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El calor de la tarde me sofoco a tal punto que decidí asomarme por la ventana, la calma del patio me mantuvo fresco y tranquilo hasta que aquel ruido dio inicio nuevamente en el piso superior, la construcción llevaba ya bastante tiempo, más del que podía yo recordar, pero no lograba aun acostumbrarme al constante ajetreo de las maquinas perforando el concreto, de 2 a 6 siempre, era entonces cuando me disponía a escapar del caos y esa tarde no sería distinta, tome mis llaves y me moje el pelo para mirar por última vez el exterior antes de salir, dirigí mi atención a la ventana que daba a la otra pared 2 pisos abajo, en donde el sol de la mañana caía, allí, aprovechando los últimos rallos del astro, permanecía inmóvil el inquilino del 101, sus ojos carmesí permitían diferenciar la dilatada pupila que sin lugar a duda me seguía con atención, me gustaba mirarle en las tardes antes de salir, cuando su piel escamosa se tornaba de un verde más claro y vivo, un personaje en verdad fascinante, pero de seguro odiado, como todo lo que es distinto, le salude con la mano y me dirigí a la puerta para escapar de aquel infierno, baje las escaleras y finalmente di con la calle, camine unas cuantas cuadras y fue entonces que el día se tornó extraño, un hombre esbelto y de traje elegante se erguía muy altanero en la esquina habitual en donde el viejo Jack solía atender su clientela, - muchacho – exclamo, -ven, soy socio de Jack, el viejo está enfermo así que le remplazare algunos días, - ¿y usted me conoce? le pregunte mientras el escudriñaba el maletín que traía consigo, - mira, ¿te gustan las azules verdad? – pregunto mientras sacaba el calmante que Jack me dio a conocer mucho tiempo atrás, las tome y di el respectivo precio al hombre de extraño semblante, para regresar a mi encierro en donde el ruido aun me torturaba los oídos, me senté en el sofá y tome la capsula para notar como el ruido progresivamente moría y la paz reinaba de nuevo en mi vida, me gustaba la soledad desde que tengo memoria, pero creo que no siempre fue así, quizás solía disfrutar de la compañía y el calor humano, pero con el tiempo opte por ir a vivir solo en aquel lugar, los detalles no podía recordarlos con claridad, pero tenía claro que estaba en paz sobre aquel sofá, era claro que no deseaba nada más.
Al despertar la luna ya iluminaba la cornisa y el ruido naturalmente había cesado como era costumbre, pero algo no encajaba, lo podía sentir en mi pecho, el dolor de antaño, la razón por la cual mi conducta autodestructiva cobraba sentido, ese dolor en el alma, asfixiante, ¿pero por qué?, ya no me quedaba nada, no me interesaba nadie, ¿Qué originaba entonces aquel sentimiento? – ¡Ayuda!- exclamo una voz femenina proveniente de mi habitación, no le preste mucha atención, pues el efecto de la píldora me mantenía aún disperso, - ¡Ayúdenme por favor! – Exclamo nuevamente la aparente mujer – que irritante, ¿son acaso así siempre? - pronuncio entonces una nueva voz rasposa y tenue pero sobre todo familiar. - según tus memorias una mujer da placer… esto no es placentero, el ruido no es placentero –, gire la cabeza lentamente hacia el suelo desde donde parecía surgir la amena voz y vislumbre al inquilino del 101 sobre el cual descansaba mi cuerpo entumecido, la píldora ahora le había traído muy cerca mío, jamás le vi en otro lugar que no fuese la ventana de su vacío apartamento, sin lugar a duda la cantidad que aquel hombre extraño me había dado no era mi dosis habitual, - ¿ya despertaste perezoso?, cada día te noto peor, - ¿y ahora hablas? Le respondí a el enorme saurio aunque realmente no me asombraba, - sigues débil, que débil eres, siempre lo has sido – diciendo esto la creatura se arrastró por el suelo suavemente y me deslizo sobre sí misma hasta dejarme reposando en la fría baldosa, - siempre tan débil – dijo por última vez para trasladar su pesado cuerpo fuera de la sala en dirección a la otra habitación, ¡que viaje! Pensé al notar como todo aparentaba ser más real de lo habitual, como en viejas épocas en las que hasta mirar el cielo resultaba reconfortante – ¡Ayúdame! – exclamo la mujer nuevamente y haciendo uso de las pocas fuerzas que obtuve del descanso me acerque a rastras hacia la puerta cerrada de mi habitación, ¿quién eres? Le pregunte para segundos después caer en llanto, -ayúdame, tu sabes quién soy – ¡no lo se! Le grite, el coctel de sentimientos que me invadió no lo puedo explicar, no hay forma tal de expresar esa agonía, - ábreme por favor- ¡no te conozco¡ le grite nuevamente aunque en mi interior algo me contradecía, - mírame a los ojos y repítelo - pronuncio entre sollozos la mujer y yo, anonadado, tome la perilla y retire uno de los seguros que le mantenían cautiva, cuando de repente un fuerte estruendo se produjo en la habitación continua, en donde la enorme lagartija verde había arrastrado su pesado cuerpo, solté la perilla y me puse de pie con ayuda de la puerta, camine hacia la pared que comunicaba las habitaciones y asome mi cabeza sin tener claro que esperaba encontrar, observe entonces, en medio de la habitación un enorme agujero, sentí una tristeza muy fuerte al verle, oscuro, se ensanchaba poco a poco en el suelo, a su lado se hallaba el enorme reptil que forcejeaba con una creatura de apariencia arácnida, para mí, un aracnofóbico de lo más enfermo resultaba en verdad grotesca, el