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La casa de los ángeles

Por Esteban Conde





















Y como hacer se dijo, entonces escribió.
Ya habían pasado los que creía los mejores años de su vida, pero en breve llegarían aun mejores, a puño y letra se aventuro nuevamente sobre sus papeles, su vieja escuela.
Se preparo como lo haría un guerrero para la batalla, y entonces se convirtió en el creador de los mundos que rondaban su mente.
Su familia cada tanto le preguntaba donde había quedado aquel gusto por escribir, sus largas horas encerrado en la habitación de la casa de sus padres – nunca los perdí -, era siempre su mas certera respuesta – solo han cambiado los escenario pero la esencia de mis letras conservan el mismo recipiente -.
Hacia los treinta años iban sus caminos y aunque llevaba pocos días de cumplidos los veintinueve no podía quitar de su cabeza los imparables ciclos de vida que se sucedían año tras año.
Había soñado con grandes logros para su futuro, una gran carrera, una gran casa en el campo y todas esas cosas que nos obligan a soñar pero sus tantos y cortos años rondaban mas en moras y embargos, en continuas desilusiones económicas, por ende creyó que aquel fracaso a sus bolsillos, quebraban el orgullo de un hombre joven, hasta que ese glorioso minuto donde dejo de ser el producto de toda su vida y comprendió que lo que se desea se es y simplemente es así, entre un suspiro y media lagrima esbozó una sonrisa.



Y una voz le dijo, -escribe las palabras que te dicte, y aunque todo lo que te diga puede ser cierto, a los ojos de otros puede ser una mentira, solo en ti esta saber cual es la verdad-






















Y me alegraré con ellos haciéndoles bien Jer. 32.41



Como hacer, mi sueño nunca había llegado, veía libros míos en los escaparates de las librerías, pero nunca estuvieron ahí.
-Concéntrate Esteban- Decía para mis adentros, pero cuanto mas deseaba algo mas difícil se me hacia lograrlo.
Encerrado en aquel pequeño negocio de comidas pasaba todo el día junto a mi mujer, una hermosa morocha de ojos negros que aun me intrigaban después de tantos años. Pasaba rato mirándola, sus cabellos veteados entre castaño claro y oscuro; y a veces pasaba mirándome no se que cosa de mi.
Buscaba cualquier rincón solitario para escribir, cada tanto aparecía alguno, estando cada cual en su mundo particular. Dos por tres se cruzaban nuestras miradas y en una sonrisa caprichosa nos volvíamos cómplices por un instante para luego volver a nuestras cosas.
Solía escribir apoyado sobre un viejo freezer de dimensiones colosales, soportando el dolor de mi mano derecha, producto de un viejo accidente en motocicleta. En aquel entonces llevaba una vida bastante aburrida, un negocio propio de pocas ganancias y muchas deudas, situado en un pequeño pueblo, se vivían largas horas entre el ocio y el tedio y algún pedido que se colaba entre ambas tragedias humanas, ya había llegado a los veintinueve años y sentía que me estaba acostumbrando a lo que me había tocado; y fue entonces cuando redunde en aquel pensamiento, -¿lo que me toco o lo que elegí?-, gire hacia mi esposa y le pregunte.
-Vanessa, ¿te gusta tu vida?, quiero decir, ¿si sos feliz con la vida que llevas?- no le tomo demasiado tiempo a su respuesta.

-Si.

-¿y porque?-
-Porque quiero que así sea.- Simplemente se limito a decir aquello y siguió con lo suyo.
Espere medio minuto a que me hiciese la misma pregunta, pero solo hubo un silencio que se extendió por largos minutos, hasta que mi impaciencia me exalto.

-¡porque afirmas tan rotundamente que eres feliz!

Me miro por sobre su hombro, con ese tipo de mirada que a uno hace sentir un tonto, como si no supiera una respuesta tan simple.

-Ya te he dicho Esteban, soy feliz porque es lo que quiero.

-OK- dije más furioso que complacido, de qué aquella criatura fuera feliz por propia elección.

En un arrebato de furia, quizás por no entender la sencillez de aquel momento, Salí fuera del negocio, mientras armaba mi tabaco, sentí que la vida me daba una importante lección, a través de Vanessa, y sin reparar en ese momento en particular, mi lección se me había escapado de las manos.
De una sola pitada inunde mis pulmones de aquel apestoso humo y volví a entrar, con las manos en la cintura y mirándola a los ojos le pregunte.

-¿Y qué es la felicidad?- Al instante replico.

- Lo contrario a ser infeliz.- Sentí que me tomaba el pelo.
- Me estas hablando enserio Vanessa
- Si ¿y vos sos feliz?- en ese instante me di cuenta que no tenia una respuesta, ni un si ni un no, ni una media tinta, como si mi existencia estuviera vacía y carente de sentido.
- Si – Le dije mas obligado a competir que a otra cosa
- Ves – Dijo. –ya somos dos.
Solo me senté, abrumado por el catastrófico vació que busco aquel sentimiento al cual yo había evocado, y aquella respuesta que quise tener en mi boca, simplemente se transformo en una duda. Un universo infeliz era el equivalente a la vida que llevaba y uno antagonista un universo vivo y pleno era el equivalente a la vida que llevaba mi mujer, ¿como dos personas en polos opuestos de un sentimiento podían convivir en armonía?, al fin comprendí que los opuestos no se atraen, somos quienes lo aventuramos a nuestros confines para beber de ellos, su esencia.

- ¿Que haces? – Dijo, ojeando un poco de lo que había escrito.
- ¡ah!, sigues buscando la felicidad- Me dio un beso y se volvió nuevamente hacia la mesada, a sus pasteles y sus tartas.

Solo la mire, como si me hubiera perdido de algo que ella supiera y yo pasara por alto, ¿Qué misterio encierra lo que buscamos, que a todo momento ronda a nuestro alrededor, pero que por alguna caprichosa razón tardamos en cruzarnos?
Caminaba marcando un recorrido continuo de una punta a otra de la habitación, como si en cada punta de esta se me escapara al momento justo de llegar lo que estaba buscando. Ella sonreía cada vez que pasaba.

