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Ella.

Mario Andrés Campa Landeros

Hoy, por vez primera, sentí que la perdí. Simplemente se fue con esa frialdad con que el otoño le da rienda suelta al invierno. Partió. Cerré los ojos y cuando los abrí ya no estaba. La llamé con mi pensamiento, porque mis voz no emitió ni sonido ni palabra alguna. Traté de detenerla, pero muchas veces las cosas se dan sin saber el por qué. Y por más que uno luche nada pasa. No se despidió. Simplemente me abandonó.
Todos los días hablabamos, la sentía mía. Me hacía entender que era un pedazo de mí, en mi propio universo. Creía que sólo era mía. Pero nunca entendí que ella era tan sólo una parte pequeña de tantos momentos para todos. Hablabamos tantas veces de tan pocas cosas y pasamos pocas madrugadas sintiendo fueron muchas. Sólo los dos. Recuerdo. Me abrazaba. Escuchaba quedamente sus mandatos y me dejaba llevar como la hoja cuando cae al río.
Nunca supe ralmente como era, pero adivinaba su rostro, su cuerpo, su talle. Hizo de mis desvelos un placer. Amaba las cosas que ella quería porque así yo lo deseaba. Sueños que estaban ocultos en mi pensamiento los plasmaba. Esos que afloran, reventando el capullo de la primavera. Era sensual su forma de envolverme en el calor de sus mañana. La tuve conmigo a todas horas y ahora se fue sin decirme nada.
No recuerdo cuando llegó a mi. Fue de pronto. Un acto de magia. No hay fecha ni luna que lo consigne. Simplemente estaba a mi lado y sabíamos que estabamos hechos de una misma masa, el uno para el otro. Eramos afines. Nos entendíamos a la perfección, pero a veces discutíamos por insignificancias, pero siempre llegabamos al acuerdo de llevarnos bien.
A veces me celaba. Le daban lo mismo hombres que mujeres. A unos les entregaba vida y a mi me limitaba en todo. Con las mujeres compartía las sábanas, las cobijas y los sueños, tal vez las pesadillas. A mi en largas horas me olvidaba. Pero siempre la tenía en el pensamiento a toda hora.
En las mañanas la llamaba y ni caso hacía. Por las tardes como estaba tan ocupadas entre los sexos me hacía a un lado. Estaba ocupada... En las noches, cuando me encontraba solo, se acercaba a mi y empezaba con su juego de palabras y me envolvía en sus gustos y yo sólo la escuchaba... Y para que no se me olvidaran las cosas escribía lo que siempre me dictaba.
Me duele su partida. La llamo en mi soledad, pero no hay respuesta. El silencio se filtra como el viento entre las rendijas de las paredes de mi vida. Me lastima su ausencia. Llegué amarla como a mi compañera, como una parte de mi ser que la cobijo en las madrugadas. El sonido de sus pasos se pierde entre el rugido del silencio de las calles. Ella se fue ya sin decir palabra. Le hablaré, la buscaré, le gritaré y todos los días la estaré esperando en la soledad de mis madrugadas.
¡Inspiración!
¿En que guarida te me escondes?

Texto agregado el 30-05-2015, y leído por 46 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
30-05-2015 Ya me ha sucedido, también he sido su víctima. Buena descripción de ese sentimiento de abandono. 5* jdp
30-05-2015 Las musas son promiscuas y no lo pueden evitar :) . autumn_cedar
 
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