piso que les sostenía se empapaba de sangre, mientras el inquilino del 101 destrozaba las patas de la infame creatura, la cual también le mordía en vano repetidamente, sin poder atravesar su escamosa piel, -ayúdame- grito una vez más la mujer, quien empezaba a hartarme, ya voy! Le grite pero la verdad había perdido el interés por su identidad, así que me quede a ver el injusto combate a muerte. pasado unos minutos el morbo me hizo dar unos cuantos pasos más en dirección a las vestías, pero el realismo era tal que en verdad sentí pavor, así que opte por ayudar a la mujer a salir de una vez por todas, di media vuelta y vi en la puerta que comunicaba a la sala una araña similar a la que en esos momentos devoraba la lagartija, quien para entonces sentía era mi aliado, pero esta era de menor tamaño y mucho más desagradable, su rostro chato estaba cubierto por decenas de ojos en formación de espiral, y en el centro del mismo una boca muy humana sonreía, me eche hacia atrás y grite ¡Hey! Dirigiéndome al lagarto quien respondió agitado, - corre -. Gire mi cabeza en dirección a él, y esta vez dos arañas le enfrentaban mientras una tercera intentaba salir del agujero, aterrorizado, corrí en dirección opuesta hacia el pasillo en donde seguí y seguí corriendo sin cesar ni mirar atrás, por minutos, horas quizás, no lo recuerdo realmente. Caí al suelo de lleno luego de agotar hasta mi última reserva de energía y solo entonces dilucide que mi triste pero cómodo apartamento no tenía pasillo alguno, y la distancia absurda que transite había sido de kilómetros muy seguramente. Mire atrás y cerciore entonces que mis temores eran ciertos, o por lo menos tan ciertos como todo lo que acontecía en esos momentos, el pasillo se extendía de forma absurda hasta perderse en un oscuro vacío deprimente, me puse de pie con mucha dificultad, y camine en la misma dirección que emprendí horas atrás, o días quizás, no lo recuerdo realmente.
Vi como el pasillo se estrechaba y oscurecía, hasta tomar la apariencia de una cloaca, lo vi, mas no considere el hecho como absurdo o siquiera extraño, seguí caminando hasta que mi cuerpo parecía enorme y torpe en el angosto pasaje, forcejeaba en contra de una constante corriente de fluido pestilente, que por alguna razón me resultaba agradable. Una luz emergía en lo lejano, Hipnotizado arrastre mi pesado cuerpo con mayor vigor por el canal y al llegar la voz hiriente de una mujer desesperada grito - ¡Ayúdame! – , ¿quién eres? Respondió un segundo personaje -ayúdame, tu sabes quién soy –, la luz fue disminuyendo en intensidad y se materializo en forma de ventana, me asome por ella y di con una habitación pequeña que me permitió observar a aquella repulsiva creatura que suplicaba. El seguro de la puerta sonó en señal de haber sido retirado, y un ruido extraño y lejano exalto a aquella fémina monstruosa, apartándole de la puerta, sus ocho patas largas y finas se conectaban en un torso de exuberantes curvas y el rostro, cubierto de largos cabellos marrones, dejaba su identidad a merced de la imaginación, sin aparente importancia, me resulto aburrida la escena y seguí la ruta que me dictaba el angosto pasaje, pasado otro aparente largo rato, se dibujó en lo lejano una nueva luz, la atmosfera se hizo más amena y mi instinto me reafirmo un sentimiento de serenidad, la luz era una salida, la salida de aquel pasaje y daba a una habitación blanca y bacía, con solo un reloj que marcaba las dos con quince y una ventana que daba al patio, me asome por esta última y dirigí mi atención a la pared contraria, unos pisos arriba, donde un joven de aspecto frágil me miraba atento, hizo una seña amistosa con la mano y se alejó de su ventana, dándome un rango de visión más amplia del interior y dejando ver aquella monstruosidad que se agarraba del techo, rápidamente deslice mi pesado cuerpo por el marco del mirador, una vez en el patio di un enorme salto hasta la ventana del muchacho, entre por esta y escuche cerrar una puerta, me dirigí hasta la sala, y le vi entonces a plenitud, un amorfo ser que cavaba el piso de la habitación continua, repulsivo, parecía estar en proceso de metamorfosis, puesto que cierto aire de mujer aun recorría su cada vez más peludo cuerpo, una enorme odio invadió mi anatomía, la cual sentía cada vez más bizarra, corrí hacia la creatura y le mordí una pierna, la vestía chillo de dolor, y empezó a golpear mi rostro con sus delgados apéndices, que a mi parecer aumentaban de numero con el pasar de los instantes, gire rápidamente y desprendí la pata del abdomen, la creatura se alejó y yo muy confundido le seguí atentamente, deseaba darle muerte, pero algo muy adentro me decía que no era posible tal cosa, el arácnido ser entro a otra habitación, malherido y sangrando, así que decidí encerrarle con llave en vez de devorarle. Nuevamente el sonido de la puerta llego a mis oídos, subí al techo, preparándome para cualquier percance, pero solo era el muchacho de antes, quien sin notar mi presencia se acostó en el sofá y tomo una pequeña capsula azul, al poco tiempo sus ojos se serraron y yo, agotado, baje de mi escondite, tome en mis garras al humano, y le puse sobre mi lomo, no pude evitar entonces, una vez allí sentí la necesidad de protegerle, mas no pude evitar quedarme profundamente dormido.

Texto agregado el 07-07-2014, y leído por 57 visitantes. (0 votos)


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