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“Debo confesar que desde que llegaste al casino, hubo algo que me gustó de ti”, le dijo Uziel a Karla después de haber follado con ella durante largo rato en su casa. “Pues si se trata de confesar, yo debo decirte que fui al casino a buscarte porque ya me habían contado de ti”, respondió ella con un dejo de coquetería.

Unas cuantas horas antes, cuando el casino “Black Jack” apenas empezaba a recibir al grueso de los verdaderos amantes a los juegos de azar, Karla había llegado a ocupar un lugar en la mesa donde Uziel ganaba una y otra vez las manos de póker en las que participaba.

“¿Afortunado en el juego, desafortunado en el amor?”, soltó al aire Karla mientras permitía que un empleado del casino le acomodara la silla para también jugar. Sin embargo, todos se percataron que el mensaje iba dirigido a Uziel, quien por el número de fichas que tenía frente a él, se notaba era el ganador de la noche.

Uziel sólo levantó levemente la mirada para ver quién había formulado aquella frase tan trillada. Un par de segundos fueron suficientes para darse cuenta de la belleza de Karla. “Cara bonita, cabeza hueca”, pensó mientras depositaba las fichas iniciales para una mano más de póker.

Karla trató de apostar a la par del resto de los jugadores. Pero con cierta cautela para no perder sus fichas tan rápido Tenía un plan en mente y para conseguirlo debía estar en esa mesa todo el tiempo que fuera necesario. Hasta que Uziel decidiera que era hora de marcharse.

Después de varias manos de póker, hubo una en la que al final sólo quedaron Karla y Uziel. Él quería concluir rápidamente con ese capítulo y fue con todo para dejar sin fichas a la mujer que se encontraba sentada justo al lado suyo. Ella aceptó el reto y apostó su resto.

Salió un “as” y Uziel bajó un póker de ases. “Afortunado en el juego y también en el amor. A las pruebas me remito por si quieres comprobarlo”, le soltó a Karla mientras tomaba con lentitud exagerada las fichas de la apuesta. Quería disfrutar al máximo haberle ganado a una persona que fue una gran contrincante.

Uziel dio una calada profunda a su cigarro, al tiempo que se levantaba de la mesa con todas sus fichas. “Espera, no te vayas. Te invito una copa y así me ‘disculpo’ por haberte ganado todo tu dinero”, le dijo a Karla cuando ésta se marchaba hacia la barra del bar que estaba dentro del casino.

Después de cruzar las mesas de apuestas para acceder al bar, caminando uno al lado de la otra, se sentaron en unos bancos de patas largas que estaban colocados frente a la barra. Ella pidió vodka con jugo de arándanos. Él pidió whisky con refresco de manzana.

Varias copas después, tanto Karla como Uziel lanzaban bromas como si fueran amigos de años. “Debes saber que cuando tú estabas naciendo, yo ya andaba robando, perdón, ganando en el póker. Jajajaja”, dijo él mientras daba una calada a su cigarro. “Sí te creo, porque tienes cara de hampón. Jajajaja”, respondió ella.

Cuando estaban por terminar el contenido de la cuarta copa, Karla le propuso a Uziel ir a su casa. “Podemos tomarnos un trago más y después vemos qué pasa. La noche aún es joven y yo me siento feliz”, dijo ella al tiempo que levantaba su vaso para vaciar su contenido de un solo trago.

Una vez que llegaron a casa de Uziel, y después de la última copa acordada, follaron como desesperados durante un largo rato. Cuando quedaron rendidos sobre la cama, él le confesó que desde que llegó al casino le había llamado la atención. Karla también hizo una confesión y le dijo que había ido en su búsqueda.

Las últimas palabras de Karla desconcertaron a Uziel, quien de inmediato se puso a la defensiva. “Fui al casino a buscarte porque ya me habían contado de ti”, le dijo ella cuando “jugaban” a confesar sus últimos secretos. “Quién te contó de mí. Quién eres realmente. Anda, dime, porque ya no entiendo nada”, le urgió él.

Los ojos de Uziel adquirieron un brillo inusual cuando escuchó el nombre de la persona que le conectaba con Karla, quien en ese momento ya se había levantado de la cama y se había apostado frente a él. Guardando una distancia de dos metros para que no pudiera alcanzarla.

Unos años atrás, durante una de las tantas noches de cartas, tabaco, alcohol y sexo, lo que Uziel acostumbraba llamar su “póker de ases”, había conocido a una mujer con quien sostuvo una relación destructiva de no más de una semana. Creía que era cosa del pasado. Hasta ahora que se lo estaban recordando.

Esa mujer, nunca pudo superar la partida de Uziel. Cuando se despidieron, juró vengarse de él. Sin embargo, los años pasaron y sus palabras se fueron al olvido. Cuatro años transcurrieron desde aquel episodio. No habría por qué seguir recordándolo. Karla no estuvo de acuerdo.

“No sabes lo difícil que fue vivir los últimos años sabiendo que tu hermana se suicidó por culpa de un desgraciado que jugó con ella”, le soltó Karla a Uziel mientras le apuntaba con la pistola que había sacado de su bolsa. “Fueron cuatro años de prepararme para este momento. No sabes cuánto lo esperé”, añadió.

Uziel descubrió que no tenía control de la situación. Quiso echar mano de sus dotes manipuladoras. Varias veces le había funcionado. Confió en que esta vez también fuera así. “Espera, las cosas no son como tú crees. Yo realmente la quería. Pero ella fue quien me echó de su lado…”, dijo para tratar de salvarse.

“Cállate. No hables de ella. No tienes derecho a siquiera mencionarla. No merecía que tú la trataras de esa forma. Ahora pagarás todo el daño que le hiciste. No permitiré que lastimes a alguien más. No mereces vivir más”, le soltó Karla al tiempo que jalaba el gatillo de la pistola.

De las seis balas que disparó Karla, únicamente dos fueron las que impactaron el cuerpo de Uziel. Sin embargo, ambas le dieron en el pecho, quitándole la vida de forma inmediata. Acto seguido, ella colocó la pistola en su boca y volvió a disparar. Ahí, sobre la cama, quedaron los dos cuerpos inertes.

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Texto agregado el 23-07-2012, y leído por 86 visitantes. (0 votos)


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