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La escena parece tomada de una novela de esas de Marcial Lafuente que dice Serrat que leía Curro el Palmo: Una cantina semivacía, sucia, donde algunos parroquianos juegan póquer. Un puñado de prostitutas con generosos escotes se reparten los pocos clientes, sentadas sobre las rodillas de éstos y espantando cada tanto las moscas con sus manos. Nuestro héroe dejó su caballo atado a la entrada; observa de reojo a un par de indios que huyen al verlo. Se asoma hacia adentro y se acomoda los pantalones una vez más. Empuja las puertas del Saloon y como en el peor de los spaghetti western, se produce un enorme silencio.


Se respira el temor por la presencia del Sheriff. De inmediato, a un ademán del hombre de la barra, dos mujeres dejan a sus clientes y se abalanzan sobre él. El comisario las rechaza con un gesto hosco, sin alejar la mano de su revólver. Siente miedo. No sabe cómo diablos llegó a ponerse la estrella dorada al pecho: una cosa llevó a la otra y antes de darse cuenta, ya lo habían nombrado Sheriff: el séptimo en apenas dos meses, los mismos dos meses que han pasado desde que la banda de Johnny “Dollar” Mc Phee dio su primer golpe a la estación de ferrocarril y desde entonces pulula por la zona. Quizá ese aire duro, viril, y autosuficiente que le caracteriza convenció al resto de los habitantes de Aguas Tibias. O simplemente porque es el más corpulento de los que iban quedando. Tuvo entonces la seria intención de negarse, de decir de una vez por todas a gritos que le tiemblan las piernas de sólo pensar en esos terribles forajidos. Siente unas tremendas ganas de huir del lugar, pero sólo le detiene –como casi siempre en su vida- el qué dirán; el maldito qué dirán que le persigue desde su adolescencia, cuando de a poco descubrió que prefería probarse en secreto los vestidos de mamá, a las botas y espuelas heredadas de un padre al que no recuerda pero dicen que era un tipo valiente a toda prueba, un ejemplo que sin lugar a dudas él debía seguir. El qué dirán que le impide aún hoy admitir que nunca será como esos personajes de Clint Eastwood en los filmes de Sergio Leone. Porque si en esta historia existieran las Barbie, él ya tendría una colección. Pero falta algún tiempo para que “Secreto en la montaña” muestre su realidad. Lo que tenemos es ese segundo tenso en que las miradas van y vienen. El miedo que le viene subiendo por el espinazo hasta que por fin logra ensayar una voz nasal y seca:


- He oído que ese maldito de “Dollar” McPhee está aquí, Sam.


Por toda respuesta, el hombre detrás de la barra apunta con los ojos hacia la escalera. Comprende entonces nuestro héroe que es el momento de la verdad: revisa su revólver y comienza a subir cuidadosamente hacia el segundo piso, tratando de evitar el más mínimo crujido que pudiera delatarlo. Respira profundo. Piensa nuevamente en huir de ahí, desaparecer del pueblo y dedicarse a criar ganado en algún eriazo camino a California. Piensa también que el único acto medianamente heroico que ha hecho en su vida fue cuando logró rescatar a un pingüino, que ahora es su amigo fiel y lo está esperando junto al caballo. Acomoda su sombrero antes de abrir violentamente la segunda puerta. Una mujer salta fuera de la cama y deja a la vista a un Johnny Mc Phee rubicundo, completamente desnudo e indefenso, con una erección de esas que hacen historia. Sólo apretar el gatillo y ya: quedará como héroe ante todo el pueblo. Y sin embargo el comisario siente nuevamente temblar sus rodillas. Es un temblor distinto, que él ya conoce: se ha quedado petrificado admirando ese cuerpo húmedo por el sudor, musculoso, dorado por el sol, alto y proporcionado. El olor a sexo y ese falo que le perturba. Todo se le hace agua. “Dollar” adivina la duda y con una sonrisa maliciosa lo mira a los ojos. El “qué dirán”retumba en su cabeza más fuerte que nunca a la vez que el forajido, en un ágil movimiento, toma unas pocas ropas y salta por la ventana.


Afuera sigue esperando Wheezy con su asma crónica. El comisario Woody maldice con desgano: al fin y al cabo, esta noche vendrá Buzz -su eterno amor secreto- y podrá sentirse seguro nuevamente. Al infinito y más allá, masculla.

Texto agregado el 30-06-2010, y leído por 375 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
12-07-2010 Que dificil me es votar, son los dos tan divertidos.besote ALMAGUERRERA1
12-07-2010 vaqueros bien interesantes, muy bueno jaimeduardocastellanos
10-07-2010 Muy bueno.***** susana-del-rosal
09-07-2010 Ahora que pasó el temblor, puedo venir a darte en público la felicitación y agradecimnientos que antes te di en privado. Eres un grande, pero no hablo de tu pluma (y tu hisopo). Hablo de otras cosas. Y sabés a qué me refiero. Gracias por el estímulo, por la presencia, pero sobre todo por no montarte al caballo para pisarme. sino por ir al paso y disfrutar conmigo el airecito en el rostro mientras recorrimos el camino al duelo. Una vez más, gracias! y a quienes te votaron, los felicito por el buen gusto. Vos el humor, yo la ternura, ambos dejamos impresa la marca sin quererlo, porque somos así. SAbés a quién va dedicado el mío. Beso. Y todas las estrellas. cromatica
08-07-2010 ¡Qué original! Y muy gracioso, a pesar de que tal vez nos reímos para no pensar en los problemas que que angustian al protagonista. Susana compromiso
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