- ¿hay algo que sepas que yo no, ha pasado algo en este tiempo que me perdí?
- ¿Por qué preguntas?
- Es que te veo tan radiante, desde el día en que nos conocimos nunca vi una expresión de tristeza en tu rostro, no quiero decir con esto que me gustaría verlo, pero solo me baso en el hecho que ambos vivimos bajo las mismas circunstancias, tu sabes que este negocio no deja demasiadas ganancias y que yo soy lo mas parecido al rey de la mora,- sonrió - , el punto es que tu dices ser feliz por elección mas allá de que ambos experimentemos este desfalco económico que vivimos y sin embargo la emociones son distintas.
- Te entiendo – dijo sin acotar mas y volviendo a sus tareas.
- Voy a dar una vuelta. Dije.

Me subí a mi pequeña moto cuatro tiempos de 110cc. Y me apresure a recorrer las calles del pueblo, a medio día donde todos comen y solo quedan algunos niños jugando a la sombra de algún árbol. Siempre tenia la costumbre de detenerme en el mismo cruce de calles a fumar, ahí había una vieja casona con una galería de árboles y plantas en su entrada. Las enredaderas habían tomado toda la fachada de la casa, existía una comunión entre la vegetación y la construcción donde ambos coexistían de forma armoniosa y pintoresca, siempre que la miraba soñaba con poder comprarla algún día y mantenerla tal cual se mostraba, pero esos eran sueños que solo servían para eso, para seguir soñando. Fume mi tabaco con el mismo placer que lo hacia siempre que me detenía en aquel lugar, y marchaba satisfecho entre el calor, el humo y el sabor metálico que quedaba en la boca luego de la ultima pitada, pero antes de marchar y para mi sorpresa pude ver que alguien me observaba desde una de las ventanas de la casa, y siempre había creído que nadie habitaba ahí, pude distinguir a una señora mayor, ochentona, cabellos blancos, miraba con una expresión dulce del tipo que tiene algún familiar querido al que no se lo ha visto en años.
La observe por largos segundos y sentí como si alguien digiera a mi oído. – Pasa, te estaba esperando – me volví pero nadie estaba ahí. Mi primer pensamiento y al que pronto le haría caso fue el de salir lo mas rápido de ahí, pero la voz era dulce y muy familiar, como si la conociera de siempre pero no la hubiese escuchado en años

- ¿Quién eres? – Vocalice.
- Ya sabes quien soy, veo que el cascaron al fin se a adueñado de ti, y tu que decías que no.

Debo confesar que sentí terror en aquel momento, alguien a quien nunca había visto y peor aun sosteniendo una conversación en ausencia de palabras, dentro de mi, dándome la bienvenida.
La moto nunca había andado tan rápido, como si por arte de magia la pequeña nave hubiese adquirido 200cc extras
Llegue a casa agitado, Vanessa me miro, barría.

- Ya volviste – Y siguió con lo suyo
- Si ya volví; Creo que se viene una tormenta- el cielo no podía estar mas celeste, mas allá de algunos cirros que se dibujaban, miro afuera, sonrió.
- Así parece.

Desperté, llovía, un día mas tarde pero llovía. Parecía ser uno de esos días en que las gotas no cesarían de caer en toda la jornada, las pequeñas cristalinas reventaban desde el alero al piso de layota, ella escuchaba música, fue lo que me despertó, una mujer cantando en otro idioma una dulce melodía, Vanessa bailaba como si no hubiera nadie en la pequeña habitación y esta a su vez tuviera las dimensiones de un salón de baile, solo basto una mirada y el despertar se aplazo una hora mas tarde.
Ya llegado el medio día mí pronóstico había fallado, el sol brillaba en lo alto y el calor era insoportable, la humedad se te colaba por los huesos, estaba solo. Repare un instante en las cosas que me rodeaban, buscando mi pequeño morral, en el guardo mis documentos junto con el tabaco y una pequeña cruz hecha de una piedra transparente, el Cristo que alguna vez ahí estuvo fue removido por mi madre, ella siempre decía que Cristo estaba vivo y ya no mas en la cruz, lo cierto que el pequeño crucifijo era una compañera incansable de viajes, siempre la tenia presente como una base firme de mi fe, en algo.



Me senté extrañado de no tener nada que hacer, siempre se tiene algo para hacer, pero aquel día estaba dispuesto como para tomar la moto y partir a rumbos desconocidos. Había un solo lugar que podía alimentar el momento, no era más que la vieja casa unas cuadras mas adelante. Esta vez fui caminando, tenia el recorrió en medio para preparar tanto la llegada como la huida.
Al fin frente a la casa inundada de enredaderas y plantas florecidas en varias generaciones de estas, me pare frente al gran portón de hierro, la casa tendría unos diez metros de altura, a ojo torpe, una galería de rosedales daba invitación hasta el gran porche donde en la parte superior de este se formaba una especie de media corona de vidrio para guarnecerse de la lluvia. La casa poseía un mirador sobre un costado, asimétrico a la otra parte que no mostraba más que una serie de techos en dos aguas de tejas chatas y rotas, el resto del terreno estaba ocupado por innumerables jardines desprolijos pero vistosos gracias a la época del año.
Apoye una de mis manos sobre el gran portón para comprobar la disponibilidad de este a estar abierto, teniendo resultados negativos sobre mi breve experimento, al segundo de quitar mi mano una dulce voz susurro, -Pasa, te estaba esperando-.
No es fácil expresar con palabras como una voz, desconocida, irrumpe en los pensamientos de uno para dar la bienvenida a un lugar extraño, puedo dar certeza de su veracidad porque escapaba a esa voz interna que uno genera en calidad de conversación personal, o charlas imaginarias donde se es interlocutor de todos los personajes, no, esta voz era nítida y ajena, pero como en general se es mas valiente a la luz del día el coraje se hizo de mi y volví mi mano sobre el portón, al fin, era tan pesado como se veía, por primera vez me aventuraba a aquel lugar tan asiduo a mi curiosidad y alimentado por la dulce voz aun sin sentido.
El gigantesco portón rechinaba aun si se lo miraba, ahí estaba al fin, rumbo a algo desconocido, entre el miedo y la deliciosa sensación que genera la adrenalina. Los materiales con lo que estaban construidas las cosas parecían recién sacados de fabrica, la vista que se tenia desde adentro era distinta a la que se veía del otro lado del portón, una gran puerta daba fin al camino, tenia unos dos metros de altura, hecha en una madera oscura con dos figuras femeninas una por hoja, estas sostenían un sol en la parte mas alta de la escultura, el resto solo era madera lisa, también la puerta parecía recién colocada. Al fin se abrieron, como por arte de magia o por algún tipo de mecanismo invisible, cosa que me gustaba mas creer.



