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La luz se vuelve más tenue a medida que pasa el tiempo. La habitación comienza a ser invadida por la oscuridad mientras se acerca la noche. Sólo el susurro del ventilador interrumpe la quietud del lugar. Miro a través de la ventana la vida que pasa ante mis ojos. Las sombras comienzan a crecer a medida que el sol se oculta en el horizonte. El verde de los árboles comienza a tornarse negro y el viento nocturno mece las ramas.

En la soledad de mi cuarto no puedo ocultarme de mis demonios. El recuerdo de los horrores vividos, pasa frente a mí, animando las luces que entran por la ventana. La tristeza y el arrepentimiento se mezclan en una sola emoción que inunda mi alma atormentada. Quiero desahogar mi corazón a través de estas palabras. Espero que me traigan algo de paz.

Hasta donde se, soy el único sobreviviente de una expedición que exploro unas ruinas que se encuentran en algún lugar de la selva (del lugar no voy a dar mas detalles ya que no quiero que nadie impulsado por mi historia visite ese lugar maldito) nuestra expedición estaba formada por cuatro miembros, amigos de toda una vida.

Todo comenzó con el descubrimiento de una antigua bodega oculta en un monasterio abandonado donde los monjes ocultaron una impresionante colección de códices prehispánicos. Uno en especial, llamo poderosamente mi atención. Lo mantuve en secreto hasta que logre traducir la mayor parte del documento. Tarde casi un año para terminar su traducción. Pero mi esfuerzo fue recompensado con un descubrimiento aun más grande que el propio códice. La localización de un templo desconocido consagrado por entero al dios Hun-Camé .

Jalar fue la primero al que conté mi descubrimiento. No me fue difícil convencerlo para que me apoyara con mi idea de encontrar y explorar el templo, así como el de mantener el asunto en privado. La siguiente cuestión era ¿Cómo realizar el viaje sin levantar sospechas sobre lo que tratábamos de hacer? Por suerte, Juan ya estaba preparando una expedición a unas ruinas cercanas a la zona donde el códice decía que se encontraba el templo. Junto con Marcó que ya era parte de la expedición de Juan. Comenzamos los preparativos del viaje.

Pasamos cinco días ayudando a Juan en su excavación. Según nuestro plan, sólo nosotros cuatro nos adentraríamos en la jungla, llevando únicamente el equipo necesario para cartografiar la zona. Estaríamos en el lugar durante un par de días y recaudaríamos pruebas suficientes para conseguir los fondos necesarios para una expedición más prolongada.

Tardamos unos dos días en encontrar el lugar, en medio de una espesa selva. Se encontraba exactamente donde el códice indicaba. Según Juan, el área era considerada por lo habitantes como peligrosa y en raras ocasiones se adentraban en ella. Pero eso no nos preocupaba. El lugar había sido completamente engullido por la selva que le rodeaba –sin el códice llamas habríamos encontrado el lugar- rápidamente comenzamos con nuestro trabajo. En poco tiempo encontramos la entrada al templo ¡el lugar era enorme! Y se encontraba en perfectas condiciones. Los siglos de abandono no había destruido por completo la decoración. En varias habitaciones encontramos gran variedad de objetos los cuales Jafar se encargo de catalogar.
Al día siguiente concentramos nuestros esfuerzos en explorar con más atención la parte mas profunda del templo. En cada habitación encontrábamos exquisitas muestras del arte maya precolombino. Las imágenes en jade y obsidiana que encontrábamos eran pruebas irrefutables de que el lugar no había sido encontrado en siglos.
Nuestra investigación iba por buen camino hasta que Marcó dio con una gruta en el fondo del templo que se adentraba en la montaña. En el umbral de la cueva, se encontraba un bajo relieve. Marcó tomo una fotografía para que pudiéramos traducir su contenido. Parecía ser una versión mas antigua de la escritura maya. Daba la impresión de una señal de advertencia parecida a las que se encuentran en las tumbas egipcias, pero por más intentos que realice no logre dar con su significado preciso.

Jafar entusiasmado con este descubrimiento insistió en que exploráramos la gruta. Tuvimos una acalorada discusión esa noche. Yo quería estudiar con más detalle el bajo relieve. Lamento tanto a ver cedido a los deseos de Jalar. Debí mantenerme firme, pero Marco y Juan estuvieron de acuerdo en investigar. Esa decisión marcó nuestro destino. Nos adentramos en las profundidades de la oscuridad, sin saber que encontraríamos en ella. Comenzamos a ir mas profundo hasta que todo rastro del templo se perdió en la terrible penumbra. El túnel de repente se dividió en varias cámaras. Decidimos separarnos para cubrir más terreno. Juan y Jafar siguieron su propio camino. Marcó y yo continuamos explorando por nuestra cuenta. La lobreguez del lugar sólo era interrumpida por la luz de nuestras lámparas.

