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Inicio / Cuenteros Locales / radesre / Capítulo VI, ¿Qué hacer con el chocolate?

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Cuando iba por el pasillo, animado por la caja con los sueños, una estudiante se me acercó y me regaló un chocolate, pequeño y redondo, le agradecí e hice el intento de comerlo pero me detuve a tiempo, así que durante toda la clase el dulce estuvo sobre la mesa a la vista de todos, esperando a que alguien lo agarra y me enfrentara a la situación, lo dejé sobre un libro, finalizando la sesión todos saboreando el sueño, Mariana una de las estudiantes, se sentó en la mesa, vió el chocolate y con ganas de retarme, me dijo:

- Me lo comeré.

Sonriéndole le dije:

- está bien, es tuyo, yo te lo regalo.

Ella pensó que me pondría a discutir por el chocolate, entonces avergonzada, dijo:

- ¡mentiras! ¡mentiras profe, yo por joder!. Insistí en que se lo regalaba, pero ya no parecía estar muy cómoda con la situación manifestó que estaba llena y que no tenía ganas.

A la fuerza quiso que se lo recibiera, pero me negué porque el chocolate ya era de ella, asi que lo dejo sobre la mesa y se quedó con aires de recelo pensando en que alguien más lo iría a coger, yo no me inmuté por seguir prestándole atención a la situación del chocolate; cuando sonó la campana me gritó: ¡profe, se le olvida el chocolate!, ele dije que era mía, que era de ella, realmente estaba muy avergonzada. Salí del salón, me persiguió por todo el colegio esperando a que lo recibiera de nuevo, lo metío en mi cartuchera, en mis bolsillos y cada vez que lo hacía le decía:

- Aquí se lo voy a dejar, usted verá qué va hacer con él.

Hasta intento hacérmelo comer a la fuerza, pero sus intentos eran fallidos. Luego de mucho insistir, le dije que tomara una decisión si comerlo o votarlo, pero que yo no se lo iba a recibir, porque se lo había regalado.

Muy preocupada por el chocolate decidió regalárselo al celador, tanto así que se lo dió hasta en la boca, y comprobé que aquella estudiante tenía su propia filosofía de vida al haber tenido la capacidad de decidir, al haber hecho sentir feliz a otro ser. Por último le dije: - eso es todo, gracias Mariana.

Luego de esta situación, bajé a sala de maestros donde tenía mi escritorio y de nuevo llene la caja con sueños, pero no la sellé, la dejé a la vista de todos con una nota que decía: “sueños gratis, ojala se le cumpla, anímate”, el ego de muchos colegas impidió que cogieran un sueño, no un ego contra mi sino un ego a favor de su propia “madurez”, leían la tarjeta desde lejos y pasaban de largo, por el contrario otros se acercaron y tomaron solo el confite pero no el sueño, y a los que si agarraron el sueño mientras calificaba unos cuadernos les decía: ¡ojalá se le cumpla!, sonreían y daban las gracias. Uno de ellos con expresión agradable murmuró agitando la cabeza: ¡éste muchacho!

Por un buen rato salí de la sala y me cercioré que quedaran buenos sueños para agarrar y que el mensaje estuviera a la vista, había dejado también unos cuántos chocolates dentro de la caja. Después de unas cuantas horas regresé, la caja no estaba abierta, una de mis compañeras la había tapado porque temía a que lso estudiantes se llevaran los sueños, muerto de risa le dije que eran gratis, que la caja debía estar abierta. Salí de nuevo y al volver la caja ya no estaba, otro compañero la había guardado, me la entregó manifestándome que pusiera atención, que no los dejara ahí o si no alguien se los llevaría. Y le respondí que era para regalar.

Al finalizar la jornada aun habían unos cuantos sueños, decidí dejar la caja ahí sobre la mesa abierta, y me fui para mi casa. De salida una de las estudiantes me dijo:

- Profe, mi sueño sí se cumplió y hasta recibí un regalo, me dieron una flor y algunos chocolates

Resulta que había sido la misma estudiante que había manifestado que ella quería un novio, pues esos chocolates eran de algún “tinieblo” que seguramente tenía en remojo. Le hice saber cuánto me alegraba y que ojalá disfrutara de los sueños que le habían regalado.

Y entonces mi deseo para aquel día si se había cumplido, porque la niña del chocolate, el regalo de la estudiante y una buena noticia comprobaron que si había hecho a alguien feliz, que había despertado la sensibilidad de mis estudiantes haciéndolos conscientes de su presencia y que yo también estaba feliz por ellos y por mí mismo.

Texto agregado el 24-07-2014, y leído por 145 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-07-2014 Mantener vivo el interés de los estudiantes,es labor de toda su vida como docente.Al parecer lo está logrando.Le deseo muchos éxitos.UN ABRAZO. gafer
 
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