perseguidores. En ese momento estaban casi llegando a la otra orilla.

Justo cuando ella creía que no tendría que preocuparse, un caimán negro emergió a la superficie a una distancia menor de un metro de donde estaba. Ahora la perseguida era ella y no tenía idea de que hacer. Más caimanes se unieron a la cacería. Intentó hacer una maniobra girando primero hacia la izquierda y avanzando un tramo más en línea recta y luego virando rápidamente hacia la derecha, retomando su camino inicial. Esperaba que los caimanes fueran lentos al cambiar tan repentinamente de dirección. Esto le dio una pequeña ventaja para poder llegar a la orilla unos segundos antes que ellos. Apenas tocó tierra y saltó de la moto al mismo tiempo que los escamosos animales se abalanzaban a mordiscos contra la máquina. Corrió y se alejó de allí lo más pronto que pudo.

Por suerte el suelo era suficientemente lodoso como para dejar marcadas las pisadas de quien pasara por allí. Anduvo siguiendo las huellas del guía y de sus otros dos compañeros que habían salido del lago antes que ella. Marchaba a paso veloz, así no tardó mucho en alcanzarlos e incorporarse de nuevo al grupo.

-Vaya, así que andabas viva después de todo. Y yo que creía que habías muerto.-le dijo el guía al verla llegar.

Ella aún no se recuperaba del todo, le faltaba el aliento de tanto correr, así que decidió simplemente ignorarlo. Caminaron por tierra durante una hora aproximadamente sin ver nada más que agua y vegetación. Llegaron a una parte donde se terminaba el sendero y se elevaba una montaña rocosa y escarpada. El guía sacó nuevamente su machete de la funda y de una tajada cortó una parte de la vegetación que ocultaba la entrada a una cueva en la ladera de la montaña. Encendieron todas sus linternas y se internaron en la fría y oscura cueva.

Los únicos sonido que se escuchaban eran el del agua goteando y el de sus propias pisadas, todo lo demás estaba envuelto en un completo y absoluto silencio, tanto que daba miedo. Iluminaban el suelo conforme iban avanzando, no querían encontrarse con más sorpresas. Un poco más adelante el camino se bifurcaba en dos, tomaron el de la izquierda. Oyeron los agudos chillidos y los revoloteos de un grupo de murciélagos que pasaba sobre sus cabezas. Se adentraron hasta un área muy amplia, llena de columnas de roca. Esta era de forma circular y con un lago cristalino en el centro. La idea de tener que entrar de nuevo al agua los aterrorizó, por fortuna eso no ocurrió y se sintieron aliviados. El sendero se elevaba poco a poco y les costó más trabajo ir cuesta arriba debido al cansancio. Después de otras tantas vueltas y subidas lograron salir de la cueva sin mayores problemas.

La luz del Sol les lastimaba los ojos luego de estar tanto tiempo en la oscuridad e inmediatamente se cubrieron la cara con sus manos. Ya pasaba de mediodía, ahora debían bajar la montaña para llegar al río y de allí avanzar lo que restaba del camino. Su vista se acostumbró pronto a la luz y cuando pudieron abrir bien los ojos se dio cuenta de las cuatrimotos que estaban frente a ellos. Todos comprendieron lo que tenían que hacer, cada uno subió en una moto y la puso en marcha.

Comenzó el descenso por la rocosa pendiente de la montaña; ésta no estaba muy pronunciada y apenas crecían en sus orillas unas cuantas hierbas y flores silvestres pequeñas y blancas. La moto se le hacía un tanto pesada y daba brincos cuando el terreno subía y bajaba bruscamente. El declive, ligeramente inclinado, era suficientemente ancho para que pudieran rebasarse y ellos así lo hacían. Ella por su parte aceleró hacia una saliente de roca, plana e inclinada, como si fuera una rampa. La cuatrimoto saltó por el impulso al final de la rampa y pasó justo por encima de otra de las motos, cayendo unos metros enfrente de ésta con un gran impacto.

La bajada se hacía más inclinada y con más rocas en el trayecto, algunas tan grandes que resultaban verdaderos obstáculos para ellos y tenían que esquivarlas, cosa que no era nada fácil en esas circunstancias. En el tramo al que llegaron el terreno ya era bastante irregular y el camino demasiado estrecho, por lo que anduvieron con cuidado por un buen rato. Podían ver cómo los bordes se desmoronaban de vez en cuando, dando la sensación de que en cualquier momento toda la montaña se derrumbaría. La tensión se sentía en el aire, pero por suerte no sucedió nada grave y terminaron de recorrer esa parte.