Ahí estaba ella, de cabellos blancos y ojos verde agua, su mirada era nítida y transparente, media encorvada sostenida por un bastón de madera tallado, sobre su lado izquierdo he igual de apacible la acompañaba un perro labrador de pelajes dorados.

- Te estaba esperando- Dijo.
- ¿A mi?
- Si a ti Esteban, ven, sígueme.

Subió por las escaleras tomada de la baranda, seguida por el perro y luego por mi, la pulcritud de la casa era impresionante, un batallón de limpiadoras y mayordomos la limpiarían a diario, de lo contrario no me explicaba como una anciana media renga y encorvada podía llegar a mantener el orden y la limpieza con tanta eficiencia.
Mientras la veía subir, me dio la impresión de ya haber estado en aquel lugar antes, y de conocer a extraña mujer, lo sentía dentro mío como un recuerdo agradable y lejano pero estaba mas que seguro que nunca había pisado aquella propiedad, mientras subíamos se escuchaba una dulce melodía, flautas y violines, venia de todas partes pero no se veía en las cercanías aparatos de música o parlantes, al fin recordé que aquella musía la escuchaba mi madre cuando yo era niño

- Bonita melodía la que escuchas, ¿te sabes alguna otra?

La mire extrañado pero no repare demasiado en lo que me había querido decir
- Disculpe señora, ¿A dónde vamos?- pregunte.
- Tú sígueme, hay cosas que debes ver.

Al final de las escaleras el labrador aguardaba a que su dueña subiera el ultimo escalón, las escaleras finalizaban justo en medio de un gran salón, una biblioteca mas precisamente, grandes ventanales permitían que la luz llegara a todos los rincones, los libros iban desde el suelo al techo en prolijas bibliotecas que ocupaban todas la paredes, pensé para mis adentros, - aquí deben estar todos los libros del mundo-.

- No, solo algunos, te aseguro que a de necesitarse de una biblioteca mas grande para albergar tantos libros
- Pero si yo no he dicho nada.
- No; Lo has pensado.
- Pero…- interrumpió-.
- Los pero no son necesarios, usa en su lugar espacios de silencio y luego habla; ¡ven, siéntete!
Nos sentamos en dos grandes sillones cómodos y mullidos, entre medio de ambos nos separaba un gran juego de ajedrez antiguo posado en un pedestal hecho con ese fin, las piezas no estaban ordenadas, mas bien parecía una partida que comenzó alguna vez y quedo trunca por alguna razón.

- Tu turno- Dijo complacida de por fin poder continua con la partida
- Pero no se jugar ajedrez señora.
- Veo que el tiempo te ha vuelto olvidadizo, bueno, dejemos el ajedrez y hablemos un poco.

La mire como un niño de cuatro años el cual no entiende la mitad de las palabras que le dicen pero intenta complacer a su interlocutor.

- Y dime Esteban, ¿Cómo esta Vanessa?, veo que al fin se encontraron, ¿y la pequeña?, esta hermosa la niña.
- Están bien, me puede explicar como es que sabe tanto de mí, nunca la había visto antes señora- El perro alzo la mirada ya pronto a ladrarme.
- Quédate tranquilo Sirio, dale tiempo- El perro volví a echarse sin quitarme la mirada de encima.
- Veo que te has acostumbrado a todo lo que es lógico, sigues siendo temperamental, pero no logras ver mas allá de tus propia narices, en cierta manera es lógico ser así, aquí, donde elegiste estar. Déjame ilustrarte un poco Esteban, ya estaba pautado que nosotros nos encontráramos, tal como lo hemos hecho tantas veces, has olvidado hasta como jugar ajedrez y tan bien que lo hacías. Esta fue tu decisión, estar aquí, entre ellos y nosotros, siempre fuiste observador y curioso, aventurero, y ahora crees que tu vida es solo la suma de un montón de días y de años y ansias con el alma la felicidad a costas de no saber que es o de siquiera pensar como se llega a ella.

Le quede mirando rato largo, no se sabe tanto de alguien así nomás, solo mi esposa sabia tanto de mi como para llegar a tales conclusiones, quizás fue ella quien le hablo de mi

- ¿y porque esta tan segura de lo que dice?- sonrió y asistió con la cabeza-
- Orgulloso también, crees que el mundo gira entorno a lo que tú solo crees, déjame decirte que hay miles de millones de mundo creándose en este instante.
- Pero…- me interrumpió al instante-
- Los pero son un vació en le pensamiento, mi querido amigo, estas tan llenos de ellos.
- Esta bien- asistí- déjeme preguntarle algo
- Dime.
- ¿Cómo es que sabe tanto de mí?
- Solo tú has decidido olvidar aquí, no yo.

Lo dijo de tal manera como si aquella fuera la respuesta a todas mis preguntas, solo decidí olvidar.

- no quiero ser grosero, usted me ha dicho que los pero son un vació en el pensamiento, verdad.
- Si
- Pero…- sonrió -
- Nunca tan bien usado…, siempre fuiste despistado, dime una cosa, ¿te gusta escribir verdad?
- Si
- Bueno, eso es algo que has hecho siempre, es mas que un gusto en ti, hay algo que te obliga a hacerlo, pero que tu haces complacido, mas allá del dolor en tu brazo, mas allá del cansancio y puedes hacerlo por horas sin detenerte siquiera a ver si lo que escribes tiene un orden lógico.

Un escalofrió corrió por mi espalda, aquella mujer ajena a mi memoria sabia tanto, mi interlocutora parecía un personaje deseado por años que simplemente se materializo frente a mis ojos, diciéndome, escríbeme que te contare una historia.

- No me ha dicho su nombre
- Ya lo recordaras, ahora ve, tu esposa esta por llegar del mercado y seria bueno que la ayudaras a ordenar las cosas, mañana te espero y no te apresures a nada, todo llega en su justo momento- se incorporo con un poco de dificultad- Ven, toma antes de irte.

Fue hasta una de las bibliotecas del otro lado del salón, saco de entre los libros un pequeño tomo al que no le llevo demasiado tiempo encontrar.

- toma- me dijo- este libro esta ansioso porque lo escribas, hace tiempo esta ahí, esperándote.

Tome el pequeño ejemplar y lo guarde en mi morral sin ver de qué se trataba.

