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Rodrigo se despertó en un mundo en el que no había nada. Trató de pedir ayuda, pero no podía moverse. Sus ojos buscaban algo que le diera alguna explicación, pero no podía ver nada. De pronto, su cuerpo comenzó a dar vueltas y sintió una enorme sensación de nauseas. El había perdido el control sobre su cuerpo y no podía detenerse. La intensa oscuridad lo hacia dudar si tenia los ojos abiertos o cerrados. En ese momento, su cuerpo se comenzó a elevar cada vez más alto, era como si estuviese volando. Cada segundo se sentía más nervioso y empezaba a sudar. Sintió la necesidad de encender un cigarrillo (por alguna razón recordó que llevaba algunos en el bolsillo de su pantalón) pero le resultaba imposible mover algún brazo. Fue en ese momento que logró alzar la vista y alcanzó a ver una tenue luz muy por encima de él. Su cuerpo se dirigía hacia allí cada vez más rápido. El pensó encontrar allí las ansiadas respuestas a tantas interrogantes que pasaban por su cabeza en ese momento.
Cuando se encontraba a pocos metros de la tan ansiada luz, su cuerpo se detuvo de pronto. El no entendía la repentina detención de su cuerpo, estaba tan cerca de poder resolver este misterio... Hizo un esfuerzo sobrehumano para poder llegar hasta la luz y este le dio resultado. Su cuerpo empezaba a moverse lentamente. La luz se hacia mas intensa a cada segundo. Parecía que su cuerpo no iba a aguantar pero ya estaba demasiado cerca.
Al llegar a la luz sintió que su cuerpo era absorbido por ella.
De pronto, se encontró a si mismo en medio de una cantina. Frente a él había una larga mesa con un señor de cabellos largos y barba, que se encontraba de pie y totalmente ebrio, y a su alrededor se hallaban 12 personas con un aspecto muy similar y con rasgos de haber ingerido gran cantidad de alcohol. Este señor se sujetó de una silla para no perder el equilibrio y le dijo:
-¿Qué haces acá?-Todavía no te ha llegado tu hora.
Rodrigo abrió sus ojos y se dio cuenta que estaba echado en una cama de hospital y pensó con entusiasmo: “todavía no puedo morir. Dios está de vacaciones”.
Su breve momento de alegría se vio interrumpido por el crujido de una puerta. Dos doctores entraron a la habitación. El cerró los ojos para que creyeran que todavía se encontraba inconciente. La breve conversación de los doctores le hizo recordar el porque de su estancia en el hospital.
El estaba perdidamente enamorado de Camila. Tuvo una conflictiva relación con ella que duró muy poco tiempo, pero él todavía seguía enamorado de ella. Pasaban los meses y el seguía amándola en secreto, hasta que se enteró que ella se había enamorado de otro hombre. Esa noticia la había recibido la noche anterior y por eso salio de su casa decidido a olvidarse de sus problemas al lado de su mejor amigo: el whisky. Fue ya a altas horas de la noche cuando decidió inyectarse gran cantidad de heroína. Probablemente, una sobredosis de esta fue la razón de su visita al hospital.
Pasó muchas horas echado en la cama del hospital recordando a Camila. Recordaba la noticia que lo llevó a parar a ese hospital. Fue en ese momento que empezó a perder la noción de la realidad. La imagen de ese señor, totalmente ebrio, regresaba. Este señor lo invitaba a gritos a tomar unos tragos y a subir a los cielos.
En ese momento, regresó a la realidad y alcanzó a ver a Camila llorando tras el vidrio de su habitación. Ella estaba llorando por el.
Después de verla, se sintió satisfecho, cerró los ojos y acepto la invitación del señor.

Texto agregado el 07-07-2004, y leído por 132 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
27-07-2004 Muy buena narración, ese ir ir venir a la luz, no podía irse así, pero al final tuvo esa ansiada despedida entre lágrimas tras el cristal. Un gusto leerte. Airedevalencia
 
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