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La risa de la hiena

En los últimos meses se han producido una serie de asesinatos en algún lugar de Inglaterra. Las víctimas aparecían descuartizadas, y con la particularidad que sus rostros quedaban totalmente irreconocibles. Estos asesinatos ocurrían durante la luna llena y las víctimas eran, por lo general, jóvenes. Quien cometía los crímenes aprovechaba el abrigo de la noche y la espesa neblina para cometer tamaña atrocidad, lo que no se sabía era si se trataba de algún animal o de alguien que mataba por venganza.

Una pareja, que paseaba alegremente por el bosque, fueron hacia el lago que estaba a un costado del camino para nadar desnudos. Luego de hacer el amor bajo la luna el joven salió del lago para secarse, mientras que su pareja seguía nadando. Cuando el joven fue a buscar su ropa, que estaba colgada en la rama de un árbol, una sobra lo tomó por el cuello degollándolo. La mujer, al advertir que su pareja tardaba mucho, salió del lago para buscarlo y se puso una camisa, ya que hacía un poco de frío. Al no encontrarlo comenzó a caminar entre los árboles, estaba oscuro y la niebla era mucha. Para ver mejor encendió una linterna, ya que la visibilidad era escasa, pero esto, seguro, no esperaba ver: su prometido degollado y con la cara completamente desfigurada. La joven gritó aterrorizada al ver a su novio mutilado; detrás el cadáver apareció una sombra que la aterrorizó aún más, y comenzó a correr para ponerse a salvo mientras que el presunto asesino seguía sus pasos. De pronto, la joven cae al suelo tras tropezar con la raíz de un árbol. Los nervios le impedían ponerse de pie. La sombra se acercaba cada vez más. Luego de varios intentos logró ponerse de pie y seguir corriendo hacia la ruta, donde la recogió una camioneta que la llevó hasta el pueblo. Cuando llegaron allí, la joven fue hasta la estación de policía para contar lo sucedido. Rápidamente fueron en una patrulla hasta la escena del crimen y se encontraron con el joven bañado en sangre, con en cuello cortado de punta a punta y la cara completamente desfigurada. Investigaron la zona por varias horas, pero no llegaron a nada concreto. Su hipótesis fue que pudo haber sido atacado por algún animal salvaje, ya que tenía marcas similares a garras en su cuello y rostro. Sin consuelo la joven rompió en llanto, dos policías trataron de tranquilizarla y la llevaron hasta su casa para que pudiera dormir un poco.
Los días pasaban y cada vez aparecía mas gente muerta.
Un médico que leía en su cama un libro de cardiología, una sombra entró por la ventana y sin pausa le abrió el abdomen y sacó los órganos, esparciéndolos por toda la habitación. Un dentista apareció en su consultorio con los dientes arrancados y con un par de tijeras clavadas en su garganta. La cabeza del forense fue encontrada en un recipiente con formol y su cuerpo, desollado, colgando de un perchero.
La policía estaba desconcertada, no podían explicar las reiteradas muertes que se sucedían durante la luna llena y quien las cometía. Ya sumaban mas de diez muertes de este tipo en menos de una semana. La única conexión que encontraron entre las víctimas fue que todas estaban vinculadas a la medicina.
Un grupo de detectives comenzaron a recolectar información en el laboratorio de la universidad de medicina, pero no encontraron nada concreto. De pronto, escucharon un grito en uno de los pasillos, fueron rápidamente hacia allí para averiguar que era lo que estaba sucediendo y se encontraron con un empleado de limpieza con los ojos arrancados y un corte profundo en el cuello.
Tres de los detectives buscaban al autor material del crimen por los pasillos, mientras que el resto se quedó en el laboratorio para encontrar alguna pista. Revisando entre los papeles uno de los detectives encontró una carpeta lacrada y con un sello que decía “Ultra secreto”. Dicha carpeta, contenía datos acerca de un proyecto científico a cargo del profesor Jackes Duppont; un notable científico francés que estudiaba la cura para enfermedades terminales. Misteriosamente, el proyecto fue cancelado y el profesor Duppont separado de su cargo, desde entonces nunca se volvió a saber de él .
