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Cuando el Gran Espíritu decidió poner hombres en la tierra, creó primero a los pieles rojas de la tribu Mandan. Para que no pasaran frío durante la Luna de la Estación Triste, ni demasiado calor durante la Luna en que los Pájaros vuelan hacia el Sur, los colocó en una caverna bajo la corteza terrestre.
Desde el primer día empezó a crecer una planta en el centro de la gruta. Pasadas varias estaciones era tan alta que casi tocaba el techo de la gran bóveda.
Mira la Luna era un joven valiente de la tribu. Le dieron ese nombre porque contemplaba constantemente el crecimiento de la planta. Con la cabeza levantada, no hacía otra cosa, desde la mañana hasta la noche, porque no podía apartar los ojos. Contempló cómo crecía el vegetal durante cien años.
La madre de este joven se llamaba Hoja Seca. Ella se había convertido en el hazmerreír de toda la tribu. Todos le decían cuando la encontraban:
Mandan:
Pero a Hoja Seca le traían sin cuidado los sarcasmos. El que siente las cosas, hombre sabio de la tribu, le decía que en el futuro Mira la Luna llegaría a ser un gran hombre. Cuando la planta llegó al techo de la gruta hizo un agujero. Como seguía creciendo por el orificio, Mira la luna se preguntó dónde iría. Una noche reunió a sus amigos y declaró:
Mira la luna: -parecerme que planta enseñarnos el camino que deber seguir. Yo escalarla para asegurarme. ¡acompañarme los que quieran!
Una decena de mandan dijeron que querían viajar. Entre ellos había igual número de muchachos que de muchachas.
Mira la luna: -¡estar bien!. Todos ser muy valientes. Hacer reserva de alimentos. Camino ser largo y lleno de obstáculos. Tomar arcos, lanzas y escudos.
O-Kee-Hee-De, la primera mujer del hechicero, aún vivía entonces. Un espiritu malvado la poseía. Por eso todos en la tribu la llamaban Espíritu Maligno. Cuando la expedición estaba preparada para partir, Espíritu Maligno fue a ver a Mira la Luna y le dijo:
Espiritu: -Llevarme con ustedes, yo querer ir a esta aventura.
Mira la luna: -¿Estar loca, Espíritu Maligno? Tu ser demasiado gorda, planta no aguantar tu peso. Además ya no ser tan ágil como los demás.

Espíritu Maligno hizo como si no hubiera entendido, pero juro vengarse. La mañana de la partida los padres de los jóvenes fueron a darles ánimos. Hoja Seca dijo a su hijo:
Hoja seca: -Si necesitar algo por el camino, llamarme. Yo quedarme al pie de la planta hasta que tu bajar.
El joven valiente dio las gracias a su madre y partió con sus amigos. Subieron durante cuatro estaciones. Todas las noches Mira la Luna echaba una mirada atrás y veía la pequeña mancha de su madre al pie del árbol. Así es como calculaba la distancia recorrida durante el día. Pero un día Mira la Luna ya no vio nada y dijo a sus amigos:
Mira la luna: -Mi madre estar muy lejos, ya no poder ayudarnos si necesitarla. Ahora tener que sacar fuerzas de nosotros mismos.
El avance resultaba agotador. La planta era un espino y sus púas desollaban las manos. Cuanto más subían los jóvenes mandan, más espeso se hacía el follaje y más penosa era la ascensión. Una mañana el tronco de la planta apareció tan liso como el mango de una lanza. Un mandan se lamentó:
Joven 1: -Resbalar en esa madera sin rugosidades. Nunca poder llegar a las ramas altas.
Entonces fue cuando Mira la Luna vio una hormiga. Se dirigió a ella:
Mira la luna: -¡Salud, hermana hormiga! ¿Poder explicarnos cómo arreglartelas para trepar tronco sin caerte?
El insecto sonrió maliciosamente.
Hormiga: -Es porque, como ves, tengo ganchos en las patas. Permiten que pueda agarrarme a la fibra de madera.
Mira la luna: -Nosotros, los mandan, no tener ¿Tu querer prestarnos las tuyas, para pasar trecho difícil?
