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Julia amaba a Andrés por lo cotidiano, pero no lo sabía. Amaba sus chistes simplones, los domingos por la mañana durmiendo hasta tarde, sus manos grandes y hasta el desastre que dejaba en la cocina cuando intentaba preparar el desayuno.

Se habían conocido hacía ya tanto, se había acostumbrado tanto a su risa, al acomodo de sus cuerpos en la cama, que dormir juntos se había vuelto simplemente trivial. Julia pensaba que todo eso era normal, después de todo compartir la vida con alguien no siempre iba a ser como subirse a la montaña rusa todos los días.

Además un poco de sosiego y estabilidad en la vida no le sentaba tan mal o ¿si? Claro que no, ella estaba acostumbrada, como la mayoría de las mujeres, a ser o por lo menos a pretender ser perfecta y su vida con Andrés sólo era parte de otro papel que ahora le tocaba interpretar y estaba dispuesta a cumplir.

Sin embargo, hacía tiempo que Julia venía sintiéndose algo así como vacía, ella no lograba entender por qué, pero el sentimiento venía persiguiéndola a pesar de todos sus intentos por ser feliz. ¿Cómo? ¿Qué no se supone que la felicidad es inherente a uno cuándo lo tiene todo?

Pero bueno, ella ya lo había intentado todo, desde visitas a la psicoterapeuta, pasando por el yoga y hasta por una tarotista que le dijo: “prepárate para los cambios”. Genial. Habían pasado meses y nada en su cotidiana vida cambiaba, al contrario, Andrés y ella cada vez se parecían más a un par de buenos amigos que comparten largas veladas, la casa y los gastos de una vida en común.

¿Dónde habían quedado las románticas escapadas del fin de semana? ¿Dónde las locuras de hacer el amor bajo la sombra de un árbol en pleno descampado? ¿Dónde los viajes que planearon desde siempre? ¿Dónde estaba la adrenalina de despertar cada mañana juntos? Todo eso se lo pregunto Julia una madrugada lluviosa de enero, a la mañana se levantó y se fue al trabajo.

Mientras navegaba por Internet, se topo con una interesante página que prometía lo imprometible, cambiarte de identidad, ¿de identidad? O sea ¿ser otra?.Wow eso debía ser maravillosamente increíble y al alcance de sus manos por unos módicos cientos de pesos, sí, justo lo que necesitaba pensó ella.

Entonces Julia, puso manos a la obra, decidió que era tiempo de llamarse Paulina, si ese parecía un nombre sexy, ok ahora la edad, ¿por qué no quitarse unos pocos años? digamos unos 10, sí 30 era una buena edad para aventurarse a una nueva vida. Y por profesión, ¿por qué no?, ella sería de ahora en adelante escritora, esa parecía ser una profesión que ofrecía innumerables experiencias, tal y como lo leía siempre en las pestañas de los libros de famosos escritores que viajan por todo el mundo. Y ya puestos de una vez, porque no buscarse un amante de ocasión.

Segurito que todo esto de ser otra no le iba a parecer nada bien a Andrés, pero ¿por qué no hacerlo cómplice de la farsa? así cuando se enterara de toda esta locura hasta risa le iba a dar. Entonces Julia, no más bien dicho, Paulina, empezó a mandarle mails a Andrés a su cuenta del trabajo.

Al principio Andrés pensó que sólo se trataba de una loca mujer con un correo equivocado y le pidió dejase de molestarlo, pero Paulina siguió insistiendo cada vez más atrevida, cada vez más loca, cada vez más viva en sus pensamientos, cada vez lo hacía reír más y más con sus ocurrencias, coincidentemente los mails de Paulina le recordaban a Julia cuando ésta, solía no tomarse la vida tan a pecho tratando de hacer malabares para “equilibrar” todo en la vida de ambos.

En casa, Andrés estaba distraído pero curiosamente feliz, tanto que hasta decidió dejar de hacer el desayuno para no molestar a Julia con su típico desastre de trastes por aquí y por allá. Julia por su parte, se sentía renovada y esperaba impacientemente el momento de escribir un nuevo correo a su “amante”, con cada respuesta Andrés se había vuelto más hombre, más impredecible, más diferente…más dispuesto a dejarlo todo por…por ella.

Ella que era sólo un invento en la cabeza de Julia, atrapada en su traje de oficina, enmascarada tras un maquillaje perfecto, atada a lo cotidiano, a lo que debe ser.

Un buen día, al llegar a casa del trabajo, Julia encontró todo en perfecto orden. Una carta en su buró. Andrés se iba, era inevitable, estaba cansado y harto de todo, había encontrado una maravillosa mujer que estaba dispuesta a vivir la vida, juntos recorrerían el mundo, y mil planes más que los ojos borrosos de Julia no pudieron terminar de leer, de cualquier forma gracias por estos años, cuídate.

Julia corre a revisar su correo, en ese instante un mail: escápate conmigo hoy. Andrés, el amor de su vida, le proponía a Paulina una nueva vida, llena de no se qués y momentos impredecibles, de mañanas juntos acurrucados en la cama, de caricias nuevas, de risas nuevas, inventadas y desayunos con pan francés.

En ese momento, Julia se dio cuenta de que hacía meses que Andrés ya no le preparaba el desayuno, y deseo con todas sus fuerzas en ese momento tener que limpiar la cocina.

Texto agregado el 03-02-2010, y leído por 143 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-02-2010 Bienvenida, espero subas muchos escritos para venirte leyendo, suerte y un abrazo. Keiji
05-02-2010 Talvez julia necesitaba ser paulina en la vida real mela020890
 
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