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Dios está muerto. La noticia corre a través de los mares, atraviesa los desiertos, hace eco en las montañas y se propaga entre los pueblos. No hay ser vivo que pueda huir. Es una certeza, una revelación que no deja lugar a dudas. No hay palabras dichas, se detiene el tiempo. Entre su muerte y la noticia no cabe un suspiro , entre la noticia y el final ni siquiera un parpadeo.

El hecho es simple y contundente, él ha muerto y para fines prácticos una mierda ha sido su asesina.

La historia de como lo atraparon es absurda como su muerte. Baste decir que llevaba 10 años en un laboratorio donde se hacían experimentos con él. Al principio las protestas fueron muchas, se exigía su inmediata liberación. Hubo revueltas en todos los continentes, huelgas de hambre, disturbios, atentados, suicidios colectivos. Filósofos, políticos, escritores, todos a favor del ídolo caído.

Conforme fue pasando el tiempo las protestas perdieron adeptos, la vida ya de por si difícil empeoro, la hambruna que azotaba varias naciones alcanzó un estado critico así que el interés por aquel que los había abandonado mucho antes de su captura cesó.

Todas las investigaciones que se llevaron a cabo fueