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Inicio / Cuenteros Locales / manuelcardoso / Yo, mi yo, y mi otro yo

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De mí, para mí

Echo un vistazo hacia dentro de mí y me cuesta trabajo reconocerme; hace tanto tiempo que no lo hago. Enfoco mis pupilas en la luna del espejo dentro del estuche de pinturas de mi hermana, lo acerco lentamente a mi ojo izquierdo, lo muevo verticalmente, siguiéndolo con la mirada para inspeccionarlo mejor y tratar de ver algo más. Checo el iris: no hay nada. Reviso la esclerótica: roja parcialmente, tal vez indicios de una infección, vista nublada, o, probablemente, una conjuntivitis arraigada. No hallé más que el pronunciado y ya sabido astigmatismo propio de algunos años de vista forzada. Impaciente, cambio de mano el estuche con el espejo, ahora pruebo suerte con el ojo derecho. Centro la pupila mirándome a mi mismo: por desgracia, sólo encontré una ligera miopía y rastros de un yo, propio de mí, sin saber más de mi mismo.

De verdad me desconozco. Ya sé, me llamo Manuel y como todo ser humano, cuento con determinados valores y ciertas virtudes, como, ser observador y en el hablar cargar con el peso del sentir sin penas ni tapujos, sin embargo, de esto, y de otras muchas o pocas cosas más, haciendo reverencias a la elocuencia, no vale la pena hacer mención. También es sabido que cumplo veinticinco años el dos de diciembre del presente año con una estatura, desde los dieciséis años, de un metro setenta y cinco centímetros; mi intención no es pecar de incauto cayendo en lo absurdo por evidente, simplemente, es que hace falta olvidar mis sinsabores y volcarme de lleno en mis aficiones: me gusta sentir el calor de un abrazo sincero. Palpo, cada que tengo la dichosa oportunidad, la tersura propia de la piel virgen de los bebes, y en ocasiones, la suavidad de los cachetes de los adultos. Con los dedos, alterno las cuerdas de las guitarras, con el corazón siento su latir, su vibrar, y con las poco educadas cuerdas vocales, acompaño su resonar. Con decoro respiro aromas frescos, es por eso que, en el basto mundo de los olores, prefiero las fragancias frescas por encima de las demás, y, por el mismo motivo, prefiero bañarme con jabones que emitan dicho aroma; cabe mencionar que, el aroma a tierra mojada me trae gratos recuerdos. En cuanto a los deportes, me gusta ver, aunque no primordialmente, todos, exceptuando el béisbol, sin embargo, si de jugar se trata, mi preferido es el voleibol. Me apasionan, en su totalidad, los juegos de mesa y de destreza, ocupando un lugar especial los rompecabezas, el dominó en parejas y el ajedrez. Antepongo los videojuegos de deportes y de peleas al resto. La ropa la prefiero casual, sin embargo, la formal me la pongo con holgado placer. Los colores claros son más amigables para mi retina, aunque, por funcionalidad, visto colores obscuros, sin embargo, por alguna razón inexplicable, mi favorito es el rosa. Los lugares nuevos, en general, me atraen, aunque, cuando se trata de viajes largos prefiero la convivencia con la naturaleza; me estremecen los tonos verdes del campo, sin embargo, verdaderamente me impactan las puestas del sol en el horizonte marino. Sentir el agua deslizarse, corriendo por mi cuerpo, sin duda es un deleite. Dormir, por supuesto, es otro deleite. Disfruto la adrenalina; sentir la emoción en el estomago es de las cosas que en verdad me causan placer, es por ello que, las actividades extremas me apasionan, pero, nunca más que un beso. Las mujeres, me gustan independientes, inteligentes y divertidas, anteponiendo a esto que, lo inteligente propiamente medido en actitudes no en coeficiente intelectual; fuera de eso no tengo prototipos ni moldes, aunque, soy agudamente exigente en el sentido de la elección, por otro lado, cabe mencionar que me vuelve loco la coquetería y, a pesar de la atracción de las piernas junto con el maravilloso cuerpo, en general, de la mujer, prefiero su rostro; una mirada me aniquila, sin embargo, la forma de caminar es algo en lo que, aún sin saber el por qué, deposito gran atención, mientras que, como por reflejo, guiado por una fuerza proveniente del exterior, mi mirada siempre desemboca en sus zapatos. Me consiento, en la medida de lo posible, con la música, el cine, el teatro, la literatura… me gusta el arte. Me gusta platicar de lo que sea y reír ante las tontas eventualidades. También, aunque no lo haga bien, me gusta bailar y aunque lo hago poco, me gusta cocinar, donde, desde luego, mi desempeño tampoco es eficiente. En cuanto a la comida: aunque la balanza se incline por los mariscos, me gusta probar de todo, creo que eso está en función del día y de mi estado de ánimo; es más de antojo, sin embargo, las aceitunas, la moronga y el hígado los evito con severa rotundidad. Agua cien por ciento antes que refresco. En los postres me fascina lo dulce, mientras que en los helados prefiero la combinación de lo dulce con el sabor del limón. Prefiero la fruta fría, mas aún, tratándose de la fresa y el melón. Me enardece el sabor del chocolate. El café: siempre amargo, sin azúcar y frío si el día es caluroso. La leche nunca caliente y, ninguna bebida, sin distinción, la ingiero con popote. Me mimo con vino tinto antes que el blanco, aunque el blanco, por supuesto, es delicioso. Me acomodo entre espalda y pecho la seriedad del whiskey antes que las demás bebidas, aunque, en ocasiones, con grato placer, por mi paladar discurre el sabor de la cebada; cerveza fría y clara. Me gusta la franqueza sobre todo conmigo mismo. Expreso mi sentir a diario; lo que siento es por convicción más nunca por imposición; soy un costal de sentimientos; con mi bandera izo el corazón. En la libreta de críticas prefiero estar en la cima; procuro la autocrítica con retrospectiva Amo por placer, nunca por deber; condenado a amar por demasiado. Me esfuerzo por observar en lugar de ver, escuchar en lugar de oír, siempre hablar por comunicar en lugar de balbucear, vivir para evitar sobrevivir, y así, finalmente, morir para nunca más volver.