El resto fue mucho más sencillo. Todos aceleraron como si se tratara de una competencia, las motos dejaban nubes de polvo detrás. Parecía una carrera, tal vez por el temor de que todo se viniera abajo o simplemente por la ansiedad. Por la velocidad que llevaban llegaron al final de la pendiente en poco tiempo. Detuvieron sus motos y bajaron de ellas, aún faltaba descender una parte que era como un barranco. El guía tomó la cuerda que estaba alrededor de su cintura y amarró fuertemente un extremo a la rama de un árbol, el otro lo arrojó al fondo del barranco y cayó en el suelo. Jaló la cuerda para asegurarse de que estuviera bien amarrada y luego procedió a dar las instrucciones al resto.

-Bien, ahora bajaremos por aquí. Lo que deben hacer es sostener firmemente la cuerda con ambas manos y apoyar sus pies en este lado, luego con los pies se impulsaran para ir bajando lentamente hasta que lleguen al suelo. Primero lo haré yo para que vean cómo es.

Comenzó a bajar y luego de que él había llegado al suelo los demás bajaron también uno por uno. Siguieron nuevamente su caminata por un río de aguas claras y poco profundas; el nivel solo les llegaba hasta las rodillas. No encontraron esta vez algo que los retrasara y pudieron avanzar un poco más rápido. Ambas orillas del río estaban cubiertas por cedros blancos, manglares y algo de hierba, pero nada más. Parecía que ese río se extendía bastante a lo lejos. Se sintieron más seguros porque ya todo estaba tranquilo.

De pronto el guía se salió del camino y se acercó hacia la orilla. Entre las enormes ramas de un cedro, había una pequeña casa de madera, sostenida por encima del agua. Todos entraron a la casa por unas escaleras. Sobre la mesa encontraron algo de comida enlatada y se sentaron para descansar durante un rato y recuperar energías; después de todo no habían probado alimento desde que partieron.

-Como pueden ver ya se hizo muy tarde así que mejor esperaremos aquí hasta mañana. Coman y descansen lo suficiente porque nos iremos apenas amanezca.-dijo el guía mientras se hacía una almohada con un montoncito de hojas envueltas en su chamarra.

Ella comió unos duraznos en almíbar. No quedaba mucho tiempo, pensó. Luego comenzó a bostezar y finalmente se durmió sentada en una de las esquinas, al igual que los otros.

Al amanecer ella fue la primera en despertar, abrió lentamente los ojos, unos cuantos rayos de luz entraban por la única ventana. Se estiró para quitarse la pereza y luego se levantó. Era muy temprano aún, el Sol apenas comenzaba a salir, ni siquiera el guía se había despertado para ese entonces. Salió de la casa bajando por las escaleras; afuera estaba fresco y oyó a lo lejos el alegre canto de algunas aves, que contrastaba bastante con la ausencia de demás animales por ese lugar.

-Veo que ya despertaste.-dijo una voz detrás de ella.- Entonces mejor voy a despertar a los que faltan.

Se trataba de uno de sus compañeros, el cual entró nuevamente a la casa y salió un momento después junto con el guía y la otra chica. Una vez que todos estuvieron juntos reanudaron el camino por el río. Iba todo bien hasta que escucharon que algo cayó al agua, al parecer algo pesado. Se mantuvieron cerca unos de otros, por si llegaba a ocurrir otra cosa como las que habían vivido en esos últimos días. Nada sucedía, pero se mantuvieron alerta y caminaron con precaución. Escucharon un chapoteo rápido detrás de ellos y se voltearon más asustados que antes. Aún no veían nada.

