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Inicio / Cuenteros Locales / RogelioP / El panadero y el aprendiz

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En un pueblo lejano había un panadero que siempre se levantaba antes de que saliera el sol a hacer su pan. Preparaba su masa y mientras la dejaba reposar encendía su horno de leña. Luego hacia pequeñas bolitas, las amasaba con sus manos, una, dos, tres veces y luego las boleaba hasta que quedaran redonditas. Las acomodaba en sus charolas cuidadosamente engrasadas, las barnizaba son su exquisita mezcla de azúcar, huevo y canela, y finalmente las metía a su horno.
Hacía el pan más rico de todo el pueblo, y en todos lados su pan era reconocido y apreciado como el mejor de todos.
Por varios años estuvo haciendo su excelente pan, pero cada día se vendía más rápido y pronto se le acababa, por lo que cada día tenía que hacer más y más pan. Así que tuvo que adelantar su hora de entrada, primero a las 4 de la mañana, después a las 3 y finalmente a las 2.
Estaba realmente feliz, pues para él era muy importante que la gente disfrutara de su buen pan, y cada vez que alguien le felicitaba por su pan, él se sentía verdaderamente contento. Sin embargo, cada día estaba más cansado, y se tenía que dormir más temprano, por lo que pasaba menos tiempo con su familia, lo que lo comenzaba a preocupar, pues disfrutaba mucho su compañía y los amaba.
Así que una noche, después de platicar con su familia acerca de lo que le estaba sucediendo, su esposa e hijos le sugirieron que consiguiera un ayudante que le permitiera reducir su carga de trabajo, para que así pudiera descansar más en la mañana y pasar más tiempo con ellos en la tarde.
El panadero vio con buenos ojos la propuesta de su familia, pues disfrutaba tanto el hacer su pan como estar con ellos, así que al otro día puso un anuncio en la entrada de su panadería “Se solicita ayudante”.
Mucha gente llegó solicitando el trabajo, sin embargo para él era muy importante que quien fuera elegido fuera una persona trabajadora, entregada, y que supiera hacer pan. Entre los aspirantes llegó un joven, muy trabajador, que sabía hacer buen pan y que quería el trabajo porque siempre había admirado al panadero y quería aprender de él, para luego poner su panadería.
Al panadero le gustó la idea, pues pensó que una persona que trabajara por aprender y por querer mejorar en su futuro era valiosa. Así que le dio el trabajo.
Los primeros días el panadero le estuvo enseñando al muchacho cómo hacía el pan, y hasta le dio su receta secreta, y el joven aprendía ávidamente todo lo que le enseñaba, y trataba de hacer el pan tal como el panadero lo hacía, y la verdad le quedaba idéntico. Esto le agradó al panadero, pues así aseguraba que su calidad sería la misma.
Poco a poco el panadero le fue dejando más tareas a su aprendiz y pudo descansar un poco más en las mañanas, a tal grado que cuando llegaba a la panadería, el aprendiz ya tenía todo preparado y el pan se estaba cociendo en el horno. Tanto el panadero como el aprendiz estaban muy contentos, uno porque podía atender a su familia y el otro porque estaba aprendiendo y estaba ganando más, pues el panadero le había aumentado el suelo por ser tan eficiente.
Todo iba bien, hasta que una mañana, cuando el panadero llegó a su panadería, vio que en las canastas del pan, además de su tradicional pan, había otros panes que el aprendiz había hecho.
El panadero se enojó mucho, pues era su pan el que a la gente le había gustado, no el pan del aprendiz, por lo que lo reprendió diciéndole que su trabajo era hacer el pan tal como le había enseñado, tal como él lo hacía.
El aprendiz le pidió que lo probara para que viera que era bueno; el panadero lo probó, y vio que era bueno, pero él quería que solo hiciera su pan. Así que le pidió que no volviera a hacer otros panes.
El aprendiz no tuvo otra opción que aceptar.
Al otro día, cuando el panadero llegó a su panadería, las canastas estaban llenas de su tradicional pan, lo que le dio mucho gusto, pues el aprendiz le había hecho caso. Pero cuando abrieron la panadería los clientes comenzaron a buscar el nuevo pan, pues les había gustado poder elegir entre varios panes. Esto molestó al panadero, pues pensó que sus clientes jamás hubieran buscado el otro pan si el aprendiz no hubiera puesto su pan en las canastas, por lo que se fue a casa molesto, pensando que tal vez lo mejor sería buscar a otro aprendiz.
En casa, después de la cena, el panadero les platicó a su esposa e hijos lo que había pasado en la panadería, y les dijo que tenía la idea de buscar otro aprendiz. Pero ellos le dijeron que lo pensara bien, pues el aprendiz era muy bueno, y además ahora tenía la oportunidad de ofrecerles a sus clientes diferentes panes, para que cada uno pudiera elegir según su gusto; y su hijo agregó:
-Papá, ¿te gustaría que todos tus hijos fuéramos iguales? ¿Qué todos nos llamáramos igual, actuáramos igual, nos vistiéramos igual, pensáramos igual?
-No -dijo el panadero- Es mejor que sean diferentes porque así todos nos enriquecemos…-se quedó en silencio mientras pensaba lo que acababa de decir –Ya entendí –agregó- si se queda el aprendiz los clientes salen ganando. Es verdad hijo, gracias por decírmelo.
Y así, a partir de ese día, en la panadería hubo panes de todo tipo, y el aprendiz y el panadero formaron un muy buen equipo.

Texto agregado el 24-06-2011, y leído por 5461 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-06-2011 Muy bueno, es temprano y el aroma de esa panadería... me llega. ****** alejandro45
 
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