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UNA TARDE DE ABRIL



Cuando Adela entró aquella tarde en el coche gris plateado donde Marcos la esperaba , no sabía lo que el destino le iba a deparar. Las charlas por internet eran muy frecuentes y él estaba convencido de todo el cariño que ella le profesaba aunque él le había dejado bien claro que entre ellos no podía haber nada. Ella era una mujer casada y el estaba a muchos kilómetros, dos grandes distancias que de momento podían ser insuperables.
Ella le besó suavemente en los labios, le saludo y él correspondió complacido. Adela había llegado a su ciudad sin saber muy bien como reaccionaría Marcos, incluso pensaba que ni siquiera le iba a ver, pero cuál sería su alegría cuando recibió su llamada. Eso le daba esperanza al menos de conocerle, de lo demás no se podía hacer muchas ilusiones, pero en un principio le bastaba .
El recorrido hasta el lugar donde ella iba hacer unas gestiones trascurrió con la mayor armonía. Parecía que se conocían de toda la vida, que para nada eran dos extraños, que sólo habían hablado varias veces por teléfono y habían visto una fotografía el uno del otro, eso les hacía sentirse cómodos, les daba la sensación, de que estaban hablando por el chat como tantas noches .
En los pensamientos de Adela se estaba haciendo patente una idea, la de que, realmente, él no quería nada con ella; que entre ellos sólo podría haber una buena amistad, cosa que no le disgustaba, porque ella no había puesto en esa cita otras esperanzas. Desde hacía tiempo él le dejo claro que había otra persona en su vida . Adela se sentía celosa pero entendía su postura .
Cuando Adela terminó sus gestiones, él se ofreció a enseñarle la zona. Era una tarde normal de un mes de abril. Tan pronto salía sol como caía un ligero chaparrón , entre nubarrones y rayos de sol, iba pasando la tarde. Estaban cerca del mar. Él era un entusiasmado del mar. Quería llevarla a algún sitio romántico pero no sabía cómo insinuárselo, hasta que Adela se dio cuenta de ello y comenzó a iluminarse su cara. Hizo varios intentos de aparcar pero no debió encontrar ningún lugar apropiado. Bajaron del coche para dar un pequeño paseo, pero el fuerte viento enseguida les hizo cambiar de opinión.
Volvieron al coche y continuaron su viaje hasta que encontraron un bonito acantilado. En aquellos momentos comenzaban a salir de entre las espesas nubes unos rayos de sol. Subieron en las rocas junto a un faro. Contemplaban el romper de las olas en silencio, pero cada uno de ellos pensaba en el otro. Por fin, Adela rompió el silencio y le sugirió bajar por las rocas. Se acercaron al mar. La brisa los acariciaba. Comenzó a sentir el calor de sus manos y a desear sus miradas. Contemplaban la mar callados, sin decir nada. Viendo las olas romper en las rocas escarpadas. Olas color de plata, las aguas como esmeraldas, el viento como un susurro, y el sol que tibiamente les iluminaba.
Marcos se levantó, estaba nervioso, no sabía como empezar. Adela, dibujando una sonrisa en los labios, presintió que algo bueno estaba iniciándose. Él se puso frente a ella apoyado con sus dos manos en la roca ,y dejándola un poco aprisionada. Fijó su mirada en la de ella y pudo ver cuanto amor había en aquella mirada. Se animó a acercar sus labios suavemente. Encontraron respuesta. Se envolvieron en un beso apasionado, un beso que los dos hacía mucho tiempo habían deseado. Después de aquel siguieron otros muchos. Unidas sus manos, algo extraordinario recorrió el cuerpo de Adela. Las caricias de esas manos le hicieron sentir un escalofrío de placer que le recorrió todo el cuerpo. Nunca jamás podría olvidar aquélla tierna sensación de tener su mano cogida entre las blancas y suaves manos de él. Una sensación que por muchos años que viviera nunca la podría olvidar. Se acercaba el momento de marcharse. Subieron por entre las rocas cogidos de la mano y sin decir nada. Sus manos se hablaban entre sí y decían cuanto amor había entre ellos.
El camino de vuelta fue completamente distinto. Ella que siempre pensó que entre ellos ya no pasaría nada y cómo habían cambiado las cosas. Aquel acantilado había sido mágico para su amor. Ella había visto culminado su sueño, tantas noches anhelado, sus besos, sus caricias. Los dos sabían que aquello no podía acabar así.
Necesitaban más, pero no había tiempo para ello. Las mutuas obligaciones les hacían separarse. Quedaba la esperanza del día siguiente, que ella aún seguiría allí. Adela estaba segura que le volvería a ver. Le había dejado muy buen sabor de boca y él no se conformaría sólo con sus besos y sus caricias. Querría más, la deseaba en cuerpo y alma, aunque fuera por una sola vez. Cuando la dejo a la puerta del hotel, él no prometió nada, pero Adela sabía que habría una continuación. Se despidieron con un beso suave en los labios y una mirada de complicidad .