- Aun la levas contigo- inquirió.
- ¿Que cosa?
- La pequeña cruz
- Es un regalo de mi madre.
- Muy bonita, ahora ve, y dile a tu madre que hizo bien en sacar al cristo que la cruz llevaba, veo que se ha vuelto mas sabía con los años.
- ¿conoce a mi madre?
- Claro…, tú la elegisteis.
- Pero…
- Hasta mañana.

El calor era abrasador, unos cuarenta grados a la sombra. Baje por la calle de empedrado hasta el pequeño negocio de comidas, ahí estaba vanessa acomodando las latas de conserva en la alacena, la mire un rato largo hasta que reparo que estaba detrás de ella.

- Hola- dijo- Creí que eras un cliente.
- No estamos muy acostumbrados a ellos- sonrió-

Me quite el morral y lo deje sobre la mesa, al instante cayo el pequeño ejemplar, lo mire sorprendido al tomarlo, sus tapas y hojas estaban vacías, recordé las palabras de la señora, “te estaba esperando para que lo escribieras”. Quede nulo mirando la páginas vacías de aquel libro, perdiéndome en el profundo blanco hasta que algo me exalto, me incorpore al segundo con tanta rapidez que la silla en la que estaba sentado fue a dar un par de metros detrás, - ¡Que pasa!- exclamo Vanessa.
- nada… solo una pequeña araña que pasaba por la mesa- dije.
- ¿Tanto alboroto por una pequeña araña?
- Si… perdón si te asuste.

No fue ninguna araña la que me espanto, el motivo fue un tanto mas extraño, en el libro de hojas vacías se habían empezado a escribir algunas líneas, pero en total ausencia de mi mano y una pluma, lentamente me fui acercando donde el libro para ver de que se trataba, que decían aquellas palabras.

“De apoco empiezo a recordar, la vieja casa donde nos reuníamos, ahí estaban todos, los que en otro tiempo estarían también conmigo. Me senté un poco aparte para escribir, ya que estas líneas serán anónimas a otros ojos, se me esta permitido escribirlas. He comprendido al fin que somos distintos a ellos, muchas veces le pregunte porque son necesarias estas cosas y aun sabiendo la respuesta me gustaba escucharla de su boca, su voz era bondadosa, como ese aire que anhelamos respirar, el que nos llena y no sabemos de que. Por aquel entonces se me había encomendado cuidar a alguien, una pequeña niña recién nacida, su nombre era Rosa, ella tenia un hermano bastante travieso que me tenia bastante ocupado y siete años mas tarde llegaría el tercero. A veces quería no saber tanto de lo que vendría, no existía la sorpresa para nosotros.”

- Que haces- Dijo Vanessa. La mire y volví la vista al libro y para mi sorpresa este estaba tan carente de letras como la primera vez que lo había abierto.

Llego la hora de la siesta, muy común en los pequeños pueblos, las chicharras cantaban y cada tanto se escuchaba algún viejo tractor que volvía de los campos a dar descanso a su maquinista. Yo no solía dormir, fui criado en la ciudad y llevaba ese trajín interno de estar todo el día en vigilia aun sin nada que hacer, volví al libro y continúe con aquella extraña lectura invisible, al menos a los ojos de mi esposa.

“solíamos reunirnos mientras nuestros encomendados dormían, la biblioteca era nuestro punto de encuentro, algunos leían, otros escribíamos y otros disfrutaban del ajedrez. Yo solía jugar con sol, fue el nombre que eligió porque fue lo primero que sus ojos vieron cuando llego.
Pasábamos largas jornadas frente al pequeño juego componiendo melodías que se iban mezclando con la de los demás miembros de la sala, entrábamos y salíamos continuamente, Rosa era pequeña y entre sus largas horas de sueño me dejaba bastante tiempo libre, Sol cuidaba de alguien de nombre Esteban, un escritor de poca fama a quien describía como un hombre de espíritu impetuoso y confuso. La casa era fácil de mantener, solo había que pensar en como queríamos que las cosas estuviesen dispuestas y así quedaban, no teníamos contacto con quienes cuidábamos aunque a veces podíamos dejarnos ver en lugares concurridos, éramos esas caras familiares en los recuerdos de la gente, solo los pequeños podían vernos sin que nosotros siquiera nos diéramos cuenta, el decía que por su pureza gozaban de tal facultad, pero claro solo hasta cierta edad, luego pasábamos a ser aquella suerte de amigo imaginario, pero había quienes ya alcanzada la madurez podían interactuar con nosotros de forma fluida y natural, “los caídos”, así los llamaban, seres que eligieron aquella existencia por propia voluntad.

Las palabras de aquel libro llegaban hasta donde se detenía la lectura, pero a la vez que aventuraba la vista a los espacios vacíos en aquellas páginas estas volvían a engendrar letras.

Entre nosotros había un recién llegado, un alma joven pero que había trascendido en ciertas cosas desconocidas para nosotros, se había aventurado a ambos lados, era un “caído” pero con la facultad de estar allí y aquí. Nosotros somos almas viejas, la más vieja aquí es Sol, esta casi desde el principio, yo hace un tiempo largo que estoy por aquí, pero aquella nueva alma nos sorprendía a todos con las historias que nos contaba. Solemos desconocer la mayoría de las emociones, en nuestra naturaleza primera, la pureza, pero aquella joven a pesar de su incursión en el mundo de los hombres, mantenía su pureza intacta.
Me gustaba observarla, sus cabellos veteados entre castaño claro y oscuro, sus ojos negros de mirada pura y profunda, su nombre era Vanessa…

Un suspiro se aventuro a los confines de mi plexo, tanto así que mi garganta se sintió asfixiada por ese nudo, que clase de broma era aquella.
Desperté temprano, la casa estaba en silencio, el característico olor a comida quedaba siempre en el aire, los primeros rayos de sol se colaban por la persiana, refresque mi cara y nuca, los pueblos en las mañanas suelen tener la misma calma del resto del día, son lugares que se prestan para pensar en tranquilidad, tanto da lo mismo aquí o allá, mi lugar preferido para hacerlo estaba a orillas del rió. Solo lleve mi caña y un poco de pan como carnada y en mi excusa de pescador, me fui a pensar. Como de costumbre mi morral siempre viajaba conmigo a cualquier lugar y como siempre rara vez suelo recordar lo que llevo dentro, pero esta vez estaba mas que enterado que el pequeño ejemplar venia conmigo, intrigado, asombrado y ansioso mientras la caña se erguía desde el suelo, clavada en la tierra a unos dos metros de mi me senté al pie de un árbol. Lo tome una vez mas, lentamente las palabras se materializaban en las páginas, una por una y sin apuros.

