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Ellie

Esta es una historia que se desarrolla en el invierno del 2010, para ser más exactos, en diciembre. Ese fue un invierno en el que me sucedieron cosas muy extrañas. Yo era una persona que no valoraba lo que tenía –ni siquiera su propia vida- u obtenía, no obtenía la satisfacción que yo preveía. Siempre, hasta ese año, había sido así. Tenía una cosa, pero de un momento a otro ya quería más. Era un insaciable. Cuando yo obtenía un anhelo, resolvía mi mayor inquietud, llegaba el día que tanto esperaba o revelaba el misterio que me desvelaba, quería más. Y esta es mi historia.

Todo comenzó el 1 de diciembre. Yo era un feliz londinense de 19 años. Yo estaba alojado en un departamento, puesto que no tenía los recursos suficientes para una casa, pero sí para sobrevivir. Ya había terminado de estudiar, y estaba buscando un trabajo formal, puesto que, para tener dinero para comer, trabajaba en una miscelánea.

Un día melancólico, de esos con el cielo gris por la aglomeración de nubes cargadas de agua, y que pronostican una lluvia próxima, hacía un frío intenso. Recuerdo bien que eran las 10 de la noche, y teníamos que cerrar. Antes de irme, el gerente, gracias a mi lealtad, y a lo servicial que soy, me dio un bono. Lo recibí con una gran sonrisa dibujada en mi rostro.

Entonces salí de la tienda presuroso con rumbo para mi departamento, puesto que el frío me congelaba hasta los huesos. Yo no tenía carro, pero mi departamento no se encontraba muy lejos del lugar, así que decidí caminar y no tomar un autobús. Esta decisión cambió mi vida.

Yo me considero una persona de buena fe y bondadosa. Menciono esto porque en mi camino de regreso a mi departamento, encontré una joven que estaba vendiendo cajitas de fósforos, pero aparentemente no había vendido ninguna. Yo me acerqué a ella.

Cuando la vi de cerca noté que era rubia, tenía unos 14 años, medía aproximadamente 1.60 y tenía un rasgo particular, tenía una cicatriz en la mejilla derecha. Cuando estaba a menos de un metro, ella se alejó; al parecer desconfiaba de mí. En ese momento le pregunté:

-¿Por qué te alejas? Yo sólo quiero ayudarte. Desde lejos te observé, y pareces triste y cansada. Para mí son ignotas las razones de tu desgracia, dime ¿por qué razón tu destino tiene que ser así, y no puedes gozar de las comodidades de una familia que te proteja, y del calor de hogar que se nota que necesitas?

Ella respondió con una expresión de suma tristeza y agobio: -Mi padre es el causante de esto, él cultivó en mí la desconfianza hacia la gente. Él quiere que venda las cajas de fósforos para poder comprar comida, pues somos pobres, y si llego a la casa sin dinero en los bolsillos, me va a castigar. Yo conozco sus castigos, y no me gustaría experimentar uno de ellos otra vez. A él no le importa que yo me muera de frío, él quiere su dinero, y ni una vez lo usa para comprarme ropa.

-Yo te liberaré de ese maltrato. Ahora voy camino a mi departamento, ¿qué te parece si vienes conmigo?, así puedes gozar de la comodidad del calor y de un colchón dónde dormir.

Yo noté que esta niña, tenía una desgracia grandísima. Observé esto ya que accedió inmediatamente al regalo, no material, que le estaba dando y que nunca había tenido, el amor.

Cuando llegamos a mi departamento, ella mostró una conducta que jamás había visto en otra persona. Mi departamento era pequeño, pero ella no lo vio así. Inmediatamente al entrar, fue al cuarto de huéspedes, y abrazó la cama como de una manera anormal. Se revolcó, saltó en ella; era como si nunca hubiera visto o tocado una cama. Entendí esa situación, por sus circunstancias anteriores. Hizo lo mismo con la calefacción de la habitación. En ese momento, sentí una gran satisfacción por lo que yo había hecho hace unos momentos, y preparé chocolate caliente para los dos.

Cuando estaba listo, la llamé para que fuera a la cocina. Seguía fascinada de lo que tenía en mi departamento, de la alacena guarnecida de comida, de la mesa, del refrigerador, de la televisión… En fin, de absolutamente todo lo que había en mi departamento, cuando para mí no era algo muy grandioso.

