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Lluvia
Se despertó y en ese instante comenzó a sonar el reloj despertador. El aire estaba frio y se destapó completamente para apagar el artefacto que continuaba quejandose. Sentado en la cama el frio invadió su cuerpo como una especie de saludo de bienvenida al día nuevo que recien empezaba.
Había soñado algo y no lograba recordar qué era. La ventana del dormitorio le mostraba la lluvia caer en los edificios viejos y la calle.
El día era gris oscuro, pensó que se levantó demasiado temprano y que el reloj despertador había adelantado la hora. Comprobó que no era así, el reloj de pulsera en la mesa de luz le aseguró que era la hora de levantarse para ir a trabajar.
Desayunó como todos los días sentado en el comedor del departamento casi en penumbras mirando por la ventana la pequeña plaza que estaba al frente del edificio donde vivia desde casi toda su vida. Siempre le gustó el gran árbol que estaba ubicado en el centro de la plaza. Alto y viejo, robusto, siempre verde, lleno de vida, era un verdadero oasis en medio del desierto de asfalto. Esa mañana estaba gris y el viento lo castigaba desde el sur como si quisiera demostrarle que él es mas poderoso y viejo que el árbol.
La ducha caliente terminó de despertarlo y mientras se vestía empezó a programar las actividades del día. Seguía latente una sensación extraña en su mente, había algo distinto en ese comienzo de día, pensó por un instante si olvidaba algo antes de salir, si debía terminar algún trabajo ese día y no logró encontrar lo que buscaba en su mente. La lluvia era lo único fuera de la rutina diaria.
Bajó los dos pisos que lo separaban de la planta baja por las escaleras, como siempre el único sonido era el de sus zapatos cuando hacian contacto con el suelo.
Salió a la calle y el frio humedo le pegó en la cara, pensó en las horas que faltaban para terminar el día y volver al calor y comodidad de su departamento. Hoy sería un día muy largo.
El trayecto desde su edificio hasta la estación del subterraneo eran de cinco calles, el agua incomodaba, pero el paragua ayudaba la caminata.
En la ultima calle, mientras esperaba el cambio del semaforo en la esquina con más gente alrededor , vió en la vereda del frente dos hombre ancianos esperando con pocas esperanzas a que pase un taxi por la calle para escapar de la lluvia que los había empapado. En ese momento pensó dónde estan los taxis cuando hacen falta, cuando no se los necesita estan por todos lados, pero en días como éstos desaparecen. Pero dejó ese pensamiento de lado y se dió vuelta sorprendido porque mientras lo pensaba escuchaba una voz que repetía exactamente lo que acababa de preguntarse. Detras de él había dos mujeres que le devolvieron la mirada con un gesto de confusión esperando a que el muchacho que se dió vuelta dijera algo, seguramente por lo sorprendido que estaba éste, y al entener que eso no ocurriría continuaron con su charla indignadas con el transporte publico de la cuidad.
El semaforo cambió y continuó su trayecto a la estación pensando en la extraña coincidencia. Pero sintió que ese evento ya había ocurrido en otro momento, pero sin la sensación de sorpresa.
La estación de subterraneo tenía una temperatura agradable, hasta casi se sentía calor, pero la humedad hacía que el aire pareciera mucho más pesado y denso. El viaje fue largo y la mayor parte del tiempo apretado.
El edificio donde estan las oficinas del trabajo parecía ese día más grande y gris que de costumbre. Nunca le gustó la estetica del edificio, tan cuadrado, recto y ningún tipo de detalle que le diera algúna sensación de calidez, siempre pensó que en vez de ser una mole de hormigón habian utilizado bloques de hielo gris para la construcción.
Ingresó al ascensor primero y se ubicó al lado de los botones de los pisos, siempre le gustó hacerlo y siempre lo hizo. Detras de él subieron dos personas, una mujer mayor y una mujer muy bella que atrapó su atención instantaneamente. Presionó automaticamente el piso cinco que es donde estaba su oficina, luego consultó a la mujer mayor a que piso se dirigía, tras la respuesta de la mujer mayor presionó el piso ocho, luego se dió vuelta para preguntarle a la mujer bella a qué piso se dirigía y la respuesta fue el doce. Pero el doce ya estaba marcado, él mismo lo había presionado inmediata y automaticamente despues que había marcado el ocho. Era la primera vez que veía a esa mujer bella, no sabía cómo pero apretó sabiendo que iba a ir al piso doce antes de preguntar.
Llegó a su oficina y recien ahí comenzó a salir de la confusión, no porque entendiera que llevaba a saber algunas cosas que todavia no habian ocurrido, sino que comenzó a convencerse que había sido otra casualidad. No dejaba de preguntarse como sabía qué piso debía marcar, pero lo sabía de antes, como si alguna vez hubiera echo lo mismo. Una repetición de ese mismo evento pero en otro tiempo.
Recordó también los ancianos esperando el taxi, pero no sabía de donde los recordaba, en que contexto, y sentía que aún habia más recuerdos atrapados en su mente, pero una lluvia gris no dejaba verlos por completo.
El día continuó normalmente, la rutina mescla los sucesos de los días anteriores y hace que se confundan entre ellos. Al final de la semana uno no encuentra gran diferencia entre un martes o un jueves.
A la salida del trabajo continuaba lloviendo, otra vez el aire frío y humedo lo abrazó con toda su fuerza y retornó a sus pensamientos aquella sensación extraña de estar repitiendo sus acciones en ese día. La idea, a medida que avanzaba hacia la estación del subterraneo, comenzó a inquietarlo cada vez más al igual que la tormenta se tornó más violenta. El viento aumentaba y se veía gente corriendo buscando refugio del agua.
Aceleró el paso para llegar a la estación cuando lo vió.
En el momento que levantó la cabeza para ver la lluvia, encontró el enorme cartel de una conocida gaseosa. El cartel era muy grande y estaba echo de tubos de vidrio llenos de neón, todos los días pasaba por debajo casi sin notarlo. El cartel estaba sujetado en uno de sus extremos con un edificio de frente vidriado y sujetado por dos tensores del otro extremo sobre el mismo edificio. Pero ese día fue distinto, él había visto ese cartel en otro momento, y fué cuando su mente detonó.
Se detuvo automaticamente. Él había soñado todos los hechos ocurridos en el día, los recuerdos iban avanzando como una pelicula por su cabeza, los hombres del taxi, la mujer en el ascensor, todo pasaba a velocidades del pensamiento. Y de prontó un tremendo terror invadió su cuerpo, recordó al cartel y en ese instante una violenta rafaga de viento chocó contra el mismo, el golpe sacudió de lleno entre los vidrios y cortó uno de los tensores que lo mantenían. Todo ocurría de la misma forma que lo había soñado, pero él era solamente un simple expectador y no lograba dejar de centrar toda su atención en los movimentos de herido cartel.
La distancia hasta, el ahora objeto a la deriva era lo suficientemente segura para no preocuparse, pero el viento no se conformó con soltar el parante, ahora el cartel giraba en su extremo y estaba a punto de chocar contra el edificio al que estaba sujetado.
El impacto se produjo y miles de cristales gritaron juntos para tapar el sonido de la terrible tormenta que azotaba la ciudad. Si no se hubiera detenido estaría en el lugar y en el instante en que los vidrios golpeaban el mojado suelo de la vereda. Podría haber muerto, pero algo no entendía, en su sueño tambien veía los cristales destrozarse con furia contra el suelo. Entonces se preguntó porque sintió el miedo tan profundo. Nunca vió el colectivo que lo atropelló de lleno donde estaba parado, en medio de la calle.

Texto agregado el 17-05-2011, y leído por 63 visitantes. (0 votos)


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