Diez y nueve años, eso tengo, bajo mi brazo hay un folio de pequeños éxitos y redundantes fracasos plasmados en mi hoja de vida y en el inconsciente colectivo mas cercano. De seguro a mi edad algunos ya definían lo que querían "ser", buscando un ostentoso título para encasillarlos en una fila de la A a la Z con una ocupación bien retribuida y un cepillado de dientes más temprano de lo que desean.

Ganarse la vida: esa frasecita venía escuchando desde los siete años, esa frase que me llegaba como un puño al estómago por no saber qué hacer conmigo desde los diez y seis; como si se tratara de una batalla campal contra ella para sobrevivir, como si le llegáramos a ganar. Estamos en este mundo para vivir, para hacer algo por quienes amamos, para sonreírle a un desconocido, no estamos para amarguras y refutar un título en la cara de otro o para decir cuánto mejor somos por haber estudiado en algún lugar en el cual ellos no pudieron llegar por distintas razones. En mi país nadie muere de hambre, si hay que ganarse la vida puede hacerse en un semáforo haciendo malabares o con una guitarra cerca de los centros comerciales, no hay mucha vuelta que darle, lo importante es que no estamos para vencer a la vida, porque todos llevaremos el mismo traje en el último día de nuestra existencia a dos metros bajo tierra. Lo importante es disfrutarla y saber vivirla.