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[C:462]

Conversaciones Conmigo Mismo
(La Ventana)


Si pudiera alcanzar la ventana, pero está muy alta, tendré que ocuparme de algo más, intentaré mañana, tal vez, tal vez...

Diálogo número uno:

- ¿Quién sos?
- Soy un anatema.
- ¿Un anatema?
- Sí, eso mismo.
- Ummm... bien por vos.

Hoy vuelvo a concéntrame en ventana. No la veo bien, no tengo ganas de hacerlo. Se me está secando la piel, ya no soy mestizo, soy blanco, como mi abuelo, pero no me gusta el blanco, se ensucia muy fácil y esta pieza está muy sucia. Sé que se puede ir la luz, de hecho estoy esperando a que eso suceda, no pretendo evitarlo, sólo espero.

Diálogo número dos:

- ¿Tenés alguna religión?
- Mis padres, tal vez, no sé, supongo que soy católico.
- ¿Te gusta?
- ¿Qué?
- Ser católico.
- No sé, tal vez, nisiquiera sé si lo soy.
- ¿Has ido a la iglesia?
- Cuando me bautizaron.
- ¿Esa fue la última vez?
- Creo que sí.
- Entonces no sos católico.
- ¿Por qué?
- Porque los católicos van a la iglesia.
- Supongo que tenés razón, no soy católico.
- Pero estás en lista.
- ¿Cuál lista?
- Estás bautizado.
- Eso no importa.
- Sí importa, cuando Dios llame a su gente dirá tu nombre, y vos tendrás que decir “aquí estoy padre mío”.
- Y me llevará al cielo, pensándolo bien, tal vez quiera seguir en lista.
- ¿Creés en Dios?
- No sé, supongo que sí.
- ¿Le has orado?
- La verdad, no.
- ¿Te ha ayudado?
- No sé, no.
- ¿Alguna vez lo has escuchado?
- No.
- Sí no lo has escuchado cómo podría existir.
- No sé, podría haberlo visto.
- Sólo existe lo que se puede oír, los ojos mienten.
- ¿Y los sordos?
- Los sordos están solos.
- No sé, tal vez tengás razón.
- ¿Entonces?
- ¿Entonces qué?
- Dios...
- Tal vez no exista, no sé.
- ¿A qué cielo te va a llevar entonces?
- A ninguno supongo.
- Deberías excomulgarte.
- Bueno, me podrías ayudar vos.
- ¿Yo?
- Sí, sos un anatema.
- Ni lo pensés, no podría hacerlo yo.
- ¿Tenés radio?
- No.
- ¿Por qué?
- No lo necesito.
- Escucho una música.
- No tengo radio.
- ¿Entonces de dónde sale?
- Alguien la toca.
- ¿En dónde?
- Aquí
- ¿Aquí?
- Sí.
- ¿En la pieza?
- Sí.
- No veo a nadie.
- No se trata de ver, sólo escuchar...
- Ummm...
- Me quiero callar.
- Claro, cállese...

Y me callé. Al mirar al cielo, a través de la ventana, veo unos pájaros que vuelan, traen algo en las patas, como cabellos de mujeres, las mujeres que nunca amé. No se escucha nada. Los carros pasan silenciosos, frenan, muchas veces abruptamente, nada de esto escucho. ¿Cómo sabré cuando llegue mi bus?. Todo se va hilvanando en una insoportable afonía. Entonces deseo nunca haberme callado, ahora no oigo nada.

Diálogo número tres:

- Ve ¿escuchás algo?
- ¿Algo cómo qué?
- Algo como a mí, ¿me escuchás?
- Sino te escuchara cómo podría responderte.
- No sé, tal vez imaginás que lo hacés, y también imaginando me respondés.
- ¿Por qué podría yo ser capaz de algo así?
- Vos suponés muchas cosas, mi propia existencia.
- No sé si existís, tampoco lo supongo, pero te escucho.
- Yo no.
- ¿Vos no qué?
- Yo no me escucho.
- ¿Cómo hablás entonces?
- Muevo mis labios según lo que pienso decir, pero no sé si eso es lo que escuchan los demás.
- Pues creo que no lo sabrás nunca.
- Tal vez esto no este pasando.
- Tal vez...