Había escuchado hablar de ella en más de una oportunidad, solemos conocernos todos aunque no estemos en un mismo lugar, quise preguntarle en más de una ocasión que se sentía estar del otro lado pero nunca me anime. No tenemos un tiempo cronológico, no tenemos edad, nuestro tiempo es infinito como el espacio de modo que ya habría oportunidad de conocerla.

No puedo explicar de forma acertada que es lo que causaba leer aquellas líneas, cuando se lee se van generando imágenes mentales de los personaje y lugares, pero con aquel libro era distinto, se asemejaba mas a evocar un viejo recuerdo muy nítido, por cada palabra que leía un compendio de situaciones casi reales se me hacían a la memoria, tan real que podía sentir a flor de piel cada cosa ahí escrita. Quien escribió aquellas letras se había referido a una pequeña, alguien a quien cuidaba, su nombre era Rosa, ese era el nombre de mi madre.
Aquella mañana simplemente me quede junto al rió, aguardando el medio día, ansioso por el encuentro con la extraña anciana. Había llegado a aquel pueblo por una extraña maña del destino, antes vivía en una gran ciudad, un lugar pronto a estallar todos los días con un montón de gente puesta a prueba, persiguiendo sus ambiciones a mas no poder, una gigantesca olla a presión pronta a bullir. Una mañana desperté listo a comenzar mi jornada, recuerdo siempre estar mas cansado que cuando me acostaba, los ojos que no quieren abrirse, una sensación de vacío espeluznante y una pesadez como si cargara el mundo a mis espaldas y la vieja nave siempre estaba ahí, con su foco apuntando hacia la puerta, como diciendo, “ven, súbete y larguémonos de aquí” y aquel día aprendí a escuchar, a dejar ese gran mundo de los hombres en silencio, a dejar las viejas voces que replican continuamente que si no eres de aquí no eres de ningún lugar y así entonces jamás serás alguien y la nave encendió… y jamás volví a la ciudad de los hombres.
El tanque lleno de combustible y una ruta que se perdía en el horizonte, los horizontes que nunca se alcanzan, simplemente el caucho rodó sobre el pavimento a no mas de sesenta o setenta kilómetros por hora, procurando que el rendimiento fuera optimo para lograr así recorrer una mayor distancia me deje llevar por el suave traqueteo del motor y por el viento que iba hacia el mismo lugar que yo y la ultima bocanada que dio el motor me dejo justo donde siempre quise estar… Sentado a orillas de un río cristalino. En aquel lugar conocí a quien mas tarde seria mi esposa y fueron las largas horas sin comer las que me llevaron en su presencia, me enamore de un rostro conocido al que jamás puede ubicar en ninguno de mis recuerdos y aun así siempre me fue familiar. Vanessa era una suerte de enigma desde la primera vez que la vi en aquel pequeño restaurante, claramente recuerdo mi sorpresa, cuando se volteo y su rostro quedo enfrentado al mió, era ella y sigue siendo ella y es cierto, hay cosas que cambiaron, que nos volvimos ambos parte de algo pero no quito su rostro de aquel pasado sin conocerla.
Ya llegado el medio día me encamine a la vieja casa, mientras recorría el camino tenia una extraña sensación, el tiempo se detenía y volvía en otro tiempo, el paisaje cambiaba pero el lugar era el mismo, un truco óptico donde en un mismo escenario se mezclaban distintas perspectivas. Parado frente al gran portón mi tiempo volvió entre la humedad y el calor todo en mi era pesado no necesite de esfuerzos frente al coloso de hierros retorcidos, este se abrió solo y el pequeño sendero de flores dio la bienvenida hasta el zaguán una ves mas.
En la puerta estaba ella, de mirada apacible con sus grandes ojos azules, sin gafas cosa que me resultaba extraño en alguien de tan avanzada edad.

- Has vuelto, ven vallamos hasta la biblioteca… ¿deseas tomar algo?
- No gracias – acote.
- Estaba hermoso el río, ¿verdad?, es muy pintoresco en esta época del año.
- Es lindo en el verano, fue una de las razones por las que me quede en el pueblo – sonrió –
- Si así lo quieres creer. ¿y dime, como va tu lectura?
- De eso quería hablarle – instintivamente y sin reparar demasiado en la situación tome una de las piezas del ajedrez y la moví de lugar teniendo la certeza de que aquel movimiento ganaría la partida.
- Disculpe – volví la pieza a su lugar.
- ¡No!, no la muevas, tanto tiempo que este juego comenzó y nunca había calculado ese movimiento – movió otra pieza – tu turno.
- Es que no se jugar – inquirí.
- Solo déjate llevar y pronto el ajedrez será una de las mínimas cosas de las que puedes hacer. Ahora dime, ¿has leído algo del libro?
- Si, aunque su libro es un tanto extraño – al instante me interrumpió - ¿mío? Ese libro es tuyo, fuiste tú quien me pediste que te lo entregara cuando volvieras.
- ¡yo! - Respondí exaltado –
- Si tu, solías escribirlo sentado en aquel rincón – señalando un sillón frente a uno de los ventanales
- Eran bonitas las melodías que tocabas cuando escribías.
- ¿melodías?, no entiendo nada de lo que me habla, dice que yo escribí un libro en un lugar en el que jamás había estado, ¿Qué es lo que esta pasando aquí?

Me miro con dulzura, se mantuvo en silencio un pequeño instante, yo la miraba extrañado, confundido, se sonreía como si alguien le susurrara al oído algo gracioso.

- ¿Aun no me recuerdas verdad?, tanto tiempo que pasamos juntos – suspiro – mi nombre es… La interrumpí al instante-
- Sol
- Ese es mi nombre – dijo con una expresión de alegría que ilumino sus ojos.
- Usted esta en el libro.
- Si, que bien te hiciste de un lugar para mí entre tus letras. Ves sirio – dijo mirando al perro – te dije que recordaría

Antes de poder llegar a decirle que en realidad no recordaba nada de lo que tan fervientemente quería que recordara, que solo lo había deducido de lo que había leído de aquel enigmático libro, antes de que mi boca modulara, la habitación se lleno de gente, por todas partes y lo mas extraño, mi esposa también estaba ahí.