¡El eco de un rugido lleno toda la caverna con un ensordecedor estruendo! Marcó corrió hacia el lugar donde nos habíamos separado de Juan y Jafar . Lo seguí lo mejor que pude a través de los pasajes que habíamos recorrido. Llegamos a una amplia sala donde el camino se dividía en varias grutas más pequeñas. Marcó se detuvo súbitamente, miro en mi dirección. Sus ojos me dejaron ver la confusión y el miedo que lo rodeaban

Hacia donde debemos ir –dijo, con voz trémula- lo mire con sorpresa –jamás lo había visto en ese estado- moví la cabeza negativamente. En realidad no tenia idea por donde continuar. Marcó bajo la mirada, impotente en esta aterradora situación que lo abrumaba. Yo no estaba mejor. Deje mi lámpara en el suelo mientras observaba las irregularidades de la roca, pensando, en lo que teníamos que hacer. Sin darme cuenta, note que la luz que iluminaba el recinto, disminuía considerablemente. Levante la vista en dirección de Marcó. Mire como con paso decidido, se adentro por uno de los pasajes. Olvidándome de la lámpara comencé a seguirlo. Repentinamente la luz de la linterna que deje en el suelo se apago con un estruendo. ¡Mire en las tinieblas con horror como un fulgor verde se aproximaba a nosotros! Marcó intento iluminar con su lámpara mientras yo retrocedía horrorizado. ¡El resplandor verdoso se acercaba con un gruñido sordo! Marcó se quedo inmóvil ante la amenaza. No podía ver que estaba pasando. Sin saber como ocurrió ¡la linterna de Marcó se estrello contra el suelo de la gruta! la penumbra nos envolvió por completo.

El instinto se sobrepuso al horror y corrí en huida ciega a través de la oscuridad de la cueva. Corrí, hasta que por el cansancio me desplomen sobre el suelo de la gruta.

Un grito de dolor atormento mis oídos. El eco es engullido por las sombras convirtiéndolo en un simple murmullo en la lejanía. -O al menos eso me parece-. El silencio vuelve a reinar a mí alrededor. Mis ojos poco a poco se acostumbran a la penumbra. Cuando logro contemplar la silueta de mi mano contra la leve fosforescencia que parece venir de debajo del suelo me doy cuenta de mi situación. Debí estar con ellos. Fue un error separarnos. –Digo, en voz baja, como un murmullo. ¡Estarías también muerto!– Resuena en mis pensamientos como un ruido estruendo que me obliga a cerrar los ojos y taparme los oídos. Como si pudieras dejar de oír tus propios pensamientos con solamente taparte los oídos. –Digo, en voz alta-. Una mueca semejante a una sonrisa aparece en mi rostro al sentir como me reconforta oír mi propia voz.

El eco me devuelve mi voz distorsionada. Respiro profundamente sintiendo la humedad y la pestilencia del aire viciado que inunda el túnel. El eco de una gotera marca el ritmo de mi respiración cada vez mas tranquila. ¿Cómo diablos paso esto? –Digo, en voz baja- mi mente torpemente busca respuestas en mi memoria. Le toma un momento poder responder.

¡Todo esto es culpa de la imprudencia de Jafar! –Dije, en voz baja- si hubiera tenido paciencia pudimos explorar esta parte de la cueva mejor preparados.
Esta cueva –dije, en un susurro- ¡esta maldita cueva! le dije que no entráramos hasta que terminará de traducir el bajo relieve de la tumba. ¡Pero tú no escuchaste! ¡Dijiste que tu no creías en maldiciones y mira lo que ha pasado!

Ya no tiene caso buscar culpables. Tengo que salir de aquí antes de que me encuentre. Pero no se como. Todavía tengo mi cuchillo, pero no se si sea suficiente. Poco a poco me pongo de pie. Las irregularidades de la roca raspan mi espalda, mi mano aferra la empuñadura del cuchillo. Es extraño como me reconforta sujetarlo con fuerza. Como si el cuchillo fuera parte de mí.

