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Te aclamo cada noche y espero tu respuesta, pero mis palabras se disipan como niebla en el horizonte. Su nombre se repite como sombras en la noche, mientras sigo las huellas del presente que se torna pasado.
Tu mirada me sorprendió ansioso tratando de averiguarte, y nervioso me mostré impasivo ante los hechos acaecidos.

Tu madre se debatía entre sueños de cristal, esperando la llegada del hijo pródigo, mientras mi alma acechaba a tus pupilas esperando el beso robado que nunca llegó.

Con la honradez que abandero, surque tus cortos senderos y acompañé a mis secretos hasta el calor de tu casa, casa de acero y fuego que elevó los muros que de repente nos separaban.

Y de repente, heme aquí sumido en la oscuridad de la noche y los silencios de la luna, bañado por los reflejos que te iluminaron hace rato mientras esperabas a mi paso, soñando con mundos ocultos que me fuiste desvelando, pintando palabras de hielo, que se fundían en tus encantos.

Conocedor de tu diferencia te supe distinto y amado, conocedor de mi rumbo te sentí a la deriva de mi buque desmantelado. Eres una posibilidad más de alcanzar los objetivos marcados, de demostrarme que entre mis cuentos hay consejos bien hallados, luces de una esperanza que crece, que dibuja senderos de gloria, de un mañana que nace, me empuja y me ahoga...

Hoy guardaste tus secretos en la chistera prestada, y las palomas que dibujabas mientras tu cuento acababa, volaron a la deriva sin pronunciar ni una palabra...

Hoy te noté sereno, conociendo tu nombre me acerqué a tu universo y cual ave al acecho, me derroté en mis intentos vanos de secuestrar tus respuestas.

Hoy respeté cada paso y cada latido que medía nuestras distancias, aprendí a observarte en silencio navegando en el iris de tu mirada, mientras tu sonrisa dibujaba un camino que nunca fue divisado.

Y carne de su carne te vi reflejado, y amé la belleza oculta en tus miradas cómplices, tu nerviosismo constante y tus pausas añoradas.

Sentí como siempre me sucede, una fuerte sacudida que me hizo estremecer, de miedo, de esperanza. Te sentí reconocido entre los sueños de un niño que danzaba temeroso ante el palco amenazante. Sonreí al probar tu naturaleza humana y fui feliz al descubrirte satisfecho cada vez que me retabas pensándome responsable del azar que me delata.

Te adoré a cada segundo como lo hice en mi cama, soñando bajo la luna con estas palabras que nunca acaban.

Y volví a escribirte hoy para contarte mañana que fui feliz cuando volviste sobre mi tu mirada, permitiéndome decirte lo que mi alma se calla.

Quizás puedas leer entre lineas mis palabras, quizás aun sin sentido pronuncies también mientras callas, los versos que no se escribieron de historias jamas narradas.

Te acompaño a cada paso disfrutando de la velada, sin analizar mis actos y sin esperar luz verde ante los sueños que las horas enmascaran. Gracias por aparecer y transformar el tiempo diferente, gracias por sonreir mientras las dudas se disipan y los miedos se relajan, gracias por presentarte firme ante un desconocido, por regalarme atisbos de una vida que a cada segundo me arrastra y me atrapa.

Ni un amigo, ni un compañero; desconocidos en un mismo universo. Olas que vienen de tierras lejanas a fundirse en la misma orilla, cabalgando sobre la espuma de las olas, con la fuerza del volcán que erigió hace años estas tierras encantadas.

Me descubro frente a ti sin mediar palabra, sin saber actuar como me dicta mi alma, y callo en mi interior y observo mientras hablas, y descubro a un caballero, señor de capa y espada.

Texto agregado el 20-06-2015, y leído por 59 visitantes. (0 votos)


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