- te ocurre algo – pregunto Sol.
- ¿Quiénes son todas estas personas?
- ¡Que bien! Ya puedes verlos – expreso con alegría y al instante desaparecieron-
- ¿Quiénes eran?
- Aun están aquí, son amigos, tuyos y míos, van y vienen continuamente, ¿la has visto?
- Era Vanessa.
- Si, es ella, te dije que se habían encontrado.
- Disculpe señora, es que no entiendo que sucede.
- Bien, voy a ayudarte un poco. A lo largo de tu vida has fabricado tu propio concepto del mundo, sabes que las cosas suceden siempre por una razón, de ahí es que no te sorprende demasiado la gama de actos humanos que se suceden a diario, sabes que el mundo esta cambiando, que en cierta forma se ha corrompido pero que en cierto modo aun se mantiene una suerte de pureza esencial y es quien da el equilibrio entre los elementos, y es así que a los ojos de los hombres el mundo se esta transformando, pero bien sabes que es una transformación esencial que ha de separar a los nobles de los injustos y tu sabes distinguirlos entre las multitudes, con solo verlos y todo esto se debe a nuestra naturaleza, sabemos del orden de las cosas y a veces por mas atroces que parezcan, no son mas que lecciones necesarias para que otros aprendan.
- ¿Nuestra naturaleza?
- Cada uno tiene misiones en esta y otras existencias, hasta la mas sencilla de las criaturas tiene un propósito de existir ya sea una vida que dure pocos segundos o cien años, no vale el tiempo sino el hecho para el que hemos sido creados, también existen reglas que se pueden romper, se pueden aplazar los tiempos a gusto propio, siempre y cuando se conozcan los mecanismos para hacerlo y mientras se este vivo en esta referencia existencial aun hemos de marchar con propósitos.
- Así que ni tu ni yo hemos concluido nuestra tarea, digo, es que aun estamos vivos- mi ironía se sentía en la habitación-
- Nuestro propósito es otro Esteban, -prosiguió con total paciencia- somos…, como decirlo. Guardianes… Si, guardianes en las vidas de otras personas, cuidamos de ellas, se nos encomienda la vida de un ser y con el estamos desde el principio hasta el final, en su transición por estos lares, este paraje del universo, por llamarlo de algún modo, y luego otro ser se hace a nosotros.
- Suena un poco frió dicho de esa manera, es como si hablara de tramites y no de personas.
- Al contrario, cada persona que pasa por esta vida la nutre con su esencia, deja parte de si y de mil maneras distintas, hay un unísono hacia donde todos vamos y venimos continuamente es un ciclo renovable.
- ¿y que me dice del mal?
- El mal no es mas que una artimaña, una ilusión, por llamarla de algún modo, ya te he dicho somos parte de un todo, al que vamos y luego volvemos, “ciclos renovables” recuerdas.
- Pero vale esa ley, “lo que aquí se hace, aquí se paga”
- Si, y del otro lado también, lecciones, es la base continua de todo aprendizaje.

Le miraba atento, descreído de lo que escuchaba pero encantado de saborear esas palabras, pero como es lógico, las dudas surgen, si fuera verdad o si tan solo fuera un buen caso para alguna institución psiquiatrita, pero redunde en mi anterior pensamiento, y si fuera verdad que fue lo que hice yo durante tantos años

- Experimentar
- ¿Qué?
- Has experimentado durante todos estos años… de nada sirve pensar aquí, entre nosotros, tus pensamientos son tan claros como tus palabras.
- Bueno, digamos que por un momento llegara a creer todas estas cosas, ¿que es lo que he experimentado según usted?
- Eso es algo que solo tú sabes, solo puedo decirte que ella fue tu mayor inspiración para lo que has hecho, sus historias y su frescura simplemente te dieron el coraje y te dejaste llevar.
- Y… ¿a quien se refiere cuando dice “ella”?
- Recién la has visto
- ¡Vanessa!
- Si, fue quien motivo todo esto en ti, y en nosotros claro, solo que no fuimos tan lejos como tu, será que estamos acostumbrados a lo nuestro. Solo se podría decir que ambos sentían esa pasión por ellos.
- ¿Quiénes son ellos?
- El que hoy eres tú.
- Los caídos
- No te aflijas, no hay nada de malo en ser quien eres, “caídos" es solo un termino que algún hombre nos dio alguna vez, una formalidad para presentarnos al mundo, ellos son seres de la tierra y a nosotros se nos ha asociado siempre con los cielos, tal nombre se debe simplemente a la transición entre la altura y el suelo.
- ¿y tu quien eres?- Pregunte-
- Digamos que un nexo entre las partes que están en ti, han pasado veintinueve años de tu estadía, en estos confines del universo, el tiempo es lento para quien lo vive, claro, es todo un proceso pasar por tantos años, pero de este lado solo fue un suspiro
- Lo que en definitiva me esta diciendo es que yo soy como usted; ¿Ángeles?- sol esbozo una sonrisa.
- Si así quieres llamarlo, pues si, seria una definición, aunque no somos como se cree en el imaginario colectivo, como te habrás dado cuenta, somos como una extensión, por llamarlo así, una extensión de quienes protegemos, una semejanza a su imagen, y un secreto, así es con todo. Un alma colectiva con sus ramas dispersadas por doquier pero todas en conjunto compartiendo la misma raíz.
- Hace un instante me dijiste que el nombre que nos han dado, “caídos” nos los puso un hombre alguien de aquí.
- Como ya te he dicho hay quienes pueden vernos sin esforzarse demasiado, poseen la naturaleza extraña de contemplar ambos mundos como si fueran uno, no se sorprenden con nuestra presencia y tampoco son de los nuestros, pero hay una historia, dice que ellos están desde el principio que son los destellos de la primera luz y que deambulan ayudando a los demás en una especie de simple misión que trasciende el tiempo y el espacio.

Repase en mi memoria quien de toda la gente que he visto podía ser uno de ellos, podría ser cualquiera, un amigo, un hermano cualquier conocido, dudo que dieran a conocer su verdadera identidad.

