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Mi primer amor ...

Me remonto a los primeros años de primaria. Nunca voy a olvidar ese primer día de clase en primer grado...recuerdo, tantas emociones me invadieron, pero básicamente , el susto incontrolable que se apoderó de todo mi cuerpo, junto a una enorme incertidumbre y sensación de abandono, porque mi mamá me dejaba , en contra de mi voluntad , en ese lugar.
Sorteando las primeras dificultades y a grandes rasgos, todos esos años fueron realmente maravillosos... De muy pequeña era un poco exagerada. La verdad , ahora que lo pienso , no era para tanto.
Hice grandes amigas, amigas de verdad.
La salida de los martes era un clásico. La mamá de Marina siempre me invitaba a su casa y allí , luego de una rica merienda, hacíamos la tarea juntas y después... dibujitos. ¿Qué otra cosa más divertida?
Las otras tardes, las pasaba jugando con mis Barbies . ¡Cómo disfrutaba la casita de muñecas que me había hecho mi papá! Aunque luego de tanta revolución de pequeños accesorios tirados por todas partes, venía lo peor, “juntar” y ahí era cuando comenzaban los problemas con mamá.
Jugaba con Magalí, pero a veces me peleaba. Miraba televisión, adoraba disfrazarme con cualquier ropa y zapatos , todo me venía bien.
Pintaba o modelaba con masa de color , que mami siempre estaba dispuesta a hacerme con sal...Siempre vivió una artista plástica dentro mío.
Expectante, frente al espejo , cada día, observaba cómo me peinaban con colitas o trenzas. ¡Qué bonita estaba! Todavía me acuerdo.
La inocencia y la frescura de esa edad infantil, eran evidentes en mi.
¡Qué tranquilidad! ¡ Qué pocas preocupaciones!... de pronto ....todo cambió.
Fui testigo presente de transformaciones que no sólo viví , sino que las sufrí y padecí de a poco. ¡Y no exagero!
Un día, como todos, frente al mismo espejo, mis ojos encontraron varios espacios de mi cara rara, mi piel estaba loca, cada mes que pasaba tenía más imperfecciones. Les cuento que nada agradable, por cierto.
Mi rostro pedía a gritos “maquillaje”, “pintalabios”, “sombras”... y la verdad todo ello estaba bueno, sobre todo teniendo en cuenta, que con esa horrible cara , (que sufría una espantosa y lenta metamorfosis), no podía gustarle a nadie... y eso estaba mal, muy mal.
Él tenía que mirarme y verme hermosa.
Desde que lo vi el primer día de clases, aunque éramos muy , muy chicos, sus ojos color café y su dulce voz me sedujeron tanto, que hasta el día de hoy , su imagen permanece intacta en mi cabeza.
En los recreos, me tropezaba a propósito delante de él, con el fin de que me ayudara a levantar , pero siempre venía otro compañero.
Fingí en clase estar muy descompuesta, logré sudor en mi rostro e impostar gestos de dolor, tan convincentes que la maestra llamó a casa.
Una vez, en matemática, casi me pescan cuando en el medio de una evaluación, ante su desesperación, le pasé todos los resultados de los problemas . Obvio que ése no era el momento adecuado para los agradecimientos, aunque confieso que los esperé más tarde, pero nunca llegaron. ¡Qué tristeza! Me hubiera conformado con una simple mirada cómplice o una tímida sonrisa.
Estaba bien claro que para él, yo no existía.
Seguía jugando a la mancha o a las figuritas de fútbol contra la pared en los recreos, sin siquiera advertir mi presencia.
... Y así llegamos juntos a séptimo. Los meses en este grado estuvieron signados por trabajos prácticos, resúmenes, lecciones orales, exámenes, apuntes, clases individuales y mucho, mucho estudio, sin olvidar agregar las estrategias que pensaba día a día para lograr llamar la atención de Quique... todo inútilmente. ¡Qué agotamiento infernal! A veces sentía mi mente estallar, cual bomba nuclear activada.
Pude comprobar , con el correr del tiempo, que era cierto aquello leído en un libro del Taller Literario del cole....”maduramos más rápido que ellos” y ....¡Cómo se nota, vaya si se nota!
Yo había dejado atrás las muñecas con casita y todo; y él seguía con sus bolitas y sus figuritas.
Antes de las vacaciones de invierno, la seño organizó el juego del amigo invisible. Cada uno sacaría el suyo al azar, sin opción a elección. Y bueno, (pensé), ya fue, que toque el que me toque.
Pero grandiosa fue mi sorpresa al abrir mi papel.
