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Debio haber sido aproximadamente el año de 1992. Cursaba yo el primer grado de secundaria en la escuela "Cristóbal Colón", la cual ese año se había transformado en escuela mixta. Era costumbre en esta escuela la formación de filas en las canchas de basquetbol a la hora de entrada en donde escucharíamos un mensaje del director de la misma con contenido religioso. Era algo habitual para nosotros, nunca prestabamos atención a sus palabras. Haciamos cuatro filas siempre, tres de hombres y una de mujeres, debido a la desproporción. La competencia entre nosotros era quedar en la fila pegada a la de las mujeres. No era nada sencillo pues tenías que escabullirte entre tus compañeros e incluso en ocasiones empujar a uno que otro con tal de poder quedar en esa dichosa fila.

Debio haber sido una mañana de un martes, aunque probablemente fue un miercoles, sin embargo eso no es relevante a la historia, lo relevante es ella, Veronica, ahi estaba, tan majestuosa como siempre, con sus pelos chinos colgando como enredaderas apoyandose sobre sus hombros, su cuerpo escultural y su sonrisa colgate. Me encantaba y esa mañana hice todo lo que tenía que hacer para al menos estar esos escasos minutos cerca de ella, con el sol quemando nuestra frente, formados mientras escuchabamos el tedioso mensaje del director, tomando distancia, sintiendo el calor del sol en los zapatos. Tuve que empujar a Manzanares, Sandoval y a Ladrón de Guevara, pero tenía que hacerlo porque probablemente ellos querían despojarme de mi oportunidad. Era algo tan insignificante pero tan importante, el sentirse cerca de esa persona en ese momento tan efímero de la mañana.

Yo la volteaba a ver por escasos segundos y luego volteaba nuevamente hacia en frente, aprovechaba esos instantes de segundo para ver lo hermosa que era, tratando de evitar que ella se diera cuenta que la estaba viendo. En una de esas ocasiones que la volteaba a ver noté que ella me veía tambien, me miró a los ojos, y yo lo hice tambien, pensaba por dentro que mi vida estaba resuelta, que había encontrado al amor, quería voltear al cielo para agradecer la intervención divina, y ella seguía viendome, mi corazón se aceleró exageradamente. Sonreí, pero ella no lo hizo, al menos no en ese momento. Me inspeccionó de pies a cabeza para que después salieran de ella las primeras palabras que escuchaba de una mujer esa mañana, y que jamás olvidé:
-Como estas feo.- Fueron las serpientes que escupió hacia mi esa mañana.
El maestro asesor llamó a que pasaran ordenadamente al salón la fila de mujeres. Después de darme sus palabras camino hacia adentro del salón, yo me quede con el corazón roto en el patio de la escuela, con el sol quemandome la frente y esperando que ninguno de mis compañeros hubiese escuchado el humillante mensaje que me había dado aquella arpía.

Texto agregado el 15-08-2004, y leído por 166 visitantes. (0 votos)


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