Era ciega y a sus alrededores se lo hacían saber a cada segundo de su existencia, Leonor era ciega porque sus ojos se lo impedían, pero los otros eran ciegos porque sus almas eran huecas como una cáscara de nuez botada en el asfalto. En su metro cuadrado gobernaba la oscuridad, yacía la paz, la inocencia, la ignorancia de un mundo entero, solo ideas vagas de una sociedad incapaz e inconsciente.
En arenas blancas, Leonor dibujaba el firmamento en imágenes proyectadas, siluetas exactas de constelaciones y cuerpos celestes perfectamente constituidos, era la vía de escape perfecta del mundo común, de las palabras, de las miradas de los ciegos de almas.
Su olfato desarrollado dos veces más que un ser humano normal, permitía diferenciar los diferentes especímenes marinos que transitaban a su alrededor, la sal marina y las partículas de agua expulsadas con alevosía por turistas en el mar, las gaviotas dejando caer sus excrementos a las rocas apiladas que formaban una playa artificialmente construida por el hombre.
En eso, su oscuridad se enrojecía, un atardecer majestuoso y mientras acariciaba la arena con sus nudillos, una lágrima inofensiva se desparramaba en su falda larga que les cubría hasta los isquiotibiales. En su incapacidad de ver, pero no en sentir, pensaba tal vez si en efecto pensaba en alguna cosa, en que la dicha en si era permitida por ella. Nadie comprendería –no entender- más que ella en la reacción química que producía tal espectáculo y que al complementar con una buena bocanada de tabaco, la magnificencia sería absoluta y sincera.
En eso alguien se le acerca, era hombre, su voz lo delato. Leonor al principio puso rechazo. Este joven desconocido invadió su metro cuadrado, y en su afán invasivo solo atino a decir: ¡Ayúdame! En la suplica, Leonor encontró la necesidad de ayudar, sería para el joven de voz carraspeada una especie de súper héroe, pero los héroes no son ciegos (Pensaba en el momento) ¡SI, DAREDEVIL! Que pensamiento más egocéntrico (Pensaba nuevamente) Le pondré atención.
- Cuéntame, en que puedo serte útil.- Dijo, tras una muestra apresurada de atención.
- Necesito ver la realidad con otros ojos, la existencia no es lo que se mencionaba en la escuela.- Explico el joven de la voz carraspeada.
Leonor sorprendida y confundida atinaba apresurada a buscar respuesta alguna que le sea de utilidad para este ser extraño que estaba parado ante sus ojos inertes. Entonces le dijo, preocupada.
- ¿Vez lo que tengo aquí? Señalando una caracola marina.
Si, contesto el joven extrañado en su totalidad.
- Pues yo no la veo, esa es mi realidad, la vida que es real cuando uno sabe qué hacer para vivirla, sino existen los errores para hallar las respuestas, que en teoría existen, pues tú eres la respuesta. Ahora bien, toma esta caracola, mira la solides de su estructura. Nosotros y nuestra mente son sólidos conformado de un cuerpo casi de agua, y mientras más preguntas te hagas o busques te hallarás solo en tu playa, esperando algún pensamiento que ocupe tu caracola (mente) y quiera ir hacía el mar (libertad).
El joven se levantó, había tanta información en su cabeza, tantos crucigramas del pasado, y a la vez misma sentía un aire de prosperidad, como si su único deseo espontaneo del momento es ir y hacer de su vida algo importante, en un mundo de ‘’poderosos’’, pero idealizado por ‘’súper- poderosos’’.
- ¿Te ayudo a levantarte?- Pregunto el joven agradecido.
- No gracias, el mar hará conmigo lo que yo quiero que me haga. – Respondió resignada.
- ¿Morirás?- Preguntó entristecido el joven llamado Aurelio.
-¿Vivirás? Pues hazlo.