- ¡Dios existe! ¡Me bendijo! ¡Sí! Leí una y otra vez el nombre, pues no podía creer lo que estaba viendo “QUIQUE”
El juego duró dos semanas, si, dos semanas de ilusiones y fantasías unipersonales.
Me esmeraba en cada carta, en cada golosina que le hacía llegar, en cada regalo sorpresa.
Me sentía feliz, aunque no era correspondida. Disfrutaba ver con la ansiedad que reclamaba la correspondencia anónima y mis presentes, los cuales, orgulloso mostraba a sus amigos.
“Nada es eterno”... también lo leí... y es cierto. El día de descubrirnos había llegado. Al saberlo, su rostro dibujó un pequeña sonrisa y ese momento fue tan fugaz y mágico, como se escurre el agua entre los dedos, casi sin darnos cuenta, sin poder detenerla.
Luego... como si nada. Otra vez a foja cero. Nada había cambiado. La única que cambiaba era yo, y por desgracia , mi cuerpo se iba contorneando sin pedirme permiso.
Me había estirado tanto como un chicle, ya lo pasaba, pero realmente a mi no me importaba.
Llegó noviembre, cargado de alegrías por la culminación de un gran ciclo, de una bellísima etapa vivida, pero también lo alternábamos con profundas tristezas por el despegue de amistades, de vínculos tan fuertes como grandes cadenas de acero.
Pero pasa, todo pasa, hasta el tiempo, aunque lo neguemos o lo queramos frenar.
Nunca más lo vi ni supe nada de él. Su dulce recuerdo quedó intacto, congelado en mis pensamientos.
Pasaron otros años, otros compañeros, otros intereses, otros profesores....
Ya no me hacía las trenzas en el espejo, ahora me maquillaba; ya no jugaba a la rayuela, ahora escuchaba música de onda. Era todo una jovencita....Crecí.
Con mis compañeros un día de pleno sol, nos fuimos a la playa a festejar el Día de la Primavera. ¡Qué día espléndido! ¡Y ese mar tan brillante! Toda la playa llena de chicos de nuestra edad.
Almorzamos, jugamos a las cartas, tomamos mate con galletitas y promediando la tarde, decidí comprarme un helado, mientras los varones jugaban al fútbol en la arena y mis amigas charlaban de la vida, como siempre.
El destino estaba escrito. De pronto... un segundo bastó parta transportarme al pasado, mi mente y mi corazón retrocedieron en el tiempo. La rayuela, las muñecas, las trenzas, las caídas intencionales... todo se mezclaba con la realidad y las veía pasar fugazmente como una película acelerada.
No lo podía creer...¿Una ilusión? No, era él, Quique, el de siempre, cambiado, es lógico, pero él.
Sus ojos café y su rostro... eran inconfundibles.
¡Qué grande y alto estaba! ¡Todo un hombre! ¡Hermoso como siempre!
Instantáneamente nos reconocimos.
El atardecer fresco nos sorprendió hablando de tiempos pasados y presentes, de experiencias vividas ...y la romántica luna , llegó para escuchar nuestra prolongada charla.
La conexión fue inmediata.
Evidentemente todo en la vida tiene su tiempo y su lugar, de nada sirve apresurar los momentos, todo llega... estaba comprobado.
La inocencia de la infancia había madurado en la adolescencia y con ella el amor más puro, el más guardado.
El sueño de la niña se había hecho realidad.
En los meses siguientes disfrutábamos de cada momento, visitábamos diversos lugares y compartíamos salidas. Éramos más que buenos amigos.
Esperábamos ansiosos el fin de semana para vernos y estar juntos.
Un viernes de diciembre, elegimos el mismo lugar para festejar el fin de clases. Otra vez la playa llena de chicos, el mate, los sándwich, la alegría... y de pronto....sentados en la arena....sin decirnos nada , (porque no hacían falta las palabras), sin mirarnos, nuestros rostros, como conociendo el camino a seguir, se acercaron más y más ... nuestros húmedos labios se juntaron , sellando en ese instante el más grande e inocente amor.
Quedamos totalmente abstraídos del resto, todo fue silencio. Sólo se oía el trinar de los pájaros , el revoloteo de las mariposas multicolores, las hadas de fantasía nos rodeaban felices, festejando el encuentro, y en el aire, un sugestivo perfume a flores nos abrazaba tiernamente.
Fue nuestro primer beso, pareció tan prolongado y profundo como la vida misma....y el Sol, el Mar y la Playa fueron mudos testigos . Nuestro primer amor ...había despertado.

Texto agregado el 06-11-2009, y leído por 68 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-11-2009 Linda historia. sobretupiel
 
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