Ya tenían una pista firme; el profesor Duppont habría cometido los asesinatos, a modo de venganza, por haber sido despojado de su trabajo.
Luego de varias semanas de búsqueda dieron con su paradero y fue arrestado. Tas dos horas de interrogatorio, la policía no encontró ninguna prueba concreta de que Duppont hubiese cometido los asesinatos, ya que había pasado los últimos meses en su país natal visitando a familiares. Como les parecía algo sospechoso la desaparición de Duppont y los reiterados asesinatos decidieron, a modo de prevención, mantenerlo detenido en la estación de policía hasta que sepa si es él el asesino o no.
Esa noche, mientras Duppont dormía en su celda, otro cadáver apareció cerca de una antigua iglesia. Debido a que la víctima parecía haber sido asesinada hace pocos minutos, porque de los cortes en su cuello seguía saliendo sangre, descartaron la posibilidad de que él fuese el asesino. Duppont recuperó su libertad luego de firmar el papeleo pertinente. Al salir de la estación de policía Duppont paró un taxi y se dirigió a su casa, pero a mitad de camino tomó las agujetas de sus zapatos y ahorcó al taxista con ellos, rompió el espejo retrovisor y le realizó profundos cortes en su rostro y cuello, luego empujo el taxi, junto con el cadáver de su conductor, hacia el lago.
Otra pareja que paseaba por ahí presenció, sin haber sido vistos por Duppont, todo lo sucedido. Asustados por el hecho fueron hasta la estación de policía para contar lo sucedido. Al llegar al lugar encontraron las huellas del auto, un buzo táctico se sumergió en el lago y encontró el taxi y el cuerpo inerte del conductor con las mismas características de las víctimas anteriores. Uno de los policías mostró una foto de Duppont a la pareja, quien lo reconoció de inmediato. Varios agentes fueron hasta su casa para arrestarlo, pero lo encontraron ahorcado en su sótano y junto a él una máscara con su rostro. Después de realizar varias pericias comprobaron que Duppont no tuvo nada que ver con los asesinatos, ya que su cuerpo mostraba señales de haber estado varias semanas muerto. Esto dejó desconcertada a la policía, quien creía que Duppont había cometido los asesinatos a modo de venganza por cancelar sus investigaciones. Lo que ellos no sabían era que tuvieron al asesino frente a sus ojos, confundiéndolo con Duppont, y lo dejaron libre.
Después de regresar a la estación de policía, las personas a cargo del caso, comenzaron a investigar quien era esta persona, pero nada pudieron averiguar; ninguno de los criminales que estaba preso en el país concordaba con el método que usaba el asesino con sus víctimas. No tenían datos de su aspecto físico, ni de su rostro, ni de sus huellas digitales, por lo que les iba a ser difícil encontrarlo, ya que éste usaba máscaras para ocultar su verdadera identidad, y, se supone, guantes. Tampoco pudieron averiguar por qué mataba, específicamente, a personas que tuvieran que ver con la medicina. Todas las pistas, que apuntaban a Duppont se habían esfumado cuando encontraron su cadáver en el sótano de la lúgubre casa donde habitaba, no tenían ningún indicio de quien podría ser el asesino ni de su paradero. Los crímenes quedaron sin resolver y el asesino prófugo.
La joven que había perdido a su novio en el lago, tomó unas pocas ropas y se dirigió hacia el aeropuerto para regresar a su ciudad natal, Estocolmo. En el camino se encontró con el hombre que la había llevado hasta la estación de policía. Este, amablemente, se ofreció nuevamente a llevarla, a lo que ella accedió a subir a su camioneta. El hombre, un tanto preocupado, preguntó a la joven si se había descubierto quien mató a su pareja, esta respondió que no. Sorprendida, preguntó al hombre cómo sabía lo que había pasado, si durante el viaje a la estación de policía ella no había emitido palabra alguna, a lo que él dijo: “-Lo se, porque yo estuve ahí, además nunca lo van a saber, porque el asesino soy yo-”. Acto seguido, tomó un cuchillo de cazador y se lo clavó en el pecho mientras reía, paró a mitad de camino y dejó caer su cuerpo, sin vida, a un costado de la ruta junto con una máscara...

Texto agregado el 09-08-2004, y leído por 199 visitantes. (0 votos)


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