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LA SORTIJA DE LA MARQUESA

Cuando Alicia abrió aquel estuche de terciopelo rojo, y vio centellear los diamantes y el color verde intenso de aquella esmeralda , no pudo menos que volver a sus años de niña, cuando visitaba a su abuela en la casa solariega que tenía la familia y le contaba fantásticas historias. A ella le llamaba mucho la atención una gran sortija que llevaba su abuela, siempre la decía:

-“Abuela, ¿cuando sea mayor me regalarás tu sortija?”

-“No cariño, esta sortija da mucha suerte si es un regalo de compromiso, pero trae maldiciones si se la pone alguien que no sea suya”
Era en forma de rombo con cuatro diamantes en las esquinas y una gran esmeralda central engarzada sobre filigranas de platino. Fue una tarde lluviosa del mes de octubre cuando me contó la historia de la sortija.

-“Fue mi regalo de compromiso, la compró el abuelo en una subasta de objetos mágicos , sabía que a mi me gustaban mucho estas cosas , en el lote venía la historia de la sortija, lo que le daba más valor. Perteneció a una marquesa que la había recibido también como regalo de compromiso. Tiene una inscripción (“sólo por amor”), da suerte a todas la personas que la reciben por amor pero si la poseyese alguien que no la hubiese recibido como muestra de este empezarían a pasar desgracias.


La anciana Marquesa se encontraba en su lecho de muerte cuando mandó llamar a su nieto Gabriel, sabía que no la quedaba mucho tiempo de vida y quería asegurarse que sus pertenencias estuvieran en buenas manos. Una vez entró en la habitación le pidió que le acercara un cofre que tenía sobre el tocador, la marquesa lo abrió con gran esfuerzo y de entre todas las joyas que contenía sacó una gran sortija, hacía mucho tiempo que no la usaba, de hecho Gabriel no recordaba habérsela visto nunca puesta, se la entregó y le dijo:

-“¿Ves esta inscripción?, Sólo por amor, El día que te comprometas debes de regalar a tu prometida esta sortija en prueba de tu amor, si la lleva otra persona que no sea a la que se la des como regalo de compromiso comenzaran a pasar desgracias, ten esto siempre muy en cuenta .”

Gabriel guardó la sortija hasta que fuera el momento de podérsela dar a la mujer de sus sueños. Era todavía muy joven para pensar en el matrimonio, aún tenía que completar su formación para lo que se marchó fuera. A su vuelta decidieron hacer una fiesta en su honor, sus padre ya habían elegido una mujer para él, era la hija mayor de un hacendado de la comarca, él estaba muy triste ya que no le habían dado opción de elegir esposa y aunque le habían dicho que era muy hermosa él era un romántico y sólo quería casarse por amor por lo que decidió que si no conseguía enamorarse de ella no se casaría.

Por su gran afición a los caballos lo primero que Gabriel hizo a su llegada fue salir a montar por sus tierras, se acercó hasta el rió para que el caballo pudiese beber y allí escuchó una voz dulce que cantaba, se acercó procurando no hacer ruido hasta que consiguió divisarla, se quedó tras unos arbustos observándola y escuchando su linda voz, nadaba en las aguas tranquilas del rió, parecía una sirena con su cabello rubio ondulado y largo, contemplándola imaginaba que ella pudiera ser la mujer de sus sueños, de alguien así podría realmente enamorarse y compartir el resto de sus días, pero tenía que asumir la decisión de sus padres. Absorto en sus pensamientos no se dio cuenta de que la muchacha había desaparecido y mucho menos por donde se había marchado; en un primer momento pensó en si habría sido sólo producto de su imaginación pero aquella cara de ángel y aquellos cabellos dorados tenían que ser reales. Salió de su escondite con la decepción dibujada en el rostro por no haber podido mantener palabra alguna con ella antes de su escapada. Volvió durante varios días al mismo lugar pero no consiguió verla .

Por fin llegó el día del baile y quedaría comprometido con la mujer que le habían elegido, estaba decidido rechazarla si no le agradaba muy a pesar del disgusto que se pudiesen llevar sus padres. Empezaron a llegar chicas al baile, iban pasando pero ninguna le parecía que pudiera ser la que habían considerado como su futura esposa, hasta que le llamó la atención una mujer vestida de azul y para su sorpresa su padre le indicó que ella era Amalia, la chica que habían elegido para él, se le encendió la mirada y le dio un vuelco el corazón al ver que era “su cara de ángel”, abrazó a su padre y añadió:-“Muy buena elección”.