Cuando llegó a la mesa, se sentó, y le pregunté más sobre ella, cosas como su nombre, su situación, etc. Dijo:

-Me llamo Eileen, pero puedes decirme Ellie. Pues mi padre no quiere ganar dinero por él mismo, por eso me manda a mí. Yo nunca he podido jugar con otros niños, pues me discriminan por mi pobreza; o con juguetes. Desde muy pequeña mi padre me manda a hacer esto, pero la gente en años pasados sí me compraba los productos, no entiendo por qué ahora no…

En seguida rompió en llanto. Yo me acerqué para consolarla. Le dije:

-No te preocupes más por eso. Aquí serás feliz, ya verás. Disfrutaras la vida como nunca. ¡Y la Navidad también! Yo sé que nunca has tenido una Navidad con regalos, con un pino, con cena navideña, con familia, y, sobre todo, con amor. Aquí tendrás todo eso. Tal vez sólo somos dos, y no seamos una familia muy numerosa, pero eso te bastará, yo estoy seguro.

En ese momento, sentí una de las experiencias más gratas que he tenido en mi vida: vi que en su rostro se dibujó una sonrisa de verdadera felicidad, pero sus lágrimas no cesaban; se transformaron en lágrimas de alegría.

Después de esa conversación que tuvimos, ella fue a darse una ducha, y yo fui a dormir. Antes de acostarme, saqué algunas de mis prendas, las cuales, supuse que le quedarían, y se las di; comprobé eso la mañana siguiente.

Cuando desperté en la mañana del día siguiente, la encontré en la cocina, haciendo panqueques. No entiendo cómo supo que me encantaban. Nunca en mi vida había probado otro platillo tan suculento como los panqueques, y los de Ellie eran los mejores que había probado, incluso mejores que los del restaurante gourmet al que amaba ir. ¡Eran riquísimos! Dije:

-¡Están deliciosos! Nunca en mi vida había probado un platillo tan exquisito como este, y jamás había probado unos que tuvieran un sabor que se iguale a los tuyos. ¿Dónde aprendiste a cocinar así?

-¡Gracias! Pues, otra vez, debido a mi padre. Él me obligaba a cocinar, y si algo no le gustaba, quería que lo perfeccionara. Creo que es la única herencia buena que me dejó.

-Sí, y vaya que es una muy buena herencia. En serio, me sorprende que una mujer de tu edad ya pueda cocinar este platillo con esta exquisitez. Dime, ¿sabes hacer más platillos suculentos?

-Gracias de nuevo. Sí. Como dije antes, mi padre me hacía perfeccionar los platillos, y últimamente le encantaba todo lo que cocinaba.

Y así seguimos hasta las 12. Luego, le hice una sorpresa. Le dije que iba a la tienda a conseguir pan blanco, pero en realidad fui a una boutique que estaba cerca de mi departamento, que era pequeña, pero realmente vendían buena ropa. Le compré varias prendas para protegerla del frío, pues mi ropa era de hombre, no podía salir a la calle con ella.

Más tarde llegué a la puerta de mi departamento. Antes de abrirla, dejé las bolsas afuera de tal forma que ella no las pudiera ver cuando me recibiese. Abrí la puerta, y ahí estaba Ellie, cuestionando mi tardanza.

En ese momento, sucedió lo inesperado. Me agaché hacia donde estaban las bolsas, y se las entregué. Ella, al verlas, se quedó boquiabierta. Nunca nadie había hecho algo así por ella, sólo yo. Rápidamente, me las arrebató de las manos, y fue a probárselas.

Yo me quedé en la cocina bebiendo un vaso de jugo, cuando repentinamente gritó:

-¡Me encantan, me encantan, me encantan! ¡Gracias!

En seguida llegó a la cocina y me dio un gran abrazo, y dijo, con lágrimas en su cara:

-Nunca nadie había hecho esto por mí. ¡Tú eres la persona más linda del mundo! ¡Te amo! Qué bien que dejé de lado mi desconfianza ante la gente y accedí a lo que me dijiste. ¿Pero dime, por qué haces esto por mí?

-Mira, yo siempre he sido altruista, bondadoso, de buena fe. Te vi en la calle tiritando de frío y supe que necesitabas ayuda, así que no dudé en acercarme. También, quería un poco de compañía en mi departamento, y supe que tú serías buena desarrollando ese papel. Ahora me doy cuenta la felicidad que me da tenerte aquí.

En ese momento no lo soportamos, y los 2 rompimos en llanto.