Con mi mano izquierda, busco en mis bolsillos el paquete de cerillos. La débil luz de la flama irrumpe la oscuridad, el olor de la combustión llego a mi nariz opacando al de la humedad del ambiente. Busco por el suelo de la cueva alguna señal que me permita saber donde me encuentro, pero es inútil, no puedo reconoce ningún detalle que me ayude. Mi desesperación aumento cuando la luz fue diminuyendo. Poco a poco la oscuridad volvió a llenar la gruta.

El olor de otro cerillo, volvió a llenar la caverna y la luz vuelve a iluminar las paredes recubiertas de musgo. Con cuidado, veo cuantos cerillos quedaban en la caja. Sólo quedaban cinco

La luz volvió a irse.

El sudor comienza a irritarme los ojos. El calor proveniente del pedazo de tela ardiendo comienza a lastimar mis dedos, con cuidado, lo envuelvo alrededor de mi cuchillo. La luz de mi antorcha improvisada llena el recinto donde me encuentro. Una repentina brisa me sorprende haciendo bailar la flama. Una gota de sudor corre por mi mejilla provocándome un escalofrió que recorre mi espalda. Tardo unos momentos en dar el primer paso.

Mantengo la antorcha lo más alto que me permite la cueva. La luz me muestra las irregularidades en el suelo. -Fue una suerte que no tropezará cuando corría a ciegas.- El camino es recto, por lo menos lo es hasta donde me muestra la luz. El eco de mis pasos resuena a mí alrededor. No puedo estar seguro si este fue el camino que seguí o me llevará de nuevo a donde fuimos atacados. Pero la brisa se vuelve más fuerte y el olor fétido disminuye a cada paso que doy.

La humedad presiona mis pulmones provocando que pierda el aliento. La condensación comienza a acumularse en las paredes. Rasgo otra tira de tela de la manga de mi camisa y la coloco alrededor del cuchillo aumentando la flama de la antorcha. Debo continuar –digo, en voz baja- si por allá hay una salida la encontrare.

Los hilos de agua que bajan por las paredes y el brillo de la humedad sobre las rocas dan a la cueva un aspecto amenazante, como si hubiese sido tragado por una enorme bestia y sólo estuviera esperando ser digerido. La cabeza comienza a darme vueltas, mis piernas comienzan a fallarme, apoyo el hombro contra la pared de la cueva. -debo descansar un momento.- mi respiración se vuelve mas tranquila. Mi camisa se humedece al contacto con la roca. -tengo que seguir- no puedo perder mas tiempo.

El eco de mis paso cede el lugar al sonido de agua corriendo ¿un rió quizás? No puedo asegurarlo, Juan mencionó la posibilidad de un rió subterráneo, estaba muy emocionado con la expedición. Todos lo estábamos.

El murmullo del agua crece a cada paso hasta opacar todos los demás sonidos a mí alrededor. -Debo estar cerca- El camino se torna mas sinuoso a medida que avanzo. El suelo se encuentra cubierto de piedras sueltas, como si una parte de techo se hubiese colapsado. Utilizo mí mano libre para escalar la pendiente mientras que con mi antorcha busco la manera más fácil de avanzar. Pero la piedra suelta no facilita mis intentos.

El derrumbe provoco que la cueva se convirtiera en un angosto túnel. La luz de mi antorcha no alcanza a mostrarme el final, sin embargo, el viento sigue haciéndola bailar. El ruido del agua se vuelve un rugido dentro de los estrechos confines del túnel. Siento el filo de las rocas mientras me arrastro por el pasadizo. La humedad del pasaje se condensa en gotas que caen del techo formando un delgado manto de agua en el suelo impermeable. Las ondas que provoco mientras me arrastro combinado con el brillo de mi antorcha tienen un extraño efecto visual sobre la roca pulida por los siglos de humedad. Como un arco iris amorfo parecido a la aurora que se produce en las regiones polares.

A lo lejos puedo ver un brillo. -Debo estar cerca-

Mi camino se encuentra bloqueado por una cascada. La luz de la antorcha contra la corriente de agua crea la ilusión de trasformarla en un torrente de fuego. -Si no fuera por mi situación podría apreciar la belleza de tal fenómeno-. Seguro que Marcó podría contemplarla por horas –pienso- con cuidado comencé a arrastrarme tratando de encontrar un punto fijo donde asirme para intentar bajar por la pendiente. Coloque mi mano cerca de la orilla tratando de iluminar lo más posible el fondo del precipicio. La saliente cedió bajo mi peso con un horrible crujido. Atravesé la pared de agua. La luz de mi antorcha se desvaneció dejando tras de si la total oscuridad.

Rodé por la pendiente hasta caer en el suelo húmedo de la cueva. Adolorido permanecí unos momentos recostado. No puedo creer la suerte que tengo –Pienso- pudiste terminar en el fondo de un abismo o algo peor. Una pequeña sonrisa de alivio se dibuja en mi rostro. Lentamente me pongo de pie. Al menos no tengo algún hueso roto -Digo, en voz baja- el sonido de mi voz me reconforta un poco. Busco en mi bolsillo los cerillos –ojalá que no estén húmedos- un temblor de mi mano hace que me de cuenta del frió de la cueva. Con dificultad enciendo uno.

El olor de la combustión se mezcla con el de la humedad del recinto. La luz mortecina invade el pequeño recinto en el que me encuentro. Había caído en una saliente al lado del precipicio. Levanto la vista en dirección hacia la cascada. Al parecer el pequeño túnel no se encontraba de frente sino a un costado de la caída de agua. La salida del túnel se encontraba a unos cuatro o cinco metros, por suerte para mí –pienso- no quisiera pensar que me abría ocurrido si la caída hubiera sido de mas alto.

Una punzada de dolor recorre mi cuerpo al dar el primer paso –al parecer la caída fue algo mas fuerte de lo que pensé- el dolor proviene del costado derecho de mi cuerpo. Respiro profundamente y después exhaló lentamente –espero que en realidad no tenga ningún hueso roto - levanto el cerillo lo mas alto que puedo tratando de iluminar todo el recinto. De repente la llama comienza a temblar violentamente hasta extinguirse por completo.

Por lo menos el viento corre por la cueva –digo, en voz baja- tomó un instante para recuperar fuerza antes de encender otro cerillo. El brillo me muestra por un instante un pasaje en uno de los costados de la cueva. No veo mi cuchillo por ninguna parte, mi ropa esta mojada y sólo me quedan tres cerillos. La situación esta cada vez peor –pienso- ya no se si vale la pena seguir con esto

Pero no tienes opción –me digo a mi mismo en voz baja- Si, no tengo de otra…. Pero podría estar mejor. ¡Ya deja de pensar en tonterías! si no quieres morir en este lugar tienes que continuar.

Lentamente camino hacia la entrada del nuevo túnel. Los pequeños hilos de humedad que corrían por la pared erosionaron el suelo produciendo un canal natural parecido a una alcantarilla. Un ligero soplo de aire trae hacia mí un leve olor a putrefacción mezclado con la humedad de la gruta. Me da mala espina, pero no tengo a donde ir –pienso- juntando el resto de mi determinación avanzó a través del corredor.
La tenue luz hace que algunos cangrejos albinos resalten en la orilla de la corriente. Los observo alimentarse hasta que mis pasos los alertan de mi presencia y entonces, rápidamente, corren a esconderse entre las grietas de la pared o debajo de alguna piedra.

Nuevamente la cerilla vuelve a apagarse. Tomo otro cerillo de la caja cuando me percato de que entre las piedras que forman uno de los costados del túnel sale un tenue brillo. Con desesperación comienzo a escarbar entre las rocas En poco tiempo queda al descubierto un corredor lateral. Todo mi ser ahogo un grito desde el fondo de mi garganta. Intente retroceder pero el miedo hizo que me fallaran las piernas por lo que caí hacia atrás, contemplando la terrible imagen que se encontraba al final del corredor.

El cuerpo inmóvil de Marcó se encontraba sobre una pila de huesos. Una luz proveniente de un lugar sobre el cuerpo derramaba su brillo sobre el cuerpo acentuando más la oscuridad que lo rodeaba. Un extraño olor flotaba en el aire. Amargo lo sentía en el paladar. Cuando logre recuperar el dominio de mi mismo sentado desde la entrada del corredor busque la caja de los cerrillos a tientas en el piso de la cueva con movimientos nervioso en la oscuridad. Mis manos tocaron varios objetos en la penumbra. Con alivio noto como un de ellos tenia la forma de la caja de los cerillos.

Con la cajetilla en la mano sentí como mi valor volvía poco a poco. Voy a salir de aquí –digo en voz baja- voy a salir. Continúo repitiendo esta frase como una especie de mantra. Cuando por fin enciendo el cerillo, el calido brillo ayuda a tranquilizarme.

Con pasos vacilantes recorrí el túnel hasta el lugar donde se encontraba Marcó. El brillo del cerillo alumbraba débilmente mi camino. El corredor donde me encuentro no parecía ser parte natural de la cueva. Entre mas la observo me convenzo que fue construida por alguien. El recinto donde esta el cuerpo es un circulo pequeño mas o menos de tres metros. Al parecer es alguna especie de pozo. La flama del cerillo se consume nuevamente.