Adela se sintió muy sola aquella noche, pero de su mente no se apartaba la tarde maravillosa que había pasado con Marcos, junto a la esperanza de poderle volver a ver al día siguiente. Se durmió con ese pensamiento y se despertó aún con él. Intentó distraer su tiempo visitando la ciudad. Se sentó en un parque a soñar despierta, a soñar cómo de maravillosa sería la vida con él.
Sabía que era algo inalcanzable. Ella, al día siguiente, volvería a su casa y se encontraría allí con sus problemas matrimoniales, tal y como los había dejado, incluso quizás empeorarían, ya que aquel viaje lo había hecho en contra de la voluntad de su marido. Este viaje le traería demasiados problemas, pero lo vivido merecía la pena y, quizás más, lo que aún le quedaba por vivir. Según pasaban las horas le fue entrando la desesperanza de no recibir noticias de él. Al caer la tarde se fue a refugiarse a su habitación, a seguir soñando pero, poco a poco, con más desánimo. Quizás el sueño no acabara también como hubiese ella deseado.
Se arregló como si fuera a salir con él, pero sólo para dejar pasar el tiempo, para consumirlo. Después de que comprobó que se encontraba muy atractiva con aquella ropa volvió a quitársela. Su ilusión se acabó. Eran ya las 10 de la noche, se cambió de ropa y se puso algo mas adecuado para salir a dar una vuelta. No pensaba quedarse un sábado por la noche viendo la televisión en el hotel. Iría al cine o quizás a dar un simple paseo. En un arrebato de desesperación le envió un mensaje diciéndole: " ¿qué se puede hacer un sábado por la noche sola ?". Él no había respondido y, por la hora que era, ya no esperaba respuesta alguna. Decidió mirar la cartelera y, entonces, sonó el teléfono.
Se le iluminó la cara. Con un poco que se hubiese retrasado habría tenido apagado el teléfono una vez que entrara en el cine y todo habría acabado. Se subió a poner el traje negro que se había probado y con el que se había sentido tan favorecida.
No habrían pasado diez minutos cuando los dos estaban ya rozando sus labios de nuevo, con esa necesidad que les había hecho sentir veinticuatro horas de ausencia. Tenían la necesidad de hacer el amor. En sus besos lo estaban pregonando pero aún así él le pregunto:
.- Si no estás decidida, lo dejamos.
Adela, con una leve sonrisa, afirmó.
Decidieron salir de la ciudad. Encontraron un bonito y discreto motel. Aunque ella era la primera vez que le iba ser infiel a su marido, no pareció importarle demasiado. Pensó que él se lo merecía. Con sus desprecios la había echado en brazos de otro hombre. Otro hombre completamente distinto a él, cariñoso, romántico y que le hacía sentirse muy bien .
Se escuchaba una suave música que comenzaron a bailar. Bailaron varias canciones, pero la que culminó su éxtasis fue la canción de Luis Miguel "conocerte fue una suerte y amarte es un placer". Con esta canción el expresó todo el sentimiento que sentía hacia ella. Se desnudaron despacio, con la ansiedad de llegar pronto pero con la calma de que aquello fuera interminable. Ya desnudos empezaron a rozar sus cuerpos. Sus labios iban pasando por todo su cuerpo recorriéndolo, centímetro a centímetro, para que no se sintiera ninguna parte celosa de otra. Cuando llegó a los pechos de ella se detuvo, los saboreó como un delicioso manjar y estos respondieron inmediatamente poniéndose erectos y pidiéndole más. Los acarició con deleite, le parecieron perfectos, ni pequeños ni grandes, redonditos y suaves, muy blancos , los pezones sonrosados y grandes. Intuía que aquellos pechos no los podría olvidar con facilidad , ni aquella noche tampoco
Hicieron el amor apasionadamente. Adela perdió la noción del tiempo, disfrutando de todo el placer que el le proporcionaba. Una vez hecho el amor, le contempló mientras él se reponía. Parecía como si hiciera mucho tiempo que no había tenido un placer igual y hasta era posible que no lo hubiese tenido nunca. Él, con los ojos cerrados, soñaba con algo que nunca podría tener. Ella le contemplaba y sabía que nunca podría llegar a ser más feliz .
Se hubiesen quedado allí para siempre

Pero la vida sigue y el destino es cruel. Quizás algún día Adela y Marcos puedan volver a bailar de nuevo aquella canción de Luis Miguel y emprender una vida juntos, pero, de momento, sus vidas. les pertenecían a otros .
Y ahora los dos siguen pensando:
"Que conocerse fue una suerte y amarse fue un placer …"




Texto agregado el 11-07-2004, y leído por 223 visitantes. (0 votos)


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