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Ese día, para variar, iba retrasado al trabajo.
Medio vaso de leche y una mitad de pan tostado constituyeron el desayuno express tras cerrar la puerta con llave y despedirme de mi perro guardián, Aslan.

Era una mañana agitada y como cualquier lunes, por alguna extraña razón, el transporte público estaba repleto. Por suerte, siempre traigo conmigo mi reproductor de música para huir de las quejas y mal humor matutino del resto.

Fuera del metro, un señor de aspecto extraño y raídas vestimentas, ofrecía el diario anunciando información sobre la extraña enfermedad en el norte. Un tipo de fiebre alucinógena con un origen desconocido que rápidamente contagiaba a la población. Se había convertido en el tema principal toda la semana en los noticiarios. No había tenido víctimas fatales aún.

Seguí mi camino casi corriendo sin prestar atención al longevo vendedor ni al rebaño que transitaba por mi lado. Siempre he considerado salir al menos 20 minutos más temprano para no convertirme en otro carnero con prisa.

Lunes, lunes, lunes, lunes, lunes – mi mente se ahogaba en sus quejas en un ambiente de música Trip hop y en un estado casi de trance. Me detuve a fumar (sé que es un vicio pero es algo indispensable antes del trabajo, casi como tomar desayuno, al menos para mí). No es que diga que sea adicto pero es algo así como una especie de “cosas de rutina” que hago simplemente por hacer. Mi consciencia vuelve en sí sólo para sentir la árida sensación del humo del cigarrillo, pasando a través de mi garganta para luego ser exhalado y darle un respiro a la ansiedad del largo y maldito día lunes.

En el trabajo, todo idéntico, nada inusual. Rutina, llamados, secretarias y bla bla bla…hoy sería el día más largo de mi vida (siempre decía lo mismo). Antes de llegar a mi escritorio, oí al guardia de turno y algunos compañeros de trabajo discutiendo frente al televisor del área atención al cliente. Estaban histéricos, irritados, pude notar que el ambiente estaba denso. Lo más raro es que nadie estaba peleando. Caminé hacia ellos tratando de descifrar qué demonios estaba ocurriendo pero solo oí gritos desesperados a punto de romperse a lloriquear. Les grité pero no hubo respuesta así que caminé más rápido para ver la pantalla y tratar de entender todo este alboroto.

“… la situación es incontrolable, las autoridades no quieren referirse al tema. Como pueden observar, la gente está enloqueciendo, atacándose unos contra otros. Algunos especialistas se han referido a la enfermedad viral proveniente del norte pero nada es oficial. Algunos religiosos lo anuncian como “el fin de los tiempos”. Esto es un verdadero caos… les recomien… que busq… lugar seguro…onde ocultarse de…”. Luego aparece un mensaje de “problemas técnicos” en la pantalla.

Todos nos miramos atónitos sin reaccionar al instante. Las imágenes de los norteños matándose entre ellos giraban vertiginosamente en la retina de mis ojos como si lo estuviera viendo por segunda vez. Era como si trataran de comerse entre ellos o al menos eso fue la respuesta que propuso mi sentido de deducción. Lo sé, sé que suena ridículo, pero es lo más cercano de cómo lo puedo explicar.

Aún seguíamos estupefactos en la oficina tratando de asimilar, entender, comprender o reaccionar. Fueron los cinco minutos más extraños de toda mi vida. Quizás, si no hubieran comenzado a sonar las sirenas de los bomberos, de la policía y ambulancias al mismo tiempo, nadie hubiera movido ningún pelo en media hora. El ataque acústico de las calles fomentó la histeria colectiva dentro, y al parecer, fuera de la oficina. Por la ventana, pude ver como la gente corría convulsivamente hacia todos lados, siendo atropellados por conductores en las mismas condiciones.

