Al viejo de la casa, que vivía casi olvidado en un rincón, lo llevaron al Geriatra porque tenía varias semanas que se quejaba de comezón intensa en sus encías vacías. El diagnostico, después del exámen de rigor y de algunas radiografías, fue: "le viene la tercera dentición, pero no hay que alarmarse, esto es raro, pero sucede una vez en un millón de viejos.
Por un extraño sortilegio, a partir de ese día el viejo volvió a saltar, correr y brincar como un niño de cinco años; empinó papalotes, jugó a las matatenas, a la pelota a media calle con los niños del barrio y a muchos juegos mas.
Volvió a tener miedo a la oscuridad de su cuarto y a dormir con la luz encendida. De nuevo se asustó con los cuentos de terror y de misterio. Hasta se enfermó otra vez de sarampión y de paperas. Tuvo que volver a aprender a leer, a escribir y a memorizar las engorrosas tablas de multiplicar. Volvió a tener problemas con los quebrados en aritmética. También le volvieron a colocar orejas de burro en la escuela por no haber estudiado la clase.
Se enamoró otra vez de la niña de trencitas que vivía enfrente, pero de nuevo no se atrevió a decirle que si quería ser su novia.
Su nueva niñez iba muy bien hasta que las malditas muelas del juicio se aparecieron otra vez con dolores horribles y nuevas visitas al doctor. Y como sucedió la primera vez, las cuatro muelas estaban tan mal alineadas que tuvieron que ser extraídas en cuatro sesiones de terror en el sillón del dentista.
Y sucedió que después de las extracciones de las muelas del juicio, el embrujo se rompió.
Y nuevamente desde entonces, volvió a ser el viejo de la casa casi olvidado en un rincón; pero ahora con la firme esperanza de que pronto iba a llegar otro conjuro mágico - el que fuese - para volver a ser niño por tercera vez.
Ahora al viejo se le veía feliz y contento.