La hormiga lloró:
Hormiga -Lo haría con mucho gusto, pero es imposible. Tengo que tenerlos conmigo constantemente para huir de los ataques de las abejas. Esas malvadas me persiguen en cuanto me ven y debo la vida a estos ganchos.
Mira la luna: -¡Eso arreglarlo yo!, tu decirme dónde vivir abejas y ellas enterarce de quién soy yo.
La hormiga indicó un manojo de hierbas con la antena:
Hormiga: -Ahí está la colmena, asentada en el hueco de un ramal.
Mira la Luna pidió a sus amigos que le esperaran y corrió al sitio señalado. Una vez allí golpeó la colmena mientras gritaba:
Mira la luna: -¡Oé! ¿No haber nadie en esta cabaña?
Salió una abeja guerrera y preguntó:
Abeja: -¿Qué deseas, extranjero? Por favor, deja de mover nuestra casa.
Mira la luna: -¡Querer hablar con reina! Ir a buscarla. ¡Tener prisa!
Abeja: -Está durmiendo.
Mira la luna: -¡Tu despertarla!. Decirle que yo querer hablarle de asunto urgente.
La reina, despertándose sobresaltada, salió también. Preguntó a la abeja guerrera:
Reina: -¿Quien arma tanto escándalo? ¿Es este hombre quien causa tantas molestias?
Mira la luna: -¡ser yo! Yo saber que tu molestas a mi amiga la hormiga. Y venir a decirte que tu dejarla tranquila.
Reina: -¿Sabes que podemos picarte, y hacerte mucho daño?
Mira la luna: -Tu no poder hacer nada, ¡yo tener mi escudo! tu jurar que no volver a atacar a hormiga. Y si no, yo cortar rama con mi lanza y tu colmena caer al vacío.
La reina reflexionó mientras se fumaba una pipa, y dijo:
Reina: -Está bien. Acepto hacer las paces con tu protegida. Comunícale que vamos a organizar una gran fiesta para celebrar el fin de las hostilidades.
La fiesta se hizo esa misma noche. Los manjares fueron abundantes y variados. Los jóvenes mandan aprovecharon para recuperar fuerzas. La abeja y la hormiga intercambiaron regalos y se hicieron amigas. Después de la ceremonia del calumet (fumar la pipa de la paz) la hormiga prestó sus ganchos a Mira la Luna. Este se los colocó en los mocasines y dijo a sus amigos:
Mira la luna: -Subir a mi espalda. irnos a franquear paso difícil.
Y eso hicieron, pues Mira la Luna era muy fuerte. Cuando llegaron a las ramas altas el joven valiente entregó los ganchos a un cuervo para que se los devolviera a la hormiga. Al llegar al sitio en el que la planta atravesaba el techo de la gruta, una muchacha se lamentó:
Sqwaw: -Estar en cúspide de caverna, nunca conseguir llegar más lejos.
Mira la Luna inspeccionó el lugar y declaró:
Mira la luna: -Yo ver un pequeño espacio entre roca y corteza de planta. Ir a meternos por él y continuar nuestra escalada.
Siguieron caminando penosamente durante tres lunas. El espacio por el que se deslizaban era muy estrecho y la pared rocosa les desgarraba la espalda. Por fin, con el comienzo de la cuarta luna, llegaron al aire libre. Un grandioso espectáculo les esperaba en la superficie de la tierra. Lo componían elevadas montañas de granito y extensos valles entre los que serpenteaban ríos con destellos plateados.
Cuando los ojos extasiados de los mandan se hubieron saturado del panorama, Mira la Luna señalo:
Mira la luna: -ser un lugar hermoso, pero ser inhabitable. No haber rastros de plantas en ningún lugar.
La muchacha empezó a lamentarse:
Squaw:-Morir de hambre todos. ¿Cómo haber Bufalo si no haber hierba?
También decepcionado, Mira la Luna decidió:
Mira la luna: - descansar todos luego volver a wiwam con tribu.
