Por la noche, la vida del pantano Zígzigle se intensifica. El zumbido de los insectos y penetrante chirrido de los murciélagos pareciera una soprano por encima de la profundidad. El gorgoteo de los anfibios sobre las burbujeantes aguas de color café y escarlata se hace presente cada noche. Al igual que un estómago inquieto los atolladeros oscuros respiran y gimen mientras que los enjambres nocturnos afilados de plagas aladas buscan la luz y la humedad. El ruido es sordo, pero se siente que se llena todos los sentidos de sonidos exóticos junto a la percusión melódica del viento sobre las ramas; el suspiro es solo un sonido más al caer la lluvia. La variedad infinita de las ranas y los sapos llamándose a coro se incorpora a los demás sonidos haciendo de todo un gran coro entonado y suave, armonioso y distinto. Si alguno de ellos debe caer en silencio los demás lo cubren con especial brío. Las aguas en el estancamiento se absorben en la esponja de la flora llevando el sustento a una gran variedad de vida que merodea el lugar desde la prehistoria.

Junto a esa majestuosa muestra de vida y naturaleza es mi hogar, donde inhalo y exhalo suspirando y murmurando tu nombre. Es impenetrable e ineludible, un olvido negro para el hombre y el paraíso para todas las criaturas abominables y repugnantes; y entre ellas yo. Yo amándote donde pocos se atreven a pisar durante el día o la noche. Donde la vida se valora y se arriesga sin arriesgarla.

¿En qué resultara este amor en aislamiento? ¿En tragedia o en qué?

Solo tú sabes el final de mi historia del pantano.