Desde las alturas, un brillo calido, como el de un sol en miniatura caía del techo del recinto. Al mirar hacia la luz me di cuenta que el lugar donde me encontraba era en realidad el fondo de un pozo cubierto todavía en tinieblas.

Sobre mi cabeza a unos cinco metros en la orilla del pozo se encontraba una lámpara que iluminaba los alrededores. El borde brillaba con un tono rojizo que bajaba por la pared hasta desaparecer en la oscuridad Las sombran bailaron ante la luz del ultimo cerillo. Extrañado observe el cuerpo de Marcó. Lo que vi arranco un nuevo grito de terror e hizo que retrocediera horrorizado. Grandes partes habían sido arrancadas dejando los huesos expuestos. Sus ojos habían desaparecido dejando únicamente las cuencas vacías. Su ropa hecha jirones colgaba de su cuerpo como si lo hubiera atacado un animal salvaje. Sentí un ligero mareo que me provoco nauseas y sin poder evitarlo, vomite sobre el suelo de la gruta.

Contemple el cuerpo por unos momentos. Cuando logre armarme de valor con mucho cuidado, comencé a buscar cualquier cosa que pudiera ser me útil. Lamentablemente únicamente pude encontrar su martillo de geología el cual se encontraba debajo del cuerpo. La verdad no es mucho pero al menos ya no estoy desarmado –pienso- coloco la herramienta en mi cinturón. Más tranquilo observe con más cuidado la pared del pozo buscando la forma de subir.

Un tenue brillo emana de las grietas de una de las paredes del pozo. Cuando miro mas cerca descubro que el brillo proviene de una serie de delgados hilos de una sustancia oscura. El toque de esta sustancia mancho mis dedos de un rojo vivo. El olor de sangre fresca invadió mi nariz, llenándome de repulsión y miedo. Con un ademán nervioso quite de mis dedos la repulsiva sustancia.

Entre continuar hacia la luz o volver a la oscuridad no creo que tenga otra opción –digo, en voz baja- no queda otra cosa que seguir.

El cerillo termino por consumirse. A tientas en la oscuridad del recinto comencé a trepar por una de las paredes. La roca irregular facilito en un principio mi ascenso. Pero el esfuerzo resulto mayor de lo que pensaba. Trate de recordar los principios básicos para escalar. Al concentrarme en la tarea pude por un momento apartar de mi mente el cansancio, el miedo y la incertidumbre de mi situación.

Lentamente, logre llegar hasta la orilla. El esfuerzo de subir agoto lo último de mis fuerzas. Me recosté por un momento en el suelo frió del recinto. Respiraba agitadamente. Comencé a sentir un dolor punzante en mis manos. -El filo de las rocas las había lastimado-. Comencé ha observarlas a la luz de la lámpara. Se encontraban algo sucias y enrojecidas pero no parece que tuviera nada grave. La sensación de haber conseguido escapar de momento de la lobreguez de la cueva provoco una somnolencia que relajo todos mis miembros.

Mis ojos comenzaron a molestarme. La luz llenaba por completo el recinto donde me encontraba. Con los ojos entrecerrados mire a mí alrededor. El espacio donde me encontraba era circular. Además del pozo, el único acceso era una entrada tallada en la roca también de forma circular enmarcada con una serie de piedras. El brillo de la lámpara sólo llegaba hasta el límite de la entrada por lo que mas allá sólo se percibía una profunda oscuridad. Lentamente cambie mi vista al otro lado del recinto. En la pared del fondo distinguí una serie de pictogramas que rodeaban como figura central el dibujo desgastado de Hun-Camé y Vucub-Camé. Sobre el suelo se levantaba tres altares de piedra que rodeaban el pozo, unas manchas carmesí corrían desde uno de los altares hasta el suelo uniéndose en un canal tallado en la roca que iba hasta la boca del pozo.

Mis ojos se abrieron por completo al darme cuenta que el olor a sangre fresca no venia del cuerpo de Marcó. De golpe recordé la situación en la que estaba. Con un rápido movimiento me puse de pie. Permanecí quieto y en silencio por espacio de algunos segundos. Alerta a cualquier sonido extraño que me advirtiera de cualquier amenaza. Instintivamente, tome el martillo con mi mano derecha y lo mantuve en alto. Listo para atacar. El silencio de la cueva únicamente era interrumpido por los latidos de mi corazón que palpitaban con fuerza en mis oídos

Poco a poco los latidos de mi corazón fueron normalizándose. Mis músculos comenzaron a relajarse. Lentamente, me di cuenta de que por el momento me encontraba solo.

