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"Un cortado por favor". Asintió la indicación y fue directo a pasar la orden. Siempre me fascino la presentación y el ritual del café, la preparación de aquella bebida espiritual color marrón.
Vaso de soda en un costado, masas dulces en el otro, enfrente los sobres de azúcar y en el medio, siempre para el final, la taza en miniatura con su representante color: color café.
La música de fondo molestaba un poco, no era del todo audible. El lugar era mi favorito, minimalista con lo esencial: No mas de cuatro mesas y un cuadro en mitad de la pared principal. Las cortinas rojas aterciopeladas le daban un tinte jovial que no le sacaba la seriedad. Y como de costumbre, siempre enfrente de la ventana. Uno encuentra bastas oportunidades como para observar a la gente pasar y ver sus caras frustradas, sus pasos lentos y calculados, sus trajes y sus vidas gastadas. Fascinante.
Un poco de soda para sacar el gusto a cigarrillo, un sobre de azúcar al café y directo al paladar.
-Disculpe-una voz femenina desde mis espaldas me dijo-, tu cara me es muy familiar. Lo conozco?
Me voltee lentamente para ver quien era aquella mujer que me hablaba. Un vestido verde acompañaba aquella sonrisa sutil. Hermosa combinación.
-Le molesta si me siento?-no tuve tiempo de responder y ya estaba tendida sobre la silla-. Disculpe mi rudeza, mi nombre es Clara.
Alzo la mano y pidió una lagrima. Me daba gracia la forma en la que pidió su café: lo dijo con pudor, con vergüenza a parecer infantil.
Tantee los bolsillos en busca de mis cigarrillos, interrumpí la búsqueda ni bien ella me ofreció los suyos. Acepte cordialmente. El humo interrumpió su habla para atribuir algunos segundos al silencio.
Y me siguió hablando. Preste mis oídos sordos a su monologo, mientras mi mente me hablaba de otras cosas no mas importantes, pero si mas interesantes. Con un par de sonrisas, ella se sintió lo suficientemente cómoda como para seguir hablando de lo mucho que me parecía a alguien. Alguien a quien ella había conocido tiempo atrás.
Su sonrisa ya era forzada, se dejo de sentir cómoda al empezar a recordad a quien me parecía. Llego un punto en el cual su voz empezó a temblar y sus ojos a brillar. A brillar por tristeza, no por alegría.
Una lagrima se escapo de sus ojos esmeralda.
Se levanto.
-Tu cara me hace acordar mucho a alguien a quien conocí
Corrió sus intentos de lagrimas y volvió a sonreír. Dejo algo de dinero sobre la mesa y se fue.
Como duele sonreír cuando las lagrimas están por brotar, pero duele mas cuando la gente a tu alrededor cree en tu sonrisa.
El café se enfrió.

Texto agregado el 14-04-2010, y leído por 184 visitantes. (0 votos)


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