De mí, para mi yo

A veces debería guardar silencio. Amordazar un trozo de tela, un trozo grande, lo suficiente para amedrentar la articulación. Volver a mi lengua un trapo y a mi garganta un nudo. Convertir mi corazón en un mármol, a mis oídos madera y a mis ojos muro.

A veces prefiero guardar silencio, aunque, a menudo, defiendo mis ideas como troyano, y más aún, cuando creo firmemente que la razón juega en mi equipo, como mi aliada, sin embargo, me equivoco a diario, y mi realidad se traspapela con la realidad, no obstante, a diferencia de esto, lo irreal es lo que se cruza en el camino de mi irrealidad, razón por lo cual nunca doy consejos. A menudo, como inerte a mi pensar, me afloran comentarios mal interpretados por la falta de claridad en la conjugación de lo poco que digo con lo mucho que pasa por mi cabeza, es por ello que, en la medida de mis posibilidades, intento apechugar mis concepciones para reservar mis comentarios, por eso, siempre que escucho a una persona hablar y se me viene un pensamiento, procuro casi siempre, aunque en su mayoría con poco éxito, de cercar el pensamiento y sólo decirlo en mi interior; esto no es por falta de juicio de mi parte, o por lo poco o muy trivial que fuese el mensaje, simplemente es por mantener cierto respeto a la concepción del emisor.

A veces, quisiera en verdad, guardar silencio para acumular palabras claves, concisas. Palabras que den color a mis días. A pesar de mi afición por el conocimiento y el saber, prefiero no hablar de eso, a menos que el momento sea oportuno. Se llevar una conversación profunda, sin embargo, le doy la vuelta al intelecto y me aburro como nunca cuando alguien me toma por ello. Me gustan las conversaciones alegres, los chistes, los sin sentido; soy feliz tanto diciendo cómo escuchando éstas cosas. Me gusta ser divertido aunque en ello conlleve el adjetivo de bobo, lo prefiero así, y no a la inversa, aunque en ocasiones, los problemas y mis inquietudes me apartan de esa actitud tan propia.