Con pasos vacilantes me acerque al altar. Mi cuerpo se estremecía ante la idea de acercarme a ese lugar. Pero el arqueólogo en mi no podía resistir la necesidad de descifrar aquellos dibujos. Intente con todo mí ser no mirar el altar donde se había derramado la sangre de mi amigo. Pero cuando me encontraba a su lado mi imaginación excitada me hizo ve el cuerpo de Marcó destazado sobre el altar de piedra. Cerré los ojos con fuerza. Quise retroceder pero mis piernas perdieron su fuerza. Logre evitar caer al suelo apoyándome contra la pared. ¡Un estruendo lleno la caverna! mis ojos se abrieron por completo. El sobresalto me paralizo por un momento. Un escalofrió corrió por mi espalda mientras que el sudor llenaba mi frente. Con un gran esfuerzo dirigí la vista al suelo. Junto al muro se encontraba el matillo. Perdí la fuerza en mis miembros y caí de rodillas. La mueca de una sonrisa del dibujo en mi cara mientras comenzaba a respirar con normalidad.

Estire mi brazo para recoger la herramienta. El grabado por alguna razón me producía cierto malestar como si algo estuviera mal en el. Mire con más atención el pictograma hasta que me percate de lo que estaba mal.

La figura de Hun-Camé tenia sobre la frente un orificio con forma redonda en el medio de la frente a semejanza de una cuenta vacía. Un fuerte dolor comenzó a recorrer una de mis piernas por lo que me levante para permitir que la sangre volviera a circular con normalidad. Coloque el martillo de nuevo en mi cinturón.

Mientras recuperaba la sensación en mi pierna puse más atención al dibujo de Hun-Camé. A pesar del tiempo estaba en muy buenas condiciones. El fiero rostro del dios casi parecía vivo. Sus ojos todavía conservaban el color rojo vivo con el que había sido pintado hacía tanto tiempo. Por algunos minutos contemple el rostro con cierta inquietud. Sin darme cuenta, estire mi mano hasta la cavidad, pero un sonido ligero, casi inaudible me impidió que siguiera.

Instintivamente mire hacia la entrada. El latido de mi corazón resonaba en mis oídos A pesar de eso podía escuchar como el sonido iba acercándose cada vez más. Rápida mente me escondí detrás de uno de los altares. El martillo de nuevo se encontraba entre mis manos dándome la misma seguridad de cuando lo tome por primera vez.

Desde mi escondite podía ver con claridad la entrada del recinto. El sonido se escuchaba cada vez mas cerca. El eco deformaba el ritmo de una respiración entrecortada, pero profunda, seguido de un sonido áspero contra la roca. Lo escuchaba cada vez mas cerca. El tiempo pareció detenerse. Los segundos eran enmarcados por el ritmo de la respiración, cada vez más fuerte, cada vez mas cerca.

Sujete el martillo contra mi pecho en un intento de tranquilizarme. Quise cubrir mis oídos para no tener que escuchar ese ominoso sonido que anunciaba la horrible amenaza que se acercaba cada vez más. Si no hago ningún ruido, no puede encontrarme –pensaba-. No pude reunir el valor para mirar cuando la criatura entro arrastrando su carga. El sonido resultante de la mezcla del eco de los pasos de la criatura y los latidos de mi corazón resonando en mis oídos. Un fuerte olor a podredumbre lleno el lugar. Un golpe seco sobre uno de los altares me sobresalto de tal manera que cerré los ojos con fuerza. Desde el altar una voz en un idioma que no logre descifrar elevo un cántico con una cadencia casi hipnótica. Por el miedo había perdido la posibilidad de ver y sólo podía escuchar el ruido de desgarros y el gotear de algún líquido sobre la piedra.

¡El olor a corrupción se intensifico!.... ¡escucho crujidos que no puedo reconocer!.... ¡La criatura eleva un grito demencial!.... ¡abro los ojos y una sombra cubre por completo la pared!..... ¡No puedo soportarlo por más tiempo!

De repente, el silencio reino de nuevo. Únicamente era interrumpido por un ligero murmullo, como un chasquido. Con cuidado, mire sobre mi hombro, contuve la respiración hasta que me coloque al lado del altar. Mi corazón latía con fuerza demencial La luz de la lámpara me mostró la figura de un hombre. Su ropa estaba desgarrada y manchada con sangre fresca. Se encontraba completamente erguido. Con ambas manos sostenía algo enfrente de su boca. ¿Esta comiendo algo? –Pienso- mientras miro con más atención. Bajo la vista a lo que esta sobre el altar.

