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Inicio / Cuenteros Locales / Robinson1233 / Una broma al tío Ronald

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La cabaña del tío Ronald siempre ha sido nuestro lugar favorito para pasar las vacaciones. Camila y yo siempre viajamos juntas a esa cabañita cerca del lago. Lo mejor son las historias que nos contaba mi tío, sobretodo esas de terror a las doce y media de la noche cuando decidíamos dormir por fuera de la cabaña.
Recuerdo que Camila y yo no habíamos podido dormir con una de las últimas historias que contó mi tío con mucho misterio, el miedo se había apoderado de nosotras.
Mi tío había resultado ser un excelente bromista puesto que siempre que contaba sus historias preparaba algo con papá para espantarnos aún más. De momento era horrible. Camila y yo llorábamos de miedo y durábamos hasta tres días sin hablarle al tío, después recodábamos lo tonta que nos veíamos y nos reíamos a carcajadas con él, pero estábamos cansadas y queríamos venganza.
La última semana de estadía en la cabaña del tío Ronald, Camila y yo decidimos preparar una terrible broma, algo fuera de lo usual, controversial, único, queríamos hacer enfadar al tío y parecía ser que Camila tenía lista la mejor broma jamás hecha…
-¡Mojemos su cama!- me dijo Camila.
-Es la broma más tonta que he oído en mis doce años de vida.- Contesté seria.
Nos detuvimos a pensar. Pasaron largas horas tratando de crear algo que descabellara al tío Ronald y, de paso, también a papá. De repente Camila se iluminó. Desde mi punto de vista era un milagro. No siempre sucede que a Camila se le ocurran buenas ideas, pero estábamos desesperadas ¿qué podía perder?
-¡Lo tengo!- Exclamó Camila.
-¿Estás segura?- Le pregunté –Lo que menos necesitamos ahora es perder el tiempo.
-Tarada. Claro que estoy segura. Escucha, esto es lo que haremos…
Comenzó a contarme su plan con detenimiento. Tras cada palabra mis ojos se abrían más, parecían huevos fritos.
-¡Es brillante!- Exclamé –Cada día me sorprendes más, Camila.
-Gracias.- Me dijo. Creo que no entendió lo que quería decirle.
En ese momento entró papá y tuvimos que dejar nuestro alboroto a un lado.
Esa misma noche pusimos en práctica el fabuloso plan de Camila.
Comenzó todo aproximadamente a las doce y cuarenta de la noche, como siempre mi tío acababa con una de sus espeluznantes historias. Camila se levantó y se dirigió al baño. Yo me quedé ahí, platicando con mi tío. Después de unos minutos se escuchó un grito desgarrador, provenía del baño, era Camila. Mi tío y yo inmediatamente nos fuimos a donde ella estaba. Entramos al baño y, tal cual como habíamos quedado, Camila se había derrumbado en el suelo cubierta enteramente de salsa de tomate que simulaba ser la sangre y había escrito en el espejo con letra espantosa “Ronald, tú eres el siguiente.” El tío se estaba hiperventilando, hubo un momento en el que sólo balbuceaba y de repente se cayó al suelo. Me asusté. En ese momento me arrodillé a su lado y le rogué que se levantara. Camila se puso de pie. Estábamos a punto de llorar. Los tres estábamos en el baño y de repente la casa quedó completamente a oscuras. Camila y yo gritábamos como locas, decidimos salir del baño y en el momento que se encendieron las luces vimos algo aterrador: Un hombre con una máscara blanca, tenía una capucha negra cubriendo su cabello, unas botas de soldado militar y un cuchillo muy afilado que estaba cubierto de sangre. Nos veía a Camila y a mí detenidamente. Respiraba lentamente. Miré a Camila y nos fuimos corriendo hacia nuestra alcoba. Sentíamos sus pasos siguiéndonos. Nada estaba saliendo como ella y yo queríamos, necesitábamos a nuestro tío para que lidiara con ese sujeto, pero él no estaba. Sólo nos teníamos Camila y yo. Estábamos abrazándonos, veíamos la sombra de este asesino por debajo de la puerta, puesto que se había detenido frente a nuestro cuarto. Había quedado todo en silencio por un momento y entonces se oyó un golpe seco contra la puerta.
-¡¡Ahhhhhh!! – Gritamos Camila y yo.
Un momento después se oyó la puerta principal abrirse. El asesino se esfumó de ahí. Camila y yo no queríamos bajar. Seguimos en nuestro cuarto unos minutos más hasta que escuchamos un fuerte grito de papá. Estábamos muy asustadas, pero decidimos ir con él.
Papá estaba en el baño, al parecer acababa de llegar y se había encontrado con el tío Ronald tirado en el suelo. Camila y yo nos acercamos hasta él y vimos a papá que estaba llorando.
-Está muerto- apenas podía hablar- ¿saben qué le pasó?
-Sí.
-No.- Dijimos Camila y yo al unísono. Seguíamos asustadas.
-¡Debió ser el asesino!- gritó exasperada Camila.
-¿¡Asesino!? ¿¡Qué asesino!?- Se preocupó papá.
-¡Sí! ¡Debió ir al segundo piso!
-Quédense aquí.- Dijo papá.
Se dispuso a subir las escaleras. Camila me abrazaba muy fuerte, entonces se oyeron los gritos de papá arriba. Subimos precipitadamente las escaleras y encontramos el cuerpo de papá tirado en el suelo. Yo me quebré en llanto. Camila seguía gritando. Ya no sabíamos qué hacer, estábamos solas en la casa. Corrimos de nuevo a nuestra alcoba, nos abrazábamos muy fuerte. Si tan sólo tío Ronald no hubiera muerto por el susto de Camila las cosas serían diferentes.
Nuevamente se escuchaban los pasos. Camila y yo sabíamos que había llegado nuestra hora. La manija de la puerta empezaba a moverse, nos empezaba a ganar el miedo. La puerta se abrió de golpe y, entonces, para nuestra sorpresa… ¡Eran papá y el tío Ronald! Estaban riéndose, como si en serio fuera gracioso. Entraron, nos abrazaron, nos tranquilizaron y finalmente el tío Ronald nos dijo:
-Jamás podrán hacer que yo caiga en una de sus bromas.
-¿Pero cómo lo hicieron?- pregunté.
-Tú papá las escuchó hablar, nosotros actuamos primero.
Papá nos miraba con burla. Camila seguía llorando.
-Tío Ronald, estamos cansadas ¿podríamos irnos a dormir?- Estaba enfadada.
-Claro que sí.
Se marcharon de nuestro cuarto. Yo me quedé platicando con Camila.
-¿Ya te encuentras mejor?
-Sí, un poco…- Contestó Camila.
-Algún día nos vengaremos- la calmé.
-Será más pronto de lo que crees.
-¿Ah sí?- quedé intrigada.
En el otro cuarto, victoriosos mi papá y el tío Ronald se disponían a dormir. Se habían quitado la camisa y un segundo después de acostarse se escuchó al tío Ronald gritar.
-¿¡Por qué mi cama está mojada!?
Camila y yo pudimos dormir tranquilas y con una sonrisa en el rostro.

Texto agregado el 10-07-2014, y leído por 81 visitantes. (0 votos)


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