Ahora a la llegada de la oscuridad se suma el silencio. No escucho ni mis propios pensamientos, sé que los tengo porque los provoco y conozco sus formas, yo mismo se las he dado, a lo creado formarlo para reconocerlo, así debe ser ¿no? Para no perderlos, para saber dónde están, para que no se extravíe la noción primaria, la que los origina. Tengo ideas, entonces, puedo pensar, así no estaré solo, en esta pieza. Estaré reflexionando en algo ¿en qué? no sé, sólo sé que así será. Así el tedio pasará desapercibido, hasta me puedo distraer pensando y no necesitaré a nadie, podré prescindir de compañía, después, estaré eximido de añoranzas, no extrañaré a nadie, así la soledad será sólo una condición, un estado como cualquier otro. He tratado de hablar solo, pero llevo tanto tiempo aquí que creo que he perdido la facultad del habla, pero anhelo comunicarme, es una necesidad, porque sino ¿para qué pienso si no puedo expresar lo pensado?, es lógico, uno crea para posteriormente mostrar, aunque, no hay nadie ¿a quién se lo enseño entonces?, esta cuestión desemboca en una más compleja todavía ¿se puede hablar de soledad si únicamente se existe para si? o ¿se está solo si sólo uno existe?.

Diálogo número cuatro:

- ¿Podés asegurar tu existencia?.
- ¿Podés asegurar la tuya?
- Te pregunto a vos.
- ¿Cómo puedes cuestionarme eso si dudas de mi existencia?
- ¿Cómo podrías responderme si no existís?
- Eso es más que obvio.
- Podría ser.
- De hecho lo es.

Es lacerante estar encerrado. La ventana reduce su tamaño, ahora sólo es un foco de luz que alcanzo a atisbar pero que no me alumbra. Me pregunto ¿estas paredes me encierran a mí o encierran al mundo? ¿me circundan a mí o circundan el universo?. Visiblemente ahora eso ha replanteado mi condición aquí, y suponiendo que otros existiesen me pregunto si sentirían lo mismo, si estarían tranquilos así, sin saber si se está dentro o fuera, sin siquiera poder asegurar que se está en alguna parte. Cuando estás solo, y sólo vos lo sabés, y se reniega del universo mismo se reside en la antimateria, extraviando toda facultad motora, no por ausencia de piernas sino por falta de caminos. Aún así, desgarrándonos por no sucumbir ante lo incuestionable, damos los primeros pasos tímidos por un espacio apócrifo, ascendemos pendientes inexistentes y nos precipitamos a abismos ficticios erigiendo así una mentira más desmesurada que la imaginación enferma que la sustenta. Tratamos de sentir, de sufrir, de alegrarnos, de caer, de cometer errores y, peor aún, resarcirlos. Como humanos nos hemos deslizado por todas las edades creyendo en algo, en dioses, procesos, instituciones, costumbres, y en el más ilusorio de los delirios, la evolución. Se camina así por el sendero anómalo que nos tiende morbosamente nuestra propia ambición, la de querer creer en lo increíble, la de apretar una mano cuando escasamente podemos dar fe de la evidencia una mano propia.

Diálogo número cinco:

- Todo está en silencio.
- Así debe ser.
- ¿No te preocupa esto?
- La verdad, me gusta el silencio ¿a vos no?
- No te puedo responder eso, ahora nada es claro para mí.
- Creo que nunca lo has sido, no te ocupés de eso, sólo cerrá los ojos y escuchá el silencio.