A veces no puedo guardar silencio, y en el intento de ser franco y directo, hiero. No es un platillo que disfrute, sin embargo, sin quererlo, en el mar de palabras, lo hago. En el barco de mis días navego con bandera de engreído a la distancia. Anclo en las profundidades del primer contacto las sonrisas obligadas, de cortesía. Desembarco, en el allende mar, indiferencia a problemas sin solución. De los camarotes, aunque poco común en mi pensar e intermitente en mi sentir, la ira y el mal humor salen a estribor, cuando el viento resopla fuerte, pocas veces, por no decir nunca, logro virar a favor del viento. Cuando la marea sube y un pez escama mi confianza, no le reservo rencor pero, tiro, sin pena ni gloria, el anzuelo del no olvido. En la proa cargo mis penas y en la popa tiendo el pesar. Me resisto a la intempestiva marea turbia, y, en mi viaje, desafortunadamente, el timón me direcciona por olas de efímeros juicios de apariencias mientras que las hélices no son hélices… son elitistas.

Ese es mi yo, callado e imprudente, que habla consigo de lo imposible y en los sueños sólo lleva sus fracasos. En días nublados busca refugio en las cavernas de su soledad y le habla al viento, murmura apesadumbrado, llora porque sabe del sentir y hasta grita frenéticamente, ó, si está de suerte, simplemente duerme a esperar la puesta del sol.

De mí, para mi otro yo

En ocasiones mi cielo se parte por la mitad y, con la lluvia cayendo a cantaros, veo, con latente tristeza, como otra persona se apodera de mí; piensa por mí, actúa por mí y hasta, lo que es peor, siente por mí. Yo le doy la vuelta, y me escondo cuando le veo venir, aunque, nunca advierte su presencia; es una acción más de instinto que otra cosa, una especie de acto de sobre vivencia.

De los confines de este mísero ser, se asoman vanaglorias repugnantes; brota como plaga desenfrenada la impaciencia y en la desesperación yace el tono más grave y elevado que de costumbre, y, en extrañas y muy remotas ocasiones, una leve esquizofrenia. Solitario y maltrecho por la anónima ilusión de un futuro mejor. Déspota por soberbio, soberbio por ego centrista y, ego centrista por animalidad. Ser enigmático, y a la vez, convencional. Escéptico de la bondad un intencionada y de los actos altruistas. Frívolo en dolor ajeno y calculador en su bienestar. Inmune al dolor y oscuro de sentimentalismos. Enclaustrado en su terquedad, obstinado por devoción. Olvida con facilidad. Los eventos lastimosos los desecha sin piedad, es por eso que parece carecer de memoria. Se anestesia la mente y endurece el corazón. Enérgico y riguroso en las pequeñas cosas y apacible en las mayores. Represor de mi yo ocultándose de mí, siempre oculto, siempre ajeno. Rápidamente apilo coraje y con sosiegues trato de engrilletarlo a los muros de mi conciencia equilibrada mientras mi yo, inquieto y temeroso, le ata las manos por la espalda para así, entre ambos, sumando esfuerzos, someterlo a la cordura y al recato, aunque, pese a la diligencia, en esporádicas ocasiones, se vuelve incontenible.
Todo esto, producto de la inepta y raquítica convivencia entre tres entes diferentemente iguales; no es más que la represión, la falta de equilibrio entre fuerzas repulsivas; la sordidez con que se miran y el temor con que se soportan. Si tan sólo, en lugar de rehuirse cenaran en la misma mesa, compartieran el pan, y, sin prejuicios se aceptaran sin tratar de entenderse, tal vez, porqué no, algún día, el cielo olvide los lamentos y deje de llorar.

Febrero, 2009

Texto agregado el 16-06-2010, y leído por 139 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
16-06-2010 ¡Qué manera más completa de presentar una personalidad rica, abierta; con luces y sombras. Si eres así, te felicito. Si no, has captado un modo de ser persona no conflictiva, real y realista. Me parece así... simasima
 
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