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Era la casa de la abuela, la ultima del pasaje, la mas vieja, la mas fea, allí se criaron los cipotes, jalando el agua en las madrugadas, para tener los diez centavos para desayunar; cuando no había que comer, había una palazón de mangos y de guayabas que permitía llenarse la panza de frutas, lastima que no somos micos se decían, así no jalaríamos agua; y en la tarde vender dulces a la entrada del cine, y los domingos rogarle al marido de la Martina que los llevara al estadio; pero el tiempo corre y no se cansa….
Juancito emigro a los Estados Unidos, se fue mojado como todos, allá se encontró una su mexicana, con la que se acompaño, de vez en cuando le mandaba unas monedas a la viejita; Chico, se metió con la sirvienta de los Martínez, la negrita aquella que parecía aceituna; le pego dos hijas, lo dejaron y se quedo trabajando de motorista, después la diabetes no le permitió manejar, y acabo subiéndose a los buses a cantar, varias veces lo habían bajado los mareros a puros vergazos, pero como el hambre no entiende de miedos;

- Mira Rube, hoy si que parece que va a llover fuerte, ya fuiste a meter la ropa?
- Si no va a llover Chencho, no ves que los grillos siguen pidiendo agua, todavía no es tiempo,
Y volvía la Rube con su andar pausado, a la ultima casa del pasaje, la mas vieja, la mas fea, encendía un candil con la ramita de ocote, y se ponía a recitar su eterno rosario, “Dios te salve María……” se ponía a pedir por el Juancito y el Chico, los llevaba siempre en sus oraciones; después entrada la noche, se tomaba un su atolito de maíz; se acostaba en la tijera y trataba de dormir un rato, le llegaba la madrugada con los ojos pelados, y con los recuerdos del Cantón, del Juan el papa de Juancito, de cómo se lo habían devuelto aquella noche, todo teleguiado por haberse metido con la hija de los Flores, y del cipotillo que le llegaron a tirar al cerco; y después emigrar a la capital, porque que podía hacer una vieja sola con un bichito al que todos miraban mal; y pedir, putear, lavar ajeno, todas las profesiones de la pobreza, todas, y ninguna sacaba de pobre
Y después, mire na Rube, porque no me cuida al Chico, solo será unos días, es que dicen que en Guatemala hay trabajo; y la que nunca volvió….
Amanecía, hoy si va a llover se dijo la Rube, y va a caer un monazo de agua, ya los grillos se callaron, dicho y hecho, los de la cruz verde la sacaron casi ahogada,
-Ve dijo Chencho, la Rube salio en la tele, ¡cállese abuelo!, grito una voz desde el fondo del cuarto
El día la sorprendió en el Hospital Rosales, con una aguja en el brazo y algo surumba, levántese viejita que usted esta sana, y estas camas son para los enfermos; y se fue caminando, porque no tenia ni cinco para el bus, andaba ratitos y se detenía ratotes, todavía se sentía surumba de la tragada de agua
Llego a la casita, estaba con una cinta amarilla y un señor le dijo: lo siento madrecita, aquí no puede dormir, se la va a llevar la corriente; le toco dormir con la acera como cama y el cielo como techo, “Dios te Salve María………”

Hay personas que su andar es fuerte, y que parecen ser los dueños de este mundo, todo el que esta cerca les reverencia, con el tiempo, ese andar se vuelve hueco, hasta que sus pasos pesan menos que el aire.

Abuelita, que hace aquí en la calle?
Míreme, soy yo el Juancito, su nieto
¡Bendito sea, Dios!, y que andas haciendo cipote?
Me deportaron abuela, y vine a buscarla
Como pudieron se acomodaron de nuevo en la casa, el Juancito era la sombra de aquel muchacho alegre que se subía a los palos de mango, tenia un color amarillento; mira Juancito tomate esta sopita de mora, te va a levantar muchacho, ya vas a ver; no se preocupe abuela, para lo que yo tengo, ni que cosiera todos los montes me cura;
A los días apareció el Chico:
Abuelita, le dijo, la beso en la frente y se quedo en la hamaca como en otros tiempos; paso dormido casi tres días,
Mira Juancito, anda ve al Chico, a ver si no se ha muerto, me preocupa este muchacho
Hay abuelita, si en esta casa, ya todos nos morimos, solo que no nos han avisado todavía, es que las noticias no les llegan igual a los pobres;
No digas esas babosadas, mejor anda conseguí leña, que don Chencho me regalo frijoles nuevos, para cocer, yo se que eso te va a caer bien….
Y así pasaron los días, el Chico no se volvió a levantar, lo enterraron en una fosa publica, el Juancito bromeaba, abuelita, cuando yo me muera haga el esfuerzo, de aunque sea en un petate envuélvame, tanto que me he cuidado, para que en un desliz, algún cabron me vaya a hacer maricon…..; y se fue el Juancito, le notificaron al fin de su muerte, y no le quedo mas que hacer caso, con eso no se bromeya se dijo.
Los tamales, el café, el Pan dulce, el velorio, la caja, el entierro, todo era parte de una promesa que surgió de una broma, pero que a la viejita le costo la ultima casita del pasaje; con una sonrisa sardónica, recibió a todo el que quiso llegar, es que ese velorio era para tres se decía; después el entierro, el acto de devolver al polvo lo que polvo ha sido, pero que durante un tiempo fue materia viva, fue padre, fue hermano, fue nieto, hoy el fue es alcanzado por el polvo y el polvo se convierte en el es y será; y por ultimo, la ceremonia de cerrar la casa, de entregar las llaves, de salir a morir a otro lado;
Se sentó, en el banquito por última vez
- Parece que va a llover Rube, dijo Chencho
- No Chencho, los grillos están pidiendo agua todavía
- vos que crees en esas babosadas, te digo que va a llover
- a mi ya me llovió para todo el año Chencho

Texto agregado el 15-11-2009, y leído por 116 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
15-11-2009 ENCERIO LO DIGO DBERIAS SEPARAR LOS PARRAFOS. Y MUY BUENO POR CIERTO EL CUENTO. HAKOVICH
 
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