Así seguimos por un tiempo, hasta que pudimos parar. Le dije:

-No entiendo la razón por la que tu padre te desdichaba, si eres la persona más linda que he conocido. Tú no deberías de haber sido pobre nunca, mujeres como tú no se encuentran donde sea, aunque gracias a tu condición, ahora me haces compañía aquí.


Recuerdo que un día, vio mi librero que está plagado de libros, y se fascinó con ellos, tomaba uno, lo hojeaba, luego tomaba otro, y otro, y comenzó a leerlos. Mientras yo salía a trabajar, ella se quedaba leyendo, y vaya que tenía buenos gustos. Los primeros que escogió fueron los de Allan Poe que a mí tanto me gustaban. También leyó La Divina Comedia, varios de Julio Verne, de Stephen King, John Katzenbach, entre otros.

A ella también le gustaba mucho la música. Tomaba mis discos y los colocaba en la grabadora, y se fascinaba con mi música. Nunca conocí mujer alguna a la que le gustara tanto lo que a mí me gusta.

Con ella era capaz de filosofar sobre temas de reflexión, mientras disfrutábamos de un café, algo que no podía hacer con nadie más. Recuerdo que mencionábamos temas como la sociedad actual, la religión, la política, etc.; también, gracias a su fascinación por los libros, nos sentábamos a criticar libros. También con ella veía películas, salía a pasear los días que no tenía trabajo, y demás. Con ella pasé momentos muy bellos.

Un día, quise que observara las maravillas de no ser pobre. Sabía que le encantaría este tour, puesto que valoraba hasta la más mínima cosa que le daban.

Fuimos al cine, a centros comerciales, a cenar. Entre esas cosas fuimos a comprar un pino de Navidad. Me había contado lo mucho que quería tener una buena Navidad, y lo mucho que anhelaba tener un pino. Llegamos a la tienda, y le di la libertad de elegir un pino, mientras yo estaba en la sección de electrónica. A la lejanía escuché la voz de Ellie:

-¡Quiero este, quiero este!

Llegué al lugar. Vaya que esta mujer tenía buenos gustos, que se comparaban a mis estándares. El pino era grande, frondoso, y muy bonito; también tenía una base giratoria automática. Después nos dirigimos a la sección de adornos navideños y elegimos luces y adornos para colgar en el pino. Llevaron todo a la caja y lo pagué.

Inmediatamente al llegar a mi departamento lo armamos. Lo teníamos que armar ese día, ya que el siguiente día era lunes y yo trabajaba, y quedaba poco tiempo para Navidad.


Y llegó el día esperado. Extrañamente, ese día era más frío que los anteriores, y un poco raro; más melancólico y gris. Nosotros 2 éramos los únicos en la casa, así que no tardamos mucho en tener la cena lista. Recuerdo que era un pavo asado, que por cierto estaba suculento, pues ella era una excelente cocinera, y yo, pues un poco. Lo servimos y nos sentamos a la mesa. Empezamos a charlar, le pregunté:

-¿Te ha gustado tu estancia aquí?

-¡Por supuesto! Tú me das todo lo que necesito y lo que anhelo. Desde que llegué aquí he sido más feliz que nunca. Nunca había tenido todos los lujos que ahora tengo. ¡Gracias por compadecerte de mí!

-No hay de qué. Yo siempre he tenido esta actitud. Me gusta ayudar a los demás. No me gusta ver la miseria de la gente y no contrarrestarla. Yo observé que tu desgracia era grande, y no podía dejarlo así. Y ahora, estás aquí.

Después de eso, procedí a darle el regalo que le tenía guardado. Era un hámster, pues me había contado que quería una mascota. Su animal favorito era el hámster, así que decidí comprarle uno el día anterior.

-Tengo algo para ti. Cierra los ojos y extiende las manos.

En seguida lo saqué de la jaula y se lo entregué.

-Ahora abre los ojos.

Abrió los ojos. Y guardó silencio. No tenía nada qué decir. En seguida vi como un lágrima salió lentamente de su ojo.

-Nunca había tenido una mascota que me diera cariño, una mascota que fuera mi amigo, con la que pudiera jugar. Este era uno de mis mayores anhelos, pues ni siquiera amigos tenía.

En seguida comenzó a llorar, yo dejé que se desahogara, en verdad lo necesitaba. Pero esta era una época que se suponía debería ser feliz, no triste.

-Ellie, tú no mereces quebrarte el alma por esas situaciones. Disfruta tu nueva realidad, la cual yo te garanticé. Mira, mejor vamos de regreso a la mesa, a terminar de comer, ¿sí? Y por favor prométeme que ya no te veré así.