- ¿Ellos conocen sus facultades?
- En verdad no lo se, nunca tuve contacto con uno de ellos, no se nos encomiendan seres de estas características, están a un nivel distinto que el nuestro y muchas veces ni ellos saben que poseen este don, se transpolan de un tiempo a otro en el mundo de los hombres, sin llevar sus conocimientos de un punto al otro.
- ¡Reencarnación! – afirme.
- La reencarnación es una palabra dada a un hecho desconocido, no se reencarna, simplemente se sigue el viaje, como si se hiciese escala en un aeropuerto.
- ¿Y no es lo mismo?
- No, porque siempre estamos, todos cumplimos tareas aquí y allá, siendo siempre los mismos, la reencarnación en el mundo de los hombre supone traer la historia a un nuevo punto de partida en un solo individuo, darle los privilegios del pasado a un nuevo recipiente sin saber en verdad que la esencia de esa persona es en realidad la misma de tiempo atrás, trucos del hombre para sucederse una y otra ves sobre una misma idea, nada mas.
- Sabe señora, nunca fui bueno recordando, hay muchas cosas que ya se me han borrado, o tal vez estén ahí pero no logro verlas, no se será que el tiempo se me ha vuelto aburrido y ya no se que hacer con el, será así que ni el recordar me satisface.
- Solo se sucedió un ciclo y ahora quieres renovarte, fue el tiempo que te pautaste para estar aquí tu decidiste que así fuera solo que desconoces el mecanismo para volver en ti todo el esplendor de tu esencia y en lo que a mi concierne también desconozco la forma de hacerlo, ya que jamás he estado de ese lado pero tal vez ella tenga la respuesta.
- Pero si así fuera, todos estos años en los que he estado con ella, me ha engañado.
- No, simplemente ha omitido algunas cosas, no se le dice a alguien así nomás que no se es igual a los otros. Pero no solo por ese motivo, fuiste tu quien pautaste las condiciones de cómo se daría en tiempo y forma tu despertar, digamos. Tu protegida se volvió tu protectora en el mundo de los hombres, sabias que era la indicada para guiar tu camino.
- ¿mi protectora?
- Si, quien antes era tu encomendada, luego se transformo en tu madre, dijiste que era la indicada.
- ¿Y se puede hacer eso?
- Ya ves que si.

A pesar de todo seguía siendo yo, con las viejas mañas y voces en mi cabeza, un ser común no daría crédito a lo extraordinario más aun si se vive una vida tan rutinaria como la mía, y si acaso todo aquello fuera verdad, no había una pizca en mi de luz o razón que me llevara a mi vieja seudo existencia.

- sabe, no quiero ofenderla, pero es un tanto complicado esto que me cuenta, y aunque usted lo hace ver muy sencillo yo no lo veo así, diría que usted esta loca o casi si no fuera por algunas cosas que no puedo explicar, el libro, el saber lo que pienso y algunas otras cosas de mi vida que en otras circunstancias usted desconocería, y con todo esto no quiero ofender pero por el momento simplemente voy a retirarme.
- Bien, pero no te demores mi tiempo es eterno, pero el tuyo no.
- ¿Eso es una ironía?
- No, es una realidad, solo déjame decirte algo- se acerco y me susurro al oído- “Despierta” –
- Nos vemos pronto Esteban.
- Hasta pronto sol – y lo dije con tal firmeza que supe que pronto la volvería a ver.

Ya en casa esa tarde después de haber dado un paseo por el pueblo, decidí intentar hablar con Vanessa de aquello que me estaba pasando, debo confesar que no era fácil hablar de aquel tema sobre todo si simplemente era un juego de alucinaciones de la anciana, lo único que podía dar fe a mi relato era el pequeño ejemplar que llevaba conmigo. Vanessa no estaba en casa aquella tarde, la casa estaba limpia y olía a flores aunque no se veían de estas por ninguna parte. Aproveche el momento para leer un poco mas del pequeño libro

Si bien sus relatos eran entusiastas, lo que a mi me encantaba era el brillo en sus ojos cuando los relataba, hablaba de ellos como algo único y si bien así era a nuestro ver eran un tanto mas simples, bastantes agresivos entre ellos mismos, ambiciosos y egoístas y en mas de una oportunidad había destacado esto frente a ella y a lo que simplemente alegaba que esa era la naturaleza de sus sociedades y que no necesariamente un árbol de raíces torcidas crecía de tal manera, una vez me dijo que el mundo era producto de un sin fin de sueños, que algunos no eran compatibles unos con los otros pero que muchos vistos por separados y unidos entre si formaban lo que el hombre daba por llamar “esperanza”. Palabra oportuna enfatizaba siempre, es la que salva a los hombres de muchas de sus necesidades inútiles, nos costaba entenderlos según ella porque no estábamos en su mundo que para vivir en el nuestro no era necesario el sin fin de artilugios con los que ellos contaban, son solo trampas puestas por ellos mismos para limitar sus capacidades pero puedo asegurarles que su pureza esta intacta bajos sus caparazones.

Sencillez, así se siente al pasar de las letras, un bálsamo, como si a cada palabra que se dibuja se desatara alguna magia, como la palabra despierta susurrada a mi oído por Sol . Numerosas sensaciones se hacían a mi, recuerdos que no eran míos o al menos así lo creía. Deje de visitar la casa por unos días y me enfoque más en estudiar a la mujer a mi lado, Vanessa, que conexión tenia ella en todos estos sucesos la curiosidad rondaba en torno a si ella conocía a sol.

- Vanessa, que haces.
- Ya ves, tratando de sacar estos pedidos, podrías darme una mano verdad, por cierto, has estado un tanto extraño estos días.
- ¿si?, porque lo dices.
- No se, siento como si estuvieras a cada instante por preguntarme algo, tal vez me equivoco.
- No, no te equivocas, ya que lo mencionas, vistes la vieja casa al final de la calle.
- ¿La que esta abandonada?
- Si, esa misma aunque no esta abandonada, en ella vive una anciana un tanto particular con la que me he estado reuniendo en estos últimos días. – se sonrió-
- ¡Bueno!, debes de haber estado hablando con un fantasma, ya que ahí hace mucho tiempo no vive nadie, si es verdad que vivió una anciana, pero eso fue hace mucho tiempo.
- Como sea, en lo que a mi respecta si vive una anciana, su nombre es sol, vive con un perro, un labrador, ha, y un montón de ángeles que vienen y que van – se lo dije así, como de golpe, esperando me afirmara que así era, pero no, me miro extrañada y confusa.
- ¿un montón de que?
- He, ángeles dije, no quise decir ángeles, es que en la casa hay una biblioteca y va mucha gente a leer a su casa y una de estas se llama ángel, alguien con quien he estado hablando simplemente, de libros y esas cosas.
- Pues lo debes de haber soñado Esteban ya que ahí no vive nadie, salvo que hayan puesto una biblioteca en aquel lugar.
- Si, eso es pusieron una biblioteca – que torpeza la mía, me sentía entupido de pensar que Vanessa era lo que la loca anciana en mi cabeza afirmaba que era.
- No me hagas caso Vanessa es que estoy un tanto cansado, ya sabes este calor puede ser perjudicial para la salud. Sabes debo ir a la ciudad a buscar a Agustina demorare un buen rato así que no me extrañes. – Ella sonreía y me miraba con picardía.
- Ve tranquilo Esteban, no se demoren para la cena.