Súbitamente, levanté la mirada hacia el norte de la ciudad. Involuntariamente la mandíbula bajó de su posición normal para revelar el sentimiento de pasmo que sufría mi consciencia. Casi las mismas imágenes de la televisión estaban ocurriendo unas cuadras más allá. Gente lanzándose sobre otras como perros furiosos y hambrientos. No estoy seguro, pero creo haber visto partes humanas desgarradas despiadadamente de sus cuerpos tirados por toda la cuadra. Un par de autos se estrellaron, uno hacia la pared y el otro hacia un poste de luz, arrollando alrededor de una docena de personas brutalmente. Recuerdo haber oído un par de disparos, una docena de ventanas haciéndose trisas, gritos desesperados, especialmente uno muy exasperado proveniente de una mujer. Mi cabeza no podía admitir lo que mis ojos le transmitían. Tenía una sensación de deja vu que no puedo describir en palabras. Mis extremidades no respondían a las órdenes del cerebro como si hubiera hecho corte circuito.

Pude moverme recién cuando sentí los mismos gritos de histeria trasladados al primer piso de este mismo edificio. Me asomé, aún exaltado, por la baranda que apuntaba hacia el hall central, había un caos aterrador allá abajo. Hojas de papel volaban por todas partes, computadores destrozados en el piso, mis compañeros de trabajo estaban siendo asesinados frente a mis ojos de forma despiadada y macabra. Vi sangre por todos lados, personas o “seres” de cuclillas despedazando cuerpos y a la vez luchando entre sí por los pedazos.

Jamás olvidaré a aquel que me miró directo a los ojos. Tenía los ojos grisáceos casi como el de la acera, tenía unas manchas serpenteantes semejantes a venas en el rostro. Estaba salpicado de sangre por todo el cuerpo, incluyendo las manos y la boca. Al mirarme fijo, produjo un grito (más parecido a un chillido en realidad) muy agudo, como el de un roedor. Luego corrió hacia las escaleras encolerizado para atraparme y destrozarme en pedazos. Voltee raudamente y me di cuenta que ninguno de los que estaba allí antes estaba ahora. En ese instante, en el único lugar que se me ocurrió escabullirme fue mi oficina. No recuerdo haber pestañeado ni respirado. El terror invadió y agobió mi alma entera. Una fría sensación recorrió desde la nuca hasta donde termina la espalda. Gritos silenciados por el horror de la situación, intentaron huir pero quedaron pasmados dentro de mi pecho. De repente sentí el cuerpo más pesado, me tiritaban las piernas y mis puños permanecían empuñados enterrándome las uñas en la palma de la mano. De pronto, oí a la criatura detrás de mí, corriendo eufóricamente para atacarme. No había espacio para pensamientos así que el sentido de supervivencia tomó el control de mi cuerpo entero.

Al girar en la curva, divisé al fondo del pasillo, la puerta de mi oficina abierta. Aún podía oír los gritos de la gente siendo perseguida como presas de perros callejeros hambrientos. Al llegar, cerré la puerta y con una fuerza dominada por la adrenalina logré estancar la entrada con mi escritorio. En dos segundos, el ser comenzó a lanzar su cuerpo contra la puerta para poder derribarla pero no le dio resultado. Me senté en un rincón, cubriéndome la cabeza con ambos brazos, dejando soltar varios sollozos y tratando de ensordecer los bramidos de aquel hombre-cosa-ser-animal que trataba de alimentarse con mi cuerpo.

Fueron los segundos, minutos u horas (perdí el sentido del tiempo) más horribles de toda mi vida. Toda mi vida fue recorrida a través de imágenes en mi mente. Al mismo tiempo, se cruzaban aquellas que mostraban a mis propios compañeros de trabajo siendo descuartizados por esas criaturas que alguna vez fueron humanos…


…En este momento, la criatura ya no se encuentra golpeando mi puerta pero aún puedo oírlos masticando los cuerpos tirados sin piedad por todo el edificio. Lo bueno es que está oscureciendo y podré escabullirme sin ser visto o al menos eso creo, en unas horas lo intentaré…



Espero que este documento, cuya intención es dejar plasmado lo que realmente ocurrió, sea encontrado en el futuro por alguien quién haya sobrevivido a este Apocalipsis y dar a conocer los sucesos ocurridos en esta parte de la cuidad… SUERTE!

Texto agregado el 31-12-2009, y leído por 112 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
01-01-2010 En especial me gustó porque tengo uno similar, “Del Otro Lado”, pero este está muy, muy bien llevado. Te mantiene en la historia y no te larga. Capo! ElnegroHinojo
31-12-2009 la suerte para vos! (buenísimo) smeagolna
 
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