El guía quiso sacar un cuchillo que llevaba en el bolsillo y antes de que pudiera darse cuenta, una serpiente enorme salió del agua con un ataque tan rápido que ni la vieron venir, mordiendo su hombro con mucha fuerza y enrollando su largo cuerpo alrededor de él. Los otros se quedaron paralizados por el miedo, aunque quisieron moverse y correr, sus piernas no respondían. La anaconda apretó el cuerpo del guía, su cara su puso morada, le era difícil respirar. Sus ojos parecían salirse de sus orbitas y sus huesos se rompieron como si se tratase de simples ramas frágiles y secas. Ellos estaban ahí sin poder hacer nada, oyendo el crujido de sus huesos. Pronto el animal dejó de apretar el cadáver un poco y abrió sus fauces para tragarlo, fue en ese instante en que reaccionaron y huyeron inmediatamente del lugar, corriendo solo hacia enfrente. Una vez que estuvieron suficientemente lejos, se detuvieron para recuperar el aliento. Las gotas de sudor escurrían por sus caras y brazos.

-¿Crees que ya estamos seguros?-preguntó el muchacho a una tipa que estaba al lado.

-Eso parece, pero…y ahora ¿qué hacemos?-preguntó la chica con un tono de preocupación.

-No lo sé.-respondió el primero.- ¿Alguna idea?

-Yo creo que deberíamos seguir el curso del río, a ver si encontramos algo.- sugirió ella mientras miraba hacia enfrente, cómo buscando algo con la mirada.

-Me parece bien, no queda de otra.- dijo el joven.

Siguieron caminando sin encontrar nada nuevo; poco a poco iban perdiendo las esperanzas de salir de allí. El nivel del agua les llegaba ahora a la cintura, pero seguía siendo ésta tan cristalina como en un principio, así que veían con claridad todo lo que había debajo. Unos pececillos pasaron cerca de sus piernas, haciéndoles cosquillas. Pronto los zapatos que traían comenzaron a ser muy incómodos e incluso ya se sentían mucho más pesados que antes. Los tres arrojaron sus zapatos a un lado del río, despreocupadamente. Las piedras del fondo eran lisas y no se toparon con ninguna rama punzante ni astillas que pudieran enterrarse en sus pies. Poco a poco el agua se sentía más fresca y además una leve brisa soplaba hacia ellos. Un enorme árbol caído estaba cerca y se sentaron un rato sobre su tronco.

-¿Por qué has venido aquí?- le preguntó la muchacha con tono de curiosidad.

-Estoy buscando algo.- respondió ella simplemente así.

-Y se puede saber qué buscas en un lugar como este. –preguntó el chico.

-Busco al Ave del Trueno. Me dijeron que una de sus plumas podría curar a un amigo de un embrujo.

-Jajaja pero si eso es solo un mito, una leyenda que cuenta la gente. Ni siquiera creo que esa cosa exista.- se burló él.

-Oye, no te burles hermano, el tesoro que nosotros venimos buscando también es una leyenda.

-Ssshhhh. Ya te dije que no hables de eso en voz alta.- la regañó su hermano.- Rayos ahora ella lo sabe y de seguro querrá robárnoslo. Pero no importa, no dejaré que te acerques a él, nosotros lo necesitamos más que tú.

-No me interesa tu tesoro, yo vine aquí por otra cosa.

Una repentina ventisca agitó los árboles y el agua bruscamente. El viento soplaba fuertemente por encima de ellos, los tres alzaron la vista. De pronto, aleteando sobre el río, apareció una especie de águila gigantesca. Su plumaje era hermoso, de un brillo singular y su mirada fiera. Plumas color dorado con las puntas de las alas negras y el pecho color crema. Aterrizó frente a ellos y se fue acercando lentamente.

-Pero si es… ¡la Gran Ave del Trueno!- exclamó con sorpresa el chico, había quedado atónito.- ¡Es real!

-No nos hará daño, creo que quiere ayudarnos.- dijo su hermana.

-¿Cómo estás tan segura?

-Solo confíen en mí.

-Vamos.- dijo al fin ella y fue la primera en acercarse.

Ellos la miraron a los ojos y el ave les devolvió la mirada de forma amigable y a la vez curiosa, cómo queriendo decirles algo. Los tres viajeros se acercaron al ave y ésta bajó la cabeza a su altura para que la acariciaran. No solo era bello su plumaje, también resultó ser muy suave al tacto. Era en realidad un animal bastante dócil. Entonces ellos se sujetaron de una de sus patas y en seguida levantó el vuelo llevándolos hacia el horizonte.

Texto agregado el 21-09-2009, y leído por 116 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
21-09-2009 Cuànta imaginaciòn lleva tu texto, te has lucido creando personajes y aventuras maravillosas. Me ha gustado. Jazzista
 
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