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GEORGESON: Parte I

Mis padres mencionaron una vez que heredé mi nombre de él. Era imposible concebirlo por gracia sanguínea, tomando en cuenta que pertenecemos a sociedades y generaciones distintas.
Mientras éste nacía en Liverpool, Inglaterra, cuarenta y tres años más tarde, llegué al mundo en Concepción, Chile. Mientras su país se prestaba a dar fin a la Segunda Guerra Mundial, el mío buscaba a ciegas librarse de los mantos de dictadura. Sin embargo, las libertades que entrega un rótulo, permiten a la admiración –por no decir fanatismo desmesurado por parte de mis padres-, superar cualquier barrera y aduana.

Durante años me mantuve ignorante a las intenciones paternas. Sorpresa fue cuando compraron mi primera guitarra acústica, la navidad de mis doce, mientras a mis amigos les lavaban la cabeza, con que la música era el primer paso a una vida bohemia y desperdiciada en los vicios. Todos ellos hoy son médicos e ingenieros, logrando su máxima excitación entre la penicilina y los logaritmos.
Tenía trece y ninguno de ellos se juntó más conmigo. Supe entonces que formar una banda no sería lo mío. Envidiaban las oportunidades que me dieron mis padres. Me hubiese gustado mayor exigencia por su parte. ¡Que va! Nunca estamos conformes ni conscientes de lo feliz que somos la mayoría de las veces. Sin embargo, no fue hasta ganar experiencia que uno descubre eso. Si no me creen, ya les tocará su turno.

Pero no nos alejemos del tema. Recuerdo la mención de mis padres, una revelación que no ocurriría hasta cumplir mis diecisiete, cumpleaños acompañado por una Gretsch. Un modelo clásico de las cuerdas para rescatar los sonidos sesenteros como el rockabilly y el blues. Estaba maravillado, hasta saber su real intención de que su único hijo siguiera los pasos del ídolo de su juventud. Al ver como con total naturalidad me explicaban de Harrison como si se tratase de un pariente lejano, les saqué en cara su estúpida decisión, alejada a todo raciocinio. Nunca quise saber de esa guitarra-soborno.

-Maldita sea –grité.
De una extensa lista de grandes guitarristas eligieron al más básico. ¿Dónde quedaron las opciones como Hendrix, Blackmore, Gilmour, Young, Dylan, Iommi, Beck, Satriani o Vai?
Si al menos optaran por otro nombre del cuarteto inglés. John o Paul, o mejor aún, Juan Pablo. Pero ¡el Beatles tranquilo! Que se jodan.

-Maldita sea –repetí y salí de la habitación. No quise escuchar sus razones de que Something fue la canción que presenció su primer beso. Tomé mi fiel compañera de seis cabellos y desaparecí del mundo entre las cuatro paredes de mi cuarto.

Texto agregado el 04-07-2013, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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