Al reflexionar acerca de esto he caído en la zozobra, cualquier idea está predestinada como incertidumbre. No hablamos de afirmaciones sino de dudas, aún cuando se asevera se sospecha de lo ratificado, en algún lugar está aquella incógnita, si no fuera así no lo proferiríamos, nos lo callaríamos porque el asunto ya estaría resuelto. El ejercicio dialéctico pugna entre la suplica y la vanagloria de la propia ignorancia, más cuando ni tan siquiera se sabe si alguien está escuchando, si en algún lugar existe alguien que pueda hacerlo, si por lo menos existe alguien o algo. ¿Cómo hemos de separar las fantasías sociales de una posible ausencia de todo ser diferente a nosotros mismos? Carecemos de la habilidad de leer el pensamiento y no podemos asegurar la total fidelidad de nuestros órganos auditivos ¿Cómo, entonces, asegurar que los demás también piensan como nosotros y que no es algún defecto en el oído el que produce la idea de estar escuchando, que no es algún desvarío mental el estar viendo a los que tales palabras profieren? En medio del frenesí de la soledad parimos y parimos ideas, que luego intentamos formar para darles algo de coherencia, acaso un poco de estética. Pero la soledad es insoportable y comienza a asomar sus síntomas desde la misma fase de gestación. Entonces, mientras se proyecta un mundo que recorrer, pensamos en que sería este universo imaginario menos fastidioso si no fuéramos los únicos que marchásemos sobre él, creamos entonces otros andariegos con quienes disertar sobre nuestras propias creencias, esculpimos contradictores para que nos blasfemen y así consumar esa pluralidad que se nos antoja tan real como entretenida. Se da vida entonces a una procesión de espectros cuyo vórtice es aquel que los creó. Perdemos todo estado de conciencia, nos mueve ahora el ánimo del subconsciente y esa misma inconsciencia se bifurca para reemplazar así la sección de la dualidad anteriormente hemos extirpado. Nuestra novicia conciencia ha dejado de ser ficticia, porque sin memoria que recuerde a aquel unigénito de la creación se hacen tangibles e inobjetables las figuras postizas que moldeamos con la arcilla que extrajimos de las playas de algún paraje de nuestro cosmos inmaterial. Nos ocupamos en interactuar con los otros, ahora tan reales, y se pierde casi toda esperanza de ser regresar a nuestros orígenes. Transcurren en tal imaginario épocas, glaciaciones, apocalipsis y hasta creemos que podemos reencarnar, para volver a imaginar todo y continuar muriendo sin morir. Las costumbres como el patriotismo hacen que ese lejano Yo sea sepultado cada vez más hondo y que nos identifiquemos con los otros viendo en ellos la representación de ese nuevo Yo. Esta cautivante farsa se cimienta con el transcurrir de tales reencarnaciones y se muestra tan cierta que lo empieza a ser en verdad. Parece que sólo yo lo he notado, pero ya es demasiado tarde, la ventana ha desaparecido por completo.

Texto agregado el 09-09-2002, y leído por 554 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
01-10-2002 !Me gustó un mundo ché! tenés otra concepción del universo, estas llevado, muy enfermo, muy raro, muy bueno. arlex
10-09-2002 Es bueno que al votar dejen un comentario, o sea, respondan por su voto, no es posible que existan más votos que comentarios, es muy fácil descalificar algo con una estrella desde el cobarde anonimato... uno debe responder por sus actos. nemesis
09-09-2002 !Brutal! !Brutal mi viejo! !qué descarga tan horrenda de palabras y meditraciones! !qué nivel de ensimismamiento! muy buena por vos... saludes desde Rosario la bella nemesis !!!!te pasaste!!!!!! exterminador
09-09-2002 Excelente! lo mejor que he leído de esta página. muy agudo, muy sentido, redacción perfecta, hace pensar, crea sentimientos en quien lo lee. el cuarto que ambientas no es menos meritorio que el inteligentísimo monólogo que nos muestras. excelente!!!! amado
09-09-2002 Relato verdaderamente claustrofóbico, precisamente porque no solo su personaje "lo ha notado". A mi incluso me sobrarían los diálogos que incorporas, el resto ya define bastante. Saludos cordiales BERTA
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