En el centro de la tierra, Espíritu Maligno no había renunciado a seguir al pequeño grupo. En ese preciso momento agarró una rama baja de la planta e inicio su ascensión. Pero era tan gorda y pesada que la madera crujía con cada uno de sus movimientos . Cuanto más subía más se curvaba la planta, dejando oír ruidos siniestros. A mitad de camino la planta se rompió bruscamente bajo el peso de la gruesa mujer. Espíritu Maligno cayó rodando. No murió por la caída pero se hizo un enorme chichón en la frente.
El jefe de la tribu se enfadó mucho, pues ya ningún mandan podría reunirse con los jóvenes aventureros en la superficie del mundo. A Mira la Luna, por su parte, le preocupaba lo contrario y exclamo:
Mira la luna: -¡No ser posible espíritu maligno romper la planta! ser imposible volver a Topees en wiwam.
La muchacha volvió a lamentarse:
Squaw: -no poder recoger bayas. No haber fresas salvajes por ninguna lado. No haber ningún árbol frutal. Todos morir de hambre.
Mira la luna: -¡Silencio! squaw -. Que tribu mandan ayudarnos, todavía estar allá abajo.
Entonces Mira la luna Se inclinó por encima del agujero y llamó:
Mira la luna: -¡Oé, madre mía! ¿oirme?
Hoja Seca seguía al pie de la planta. Reconoció la voz de su hijo y gritó a pleno pulmón en dirección a la bóveda:
Hoja seca: -¡Aquí estar Mira la Luna! ¿Qué querer?
Mira la luna: - planta desaparecer. Y no poder reunirnos con wiwam.
Hoja seca: -Entonces tener que vivir alla arriba.
Mira la luna: -ser imposible, madre. Aquí no haber vegetación.
Mira la luna: -¡Tener paciencia hijo! hierba acabar saliendo de tierra más pronto o más tarde, ver raíces que colgar a la gruta.
El joven valiente se volvió hacia sus compañeros.
Mira la luna: -Tener que ayudarme. Llamar a sus madres. ser imposible que no hacer algo por nosotros.
Entonces los jóvenes mandan se colocaron alrededor del agujero y gritaron todos juntos:
Mandan: -¡Madres, ayudárnos! ¡Tener piedad de nosotros! ¡No ser nada sin ustedes!
Todas las madres de la caverna oyeron esos gritos. Conmovidas se reunieron alrededor de Hoja Seca. Esta les dijo:
Hoja seca: - sola no poder hacer nada, pero juntas salvar a nuestros hijos. Cada una de nosotras agarrar el extremo de raíz con la boca y soplar muy fuerte dentro.
Y todas las madres juntas soplaron para hacer que la savia ascendiera. El resultado no se hizo esperar. Ante los ojos maravillados de Mira la Luna y de sus amigos, pequeños brotes aparecieron en la superficie de la tierra. Después de tal éxito los jóvenes mandan gritaron a voz en cuello por el agujero:
Mandan: -¡Seguir soplando, madres nuestras! plantas verdear y surger árboles del suelo. ¡Soplar más fuerte, madres nuestras, ya ver las yemas!
En la caverna de abajo las mujeres mandan soplaron de tal manera dentro de las raíces que el mundo se engalanó de hierba, de flores, de árboles y de arbustos. Inmediatamente los pájaros construyeron su nido en las ramas y una gran cantidad de bufalos fueron a pacear en la gran llanura. El viento inventó una canción agitando las hojas de los árboles. Encantado de oírla, Mira la Luna decidió construir un poblado bajo las ramas de un arce gigantesco. El joven valiente se convirtió en el jefe de esta nueva tribu y fue muy respetado por todos los mandan. Aún hoy en el centro de la plaza grande de ese poblado, un agujero se hunde profundamente en el suelo. Cada año, al término de la Luna de la Estación Triste, un joven se inclina por encima de la cavidad y grita:
Joven: -¡Ayúdarme, madre mía! ¡Transmitr tu soplo bendito a la tierra!
Ninguna voz responde. Pero en los siguientes días las llanuras reverdecen y la naturaleza está de fiesta. Esa es la razón por la que aun en nuestros días los mandan dicen al hablar de la tierra.

Texto agregado el 09-07-2004, y leído por 355 visitantes. (0 votos)


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