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¿Cómo es posible que la vida me castigue de tal manera? Si era ayer cuando ese apuesto caballero hacía vibrar mi cuerpo con cada beso que me daba. Yo creí cada una de sus mentiras, él jugó con mis sentimientos. Retumbaba mi cama cada noche que él estaba encima de mí, cuando rosaba su cuerpo y su calor me estremecía, ¿cómo es posible que la vida me trate así?
Habíamos acabado una faena, similar a la de cada noche. Yo había quedado satisfecha pero a él se le vio muy apurado por salir, él no era así ¡yo debí darme cuenta de inmediato!
Así pasaron varias noches, él ya no me demostraba ese amor como antes. Trataba de hacerme sentir mujer como si fuera una obligación, pero era evidente que quería reservar sus mejores besos para alguien… Y ese alguien no era yo, fue por eso que un día, decidida, quise ver hacia dónde se dirigía después de devorar mi piel. Tenía que enterarme sobre a quién más le estaba compartiendo los que eran mis besos. Tenía que ver si ella era mejor que yo.
No olvidaré jamás la fecha, cuatro de julio del 2012. Entre copas de champagne comencé a besarlo, mordía su cuello, desabotonaba su camisa y él ni se inmutaba. Él ya no me arrancaba la ropa, alguien más había cazado a ese león y yo seguía bebiendo. Sentía un apetito de él, quería que me hiciera suya como lo hizo la primera vez. Estaba haciendo el amor yo sola.
Recuerdo que le sonó el celular y yo comencé a olfatear una mujer. Se alejó para contestar ¡yo ya sabía que había alguien más!
Me dijo que tenía que salir deprisa, que su mamá lo necesitaba. Me besó secamente los labios, tomó su chaqueta y se marchó. Era el momento perfecto para descubrir quién era la mujer con la que me engañaba. Me tomé otra copa de champagne, tomé las llaves de mi coche y yo también salí.
Mantuve la distancia para que no reconociera mi auto. Estaba fumando un cigarrillo. Sentí unas punzadas en el pecho, me estaban diciendo que estaba cerca y así fue…
Él se detuvo en una solitaria calle, la calle 52, frente al motel en el que estuvimos él y yo por primera vez, se bajó del carro y se recostó junto a la puerta, era obvio que estaba esperando a alguien. Yo me parqueé más atrás, procurando que él no me viera. Sentía un profundo dolor, quería ver si la mujer con quien él me estaba engañando en realidad valía la pena, necesitaba saber si en serio era competencia.
El reloj marcó las nueve y treinta y cinco de la noche y entonces arribó un carro. Él se levantó y fue a abrir su puerta. Yo empecé a acercarme lentamente, ya sabía lo que iba a hacer. Estuve muy atenta para ver quién salía del auto y me congelé cuando vi quién se bajó. Recuerdo haber visto como se envolvían en un mar de besos y yo me repugnaba más, ¡no podía creerlo!
Grité en llanto y fue cuando me vieron. Él giró y trató de calmarme. Aún no olvido sus palabras cuando yo corría dándole la espalda: “¡Tranquila, amor! ¡Yo te puedo explicar! ¡Gabriel es sólo un amigo!”

Texto agregado el 12-07-2014, y leído por 59 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
21-07-2014 ¡Tamaño rival! Muy bien manejado el suspenso y la intriga. Clorinda
12-07-2014 muy bueno!! lourdesmasen
12-07-2014 !Lo repito,Damas,Los hombres estamos cada dia mas escasos.Un Abrazo. gafer
 
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