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Uno de los mensajeros del reino, enviado para avistar las nubes en el horizonte, permaneció en silencio por un instante, fue tal vez fue un efímero recuerdo o un vago síntoma de nostalgia que estremeció en el instante justo cuando una decena de pájaros en el este planeaban en ¨V¨ con dirección incierta. Instantáneamente la proyección de imágenes ya vividas taladraba sus parietales. Se tomaba sus cabellos grasosos una y otra vez como si su cabeza fuera hacer explosión, se refregaba los ojos con desesperación y sus manos las frotaba en el césped al punto de arrancar de raíz una que otra maleza del lugar. Necesitaba soltar líquido salado de sus lagrimales, para así minimizar el dolor de la ausencia.
En eso un oficial lo sorprende de golpe, el mensajero de las nubes de salto se coloca de pie y en posición de respeto ante su superior. – No estamos en formación muchacho - le dice con una gigantesca calma que llega a sorprender al joven. – Vamos, cuéntame, porque tanta nostalgia a cuesta, no sabes que puede enfermarte - acota el oficial. – No estaba en mis conocimiento de aquello señor, puede ver ese rio, sobre la meseta sur, pues así me encontraba, dejándome fluir como aquel – repica el mensajero de las nubes. - ¿Quieres contarme aquella historia que atormenta tu existir?- Pregunta con interés, el oficial que en ese instante ya era un amigo.
- En la ciudad yace una chica que desordena mi existir, la transporta por parajes prohibidos donde sus palabras son la llave de lo desconocido, me incita al riesgo de olvidar con rapidez sin percibir las consecuencias que trae lo desinteresado, en sus manos rapaces siembra mi alma en la tierra de la calma absoluta, en cambio yo con mi eterno afán de observar en silencio sus ojos con deseos de vivir temo que me deje por aburrido. La extraño, si, la extraño con fervor. Con ansiedad.
Es una amistad poderosa y sin filtros Es una amistad donde hubo besos que separaron mi alma de acontecimientos pasados y los trajo a empujones al momento existente, pero la confusión es de niños, por lo menos es eso lo que trato de no hacer, pero la debilidad es justificada en estos casos. Me comprende señor, yo estando en guerra de armas, tengo el peso de la guerra de mi mente. ¿Y quién gana? No gana nadie.
Y mi familia señor, esta esparcida por todo el reino, no sé de ellos, no sé cómo se desarrollan, disculpe señor, pero esta guerra no me pertenece.
- A nadie le pertenece esto chico (Explicaba el oficial) La guerra es tan cierta cuando se dice que llama la nostalgia con aire de caprichosos instantes, pero es incierta cuando no sabes cómo afrontar todo aquello. Mañana mismo te vas - Le dice con la misma calma del inicio de la conversación.

Poseía la fe de un reencuentro, su alma entre jirones soltaba unos espasmos de felicidad, Llegaría en cuatro días si apresuraba el tranco, pero que importa el tiempo si la dicha es eterna…

Texto agregado el 07-01-2012, y leído por 102 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-01-2012 Uno no se a cuenta de lo que tiene hasta que está en peligro de perderlo lunairreal
 
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