Gabriel estuvo bailando con Amalia toda la noche, pero no sintió la misma sensación que tuvo en el río y aunque era la misma cara su voz no le parecía tan dulce como en la canción que oyó entonar días atrás.

Gabriel aquella noche, ya en su habitación, buscó en los cajones de su cómoda el estuche que le dio su abuela con la sortija que debería regalar a su prometida; abrió el estuche rojo de terciopelo y contempló la hermosa sortija, pensó que era perfecta para ella .

Dos semanas más tarde Gabriel y sus padres fueron a pedir la mano de Amalia, entraron en el salón cual fue su sorpresa cuando vio dos chicas completamente iguales, no sabía distinguir quién era Amalia, las miró a las dos fijamente y se dirigió hacia la que le dictó su corazón, aunque eran físicamente iguales sabía que una era “su cara de ángel” y la otra Amalia , la sensación que tuvo en el baile ahora sabia a que se debía a que no eran la misma persona, quiso ponerse a prueba, con las dos en frente , para ver si advertía la diferencia y lo tuvo bien claro, se dirigió a Amalia y dijo: -“Lo lamento mucho, pero quiero comprometerme con tu hermana”.

Todos se quedaron sorprendidos y explicó que no creía que tuvieran ningún inconveniente dado que ambas eran iguales, se acercó a la otra hermana:

-“Siempre y cuando, me aceptéis“.

-“Pero por qué yo, si a mí no me conocéis “.

-“Os vi hace días en el rió, y me enamoré de vuestra voz y de vuestra cara de ángel, ¿aceptáis casaros conmigo? Pero me gustaría saber primero vuestro nombre.”

-“ Rosalía , y si acepto .”

Gabriel sacó la sortija y se la puso a Rosalía que quedó sorprendida de lo maravillosa que era, de platino con una esmeralda central en forma de rombo y cuatro grandes brillantes uno en cada vértice. Todos los presentes quedaron sorprendidos Amalia después de contemplar la hermosa sortija salió corriendo.

Comenzaron los preparativos de la boda. Como regalo los padres de Gabriel mandaron hacer una gran estatua de piedra de la pareja, que la situaron en el jardín, en un templete con vistas a un lago en el que se reflejaba la gran mansión .

Amalia no quiso ir a la boda , pero después de ella visitaba mucho a su hermana, y siempre la pedía que le enseñase la sortija y que se la dejase probar, y así se pasaba horas contemplándola, parecía que lo único que envidiaba de su hermana era no tener aquella sortija.

-“ Porqué no te la pones?

-“ Es demasiado grande para llevarla siempre y resulta incómoda”

- “ Si fuera mía no me la quitaría ni para dormir.”

Rosalía se quedo pronto embarazada para alegría de todos, pero tuvo un embarazo muy complicado y murió al dar a luz un precioso niño, Amalia que siempre había querido ocupar el sitio de su hermana aprovechó la situación para ofrecerse a cuidar del niño, y así poco a poco fue acercándose a Gabriel

Con el tiempo y para hacer más llevadera la pena se casó Gabriel con Amalia, y ésta lo primero que hizo fue ponerse la sortija y como había hecho siempre pasaba horas contemplándola y como ya advirtió la abuela: comenzaron las desgracias en la familia, las cosechas iban mal , los animales enfermaban, ...

Ante lo desesperante de la situación Gabriel tuvo un momento de lucidez, recordó lo que le había dicho su abuela de la sortija, que no la podía llevar nadie a quien no se la hubieran regalado por amor. Le pidió a Amalia que se la quitara pero no hizo caso y continuaron las desgracias; hasta que un día durmiendo se la arrebató y la introdujo por la boca de la estatua de Rosalía.
Todo volvió a la normalidad e incluso con el tiempo, Gabriel consiguió enamorarse de Amalia .

En el breve espacio de tiempo que Alicia estuvo contemplado la sortija pasó toda aquélla historia por su mente, tenía que comprobar si era la misma sortija. La sacó del estuche y pudo leer la inscripción (“Sólo por amor”), no había ninguna duda, aquella era la sortija de compromiso de su abuela, pero si aquella sortija hacia mucho tiempo que se la habían robado...

Su prometido la contemplaba perplejo, sabía que la impresionaría, pero no sabía hasta que punto :- “¿Cariño, te gusta?, la conseguí en una subasta de objetos mágicos, da felicidad si se regala por amor .”






Texto agregado el 11-07-2004, y leído por 344 visitantes. (0 votos)


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