¡El horror que sentí hizo que se me erizada la piel! Sobre el altar se encontraba el cuerpo de Jalar. Sus ojos habían desaparecido y unas cuencas vacías miraban en mi dirección. Su ropa ensangrentada colgaba hecha jirones del altar de piedra.

¡Un temblor incontrolable se apodero de mí ser! Sólo fui capas de colocarme de nuevo de espaldas contra el altar. ¡Cerré mis ojos en un intento desesperado por escapar a la terrible realidad!

Un ligero gemido escapo de mis labios sin que pudiera evitarlo. Atravesó el silencio como un leve soplo que precede a la tormenta. La calma se termino. ¡Escucho como su respiración comienza agitarse! La mía responde a la de el. Una nueva oleada de terror atenaza mi miembro. Mientras me doy cuenta de lo ominosa verdad. Sabe que estoy aquí... ¡Ya no puedo permanecer escondido!

El ligero sonido de sus pasos resuena como estruendos en mis oídos. Por un instante siento que el tiempo se detiene. Poco a poco, el miedo se va y un sentimiento calido lo reemplaza. No puedo precisar que fue lo que provoco esta reacción en mí. De repente la idea de mi propia muerte pareció perder todo horror. Escuche detenidamente su respiración. Cada vez más frenética. Sus pasos al principio torpes poco apoco adquirieron mas seguridad.

El miedo es remplazado por la tranquilidad. Sin darme cuenta divago hacia los días en los que con mis amigos comenzamos a planear esta expedición. Como la promesa de nuevos descubrimiento nos había emocionado al grado de arriesgar nuestra vida en esta empresa. Pude ver la cara de todos. Vi a Marcó sentado delante de una mesa observando atentamente la fotografía de una pared esculpida con unos extraños símbolos tratando en vano de traducirlo. Recordé como Juan contemplo maravillado por casi una hora la caída de una cascada cercana a nuestro campamento. Como Jafar trataba de poner orden y catalogar la enorme y caótica muestra de objetos que encontramos… ¡los vi a todos reunidos alrededor del fuego la noche anterior al día que decidimos entrar a esta maldita cueva!... ¡Me vi a mis mismo mientras recorría los pasillos oscuros de esta tumba!... ¡vi como cada uno de mis amigo murió a manos de esta bestia!... ¡me di cuenta de cómo iba a morir!

La tranquilidad dio paso a la furia ¡No lo permitiré! –resonó, una y otra vez en mi cabeza- no puedo dejar que esto termine así. Vi el martillo entre mis mano y sin darme cuenta como me encontraba de pie frente al monstruo que había matado a mis amigo. Utilice el altar para darme impulso y con un salto cruce la distancia que nos separaba.

Utilizando toda mi fuerza enterré la punta de martillo en la unión del cuello y el hombro de la criatura. La violencia del golpe hizo que se tambaleada. Con facilidad arranque la punta del arma de su carne volviéndola a levantar sobre mi cabeza. La criatura levanto una mano en un intento por sujetarme, pero un nuevo golpe desgarro su mandíbula haciendo que se tambaleaba de nueva cuenta. Un aullido escapo por la deformada cavidad a la que fue reducida su boca que resonó como una tormenta haciendo que la cueva devolviera el clamo llenándola como una estruendosa cacofonía de alaridos. La punta del martillo golpeo la parte superior del cráneo enterrándose profundamente en su cráneo.
El eco poco a poco se convirtió en un murmullo hasta desaparecer por completo. Mi respiración agitada comenzaba a calmarse. Grandes gotas de sudor recorrían mi frente. Sentía los brazos sin fuerzas. El cansancio se introdujo en mis miembros adolorido. El martillo hizo un ruido sordo al caer sobre el suelo de piedra. Ya todo había terminado

No pude evitar mirar detenidamente al ser que se encontraba sobre el suelo. Un líquido fétido y oscuro salía por las heridas que le había infligido. Su ropa ensangrentada colgaba en jirones sobre su cuerpo. Su rostro se encontraba de cara al piso. No quería mirarlo, pero un extraño resplandor verdoso surgía de su frente. Di vuelta a su cabeza y un nuevo pavor asalta mi ser… ¡era el rostro de Juan!