Partí rumbo a la Terminal del pueblo para ir a buscar a Agustina, ese es el nombre de mi hija, a lo que puedo decir que en verdad no se si existen los ángeles pero puedo asegurarles que ella es mi ángel personal.

Ya devuelta en el pueblo y con la niña, caminábamos por la vieja calle de empedrado rumbo al local cuando al pasar por la vieja casa Agustina se detuvo deteniéndome a mí también.

- Que pasa Agus, porque paraste.
- Es que alguien nos esta llamando papá, allá mira, desde la ventana de esa casa. – y efectivamente ahí estaba sol saludándonos. Alce mi mano asistiendo el saludo.
- Es solo una vecina Agus sigamos.
- Pero papá, nos esta invitando a pasas y vos siempre me decís que es de mala educación no aceptar la invitación de un vecino cuando nos invita a su casa a tomar café con leche y galletas, como lo esta haciendo ella.
- Ella ha dicho eso porque yo no escuche nada – y otra vez su voz afirmando que efectivamente nos estaba invitando.
- Bueno pero solo unos minutos.

Y allí estaba nuevamente en la entrada de la casona, con mi hija invitados ambos por la anciana imaginaria

- Pasen por favor, pero que grande y hermosa que estas Agustina.
- Gracias Sol – dijo Agustina
- Pero como sabes el nombre de la señora – me miro con esa cara que ponen los niños de seis años cuando no saben porque pero que si lo saben nada mas, sus labios se juntan y van hacia abajo mientras que sus hombros se encojen y van hacia arriba.
- Como te he dicho Esteban ellos pueden vernos sin esfuerzos como escucharnos sin palabras, y te has hecho de la compañía de dos hermosos “ángeles” en esta tierra.
- Sabe, he intentado hablar con vanessa, disimulando la verdad, en caso de que todo esto sea cierto, diciéndole que aquí vivía una anciana la cual estaba rodeada de Ángeles o como quiera llamarles, y la verdad es que no se sorprendió demasiado, al contrario dijo que si, que aquí vivió una anciana hace un tiempo pero que la casa estaba desabitada y lo que yo decía no podía ser así. Entonces que me puede decir ya que por lo que usted me dijo ambos ya hemos estado aquí.
- No te has puesto a pensar que vanessa puede obviar la verdad de la misma manera que tu has tratado contarle, de forma brusca por cierto, todo esto nuevo que te esta pasando, quizás ella no considere que es el momento oportuno o quizás no lo considere nunca, eso no lo se ella a mi no me ha encomendado nada, tu si, me pediste que a tus veintinueve años te despertara, por decirlo de alguna manera. Pero ni siquiera yo puedo despertarte, eres tu quien debe encontrar la forma luego del llamado y si no lo haces mi propósito, aun así estará cumplido. En definitiva, son ustedes que pactaron esto, son ustedes que deben conjugar y ver los modos o mecanismos para cumplir con su propósito.

Mientras hablaba con sol Agustina tomaba su café con leche y galletas con chispas de chocolate, sin prestar demasiada atención a lo que nosotros hablábamos, como si estuviese envuelta en una burbuja disfrutando de su sabrosa merienda con una sonrisa pura y nítida. Comprendí que aquel lugar era como un bálsamo para el espíritu humano, ya que mas allá de mi confusión cada vez que pisaba aquel suelo una extraña pero significativa paz se hacia a mi, me sentía como en casa, donde mas allá de todos mis afectos allí también habían otros afectos lejanos a mi memoria pero muy arraigados en mi. Sol era una interlocutora precisa, exacta en sus narraciones hacia mí y hacia todo lo que concernía en mi vida mi mas ansiado personaje desde hacia mucho tiempo contándome la mejor historia que jamás hubiese escuchado hasta haciéndome a mi participe de dicha narración.

- Sol, pareces una persona amable y que estas segura de todo lo que me dices, pero si en verdad no es mas que un buen cuento lo que me has dicho, que debería pensar de ti he incluso porque a mi a quien has de contarle todo esto, fantástico pero no muy lógico.
- Me dijiste que leíste el libro, y hasta que era un tanto extraño como tal y dime, como podría yo saber tanto de ti si no nos conociéramos.
- Eso es algo que me he preguntado. Y lo del libro también, no se tal vez sea alguna especie de tinta que al entrar en contacto con el aire se materializa.
- Ja, ja. Gran imaginación la tuya, no se que es lo que dice el libro en verdad, nunca lo leí y aunque hubiese tratado solo quien lo escribe es quine puede leerlo, ha, y descarta lo de la tinta mágica.

No veía la forma de creer en todo aquello, pero tampoco encontraba la forma de que no fuera así, demasiadas coincidencias superaban a la razón en varios tantos.





Texto agregado el 30-12-2009, y leído por 222 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
20-11-2012 . ggg
03-02-2010 Hola he leido tu texto de un tirón y me he identificado particularmente por el trasfondo, todos los símbolos con que se arma, creo, la búsqueda interior en el corazón de Esteban; su comunicación con esa casa viene de sí mismo, se oye a él mismo desde el crujir del portón, pasando por las charlas con Sol y hasta la lectura de ese libro, cosas que has sabido simbolizar bien a mi juicio; es que dejas abierta la posibilidad de concebir los hechos de nuestra vida bajo otra perspectiva, la naturaleza de cada ser humano compuesta por un origen y dirigida a un destino diré que diferencia a cada individuo; el hecho que existen quienes viven de este lado y del 'otro lado', es un cuestionamiento interesante y necesario para meditar sobre nuestra búsqueda, que en el texto aperece ambientada en ese lugar, las circunstancias de los personajes, el darse cuenta que esas voces pertenecen a otra manera, hoy descreditada por las ciudades y las sociedades competitivas, de entender nuestro paso por la tierra; en fin gracias por colgar este texto aquí, merecería más análisis de ideas, y hay un manejo en tu escritura que sólo pide perseverancia, saludos, quilapan
 
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