En seguida paró de llorar, y me miró con una expresión de alegría. Pero era una expresión que no había observado en nadie más. Era una mirada de suma felicidad combinada con la tristeza del pasado.

Entonces nos paramos y caminamos hacia la mesa para acabar la cena, y me dijo:

-Oye, tengo una sorpresa para ti –me dijo-. Te la daré en la mañana. Inmediatamente al despertar, la encontrarás. Créeme, te gustará y te servirá para la posteridad.

Realmente, aunque yo era alguien muy intuitivo, no pude imaginarme a lo que se refería. Pero, lo dejé de lado y seguí disfrutando de mi comida.

Llegó el tiempo de dormir. Al acostarme, pensé en todo lo que había aprendido de esta niña. Ella me estaba enseñando a amar todo lo que tenía. También me enseñó lo que era ser pobre, y estar en total miseria. Después salí de mi laguna mental, y cerré los ojos, y recordé la sorpresa de Ellie. En seguida me dormí

En la noche tuve un sueño muy extraño. Soñé a Ellie, con un halo sobre su cabeza y con unas grandes alas blancas, como si fuera un angel; estaba diciéndome un mensaje, un tanto extraño, pero lo cito textualmente:

-Tú nunca has valorado lo que tienes, ni tu vida. En lo que “viviste”, te diste cuenta de la forma que Ellie era: ella valoraba ABSOLUTAMENTE todo, y Ellie observó que incluso gastabas mucho en ella. Tu calidad de altruista se valora, pero malgastas todo –hasta tu propia vida-. ¿Qué me dices acerca del accidente que tuviste hace 5 años? Aparentemente no aprendiste nada de esa tragedia. Yo sé que tú amabas a Ellie. Por primera vez valoraste algo de lo que tuviste, pero por no hacerlo por muchos años de tu vida, lo perdiste.

En ese momento el ángel dio media vuelta y se estaba desvaneciendo. Yo traté de detenerlo.

-¡Eh, espera! ¿Por qué enfatizas la palabra “viviste”? ¿A qué te refieres con qué la perderé? ¡No me puedes hacer esto, por favor!

En seguida se desvaneció por completo. No lo pude alcanzar nunca más.


A la mañana siguiente yo desperté con lágrimas en los ojos, aparentemente sin razón, y tuve un impulso por ir al cuarto de huéspedes. No había nadie. Salí del cuarto y no vi el pino que había comprado, ni los adornos, ni su hámster que tanto amaba, ni nada. Estaba consternado por lo que pasaba. Cuando iba de camino a la puerta principal para observar el exterior, me topé con mi reloj. En él la fecha era 1 de diciembre. Rápidamente, fui a verificarlo en mi celular, 1 de diciembre. En las noticias de la televisión, 1 de diciembre. Con todo esto, ahora entendía el énfasis del ángel sobre la palabra “viviste”. TODO FUE UN SUEÑO.

De nuevo tuve el impulso de ir al cuarto de huéspedes. No estaba la ropa de Ellie, ni los zapatos de Ellie, y la cama estaba tendida, como se encontraba antes de que llegara Ellie. En la cama vi un tipo de recado. Este decía:

-Esto es para ti. Un despilfarrador como todos los que existen en el mundo. Que sepas que siempre te recordaré como la persona bondadosa que siempre me acogió de las calles cuando me encontraba en suma desgracia, y que invirtió todo en mí. Gracias. Atte: Ellie, el ángel.

Me quedé boquiabierto. No podía decir nada más. Estaba sumamente triste por lo que pasó, pero en el fondo sabía que me ayudaría, pues yo no valoraba ni la propia vida, como lo dijo Ellie en mi sueño: “te servirá para la posteridad”.

Más tarde, busqué en el registro de población de Londres para tratar de encontrarla. En efecto, no aparecía en el registro civil. Pregunté también por las calles para saber si habían visto a una jovencita vendiendo fósforos, y todos se negaron.


Después de eso, aprendí de una dura manera a valorar mis pertenencias. Mi vida ha cambiado. Soy más feliz ahora que antes, y todo gracias a Ellie, el ángel de la navidad, alguien a quien nunca olvidaré. Cada que miro al cielo la recuerdo, y no puedo olvidar todo lo que me dio.

Texto agregado el 07-12-2013, y leído por 42 visitantes. (0 votos)


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