El rostro estaba deformado por la fuerza de mi golpe. Su mandíbula había sido completamente destrozada y colgaba de unos pedazos de piel. Sus ojos habían desaparecido, arrancados de sus cuencas, como si un animal lo hubiera hecho. Incrustado en su frente, se encontraba resplandeciente un fragmento de jade cortado de manera extraña -Nunca antes había visto algo como eso- el extraño fulgor verdoso me tenia hipnotizado por un momento perdí la conciencia de mi alrededor. La cueva ya no existía para mí, únicamente el extraño brillo de la gema tenia importancia. Mis manos, por voluntad propia, comenzaron a moverse en dirección a la gema.

Mientras contemplaba el fulgor verdoso de la joya, la luz del recinto comenzó a disminuir lentamente hasta que una profunda oscuridad me envolvió por completo. Un ligero escalofrió recorrió mi cuerpo cuando me percate que no podía oír mi propia respiración. Intente levantarme, pero a pesar de que no estaba sujeto, no podía sentir que me movía. El silencio sepulcral fue de pronto interrumpido por un ligero silbido. Un soplo repentino lleno la cámara, creciendo hasta convertirse en un corriente de viento gélido. Sentía como se helaba mi sangren cuando perciba que entre el viento se escuchaban rugiros y murmullos cada ves mas fuertes a medida que el viento amainaba. Los rugidos fueron remplazados por una cacofonía de chillidos y el batir de alas de cosas que en las tinieblas, no podía ver.

Del suelo, comenzados a aparecer estalactita y estalagmita de negra oxidiana, con formas irregulares y bordes afilados como navajas. Surgían amenazantes a mí alrededor. Vi, como la negra oxidiana comenzó a arder como carbón encendido y todo el lugar se lleno de llamas que no arrojaban luz. El calor era sofocante y pensé que era el final. El temor de morir en un lugar como este se disipo al entender que las llamas no me quemaban, pero aun así, podía sentir el calor. Entre el fuego, a lo lejos, pude ver como dos enormes figuras se encontraban sentadas sobre unos altares monolíticos de piedra, con la misma forma que los estaban la cueva. Decir que podía verlos es solo una forma de decirlo ya que no pude ver sus facciones, solo los percibía como alteraciones en el éter que los rodeaba. Solo sus ojos eran claros, de un color verde esmeralda que brillaba con un fulgor intenso pero enfermizo.

Una de las figuras miro en mi dirección. La agitación del espacio me dio entender que se acercaba a mí. Un susurro extraño llegaba a mis oídos en un lenguaje que no podía comprender. Las llamas se abrieron a su paso y el vacío entre nosotros se distorsiono cerca de mi cuerpo.

¡De golpe, Salí de mi estupor! Una fuerza me jalaba hacia el piso. Sentí un peso que tiraba de mi camisa. Mire con terror como una mano ensangrentará sujetaba con fuerza mi camisa ¡Una nueva ola de pánico surgió dentro de mí! Intente levantarme con todas mis fuerzas. Mi camisa se desgarro con un ruido agudo. El esfuerzo de levantarme y el suelo húmedo con sangre fresca provoco que perdiera el equilibrio haciendo que cayera por la boca del pozo. Mi confusión fue tal que no hice ningún sonido mientras me precipitaba devuelta a la oscuridad de la gruta. Vi como la luz del recinto superior, palidecía cada vez más mientras era tragado por las tinieblas.

Desperté en la cama de una clínica en un pueblo a tres días de donde instalamos el campamento. Fui llevado a ese lugar por unos lugareños que me encontraron (según me contaron después) caminando sin rumbo, cerca de la orilla de un rió cercano. Balbuceando incoherencias sobre una criatura escondida entre la sombras y el fuego. He permanecido en este lugar las últimas tres semanas. Algunos miembros de la policía local han hablado conmigo desde que estoy consiente. Siempre me preguntan que paso con el resto de la expedición. Mi respuesta siempre es negativa, en realidad no me atrevo a contarles lo que realmente ocurrió.

Tengo problemas para dormir cada vez que cierro los ojos, tengo miedo de que al abrirlos todavía este en ese lugar donde un mal inmemorial todavía camina sobre la tierra.

Mañana me darán de alta. Esta es la última noche que paso en este lugar. Pronto estaré de camino a casa. Donde espero que el terror que ciento cuando estoy solo en la oscuridad desaparezca. Lejos de esta cueva de horror donde ningún ser humano debería de poner un pie en esa ominosa oscuridad.

Texto agregado el 19-03-2010, y leído por 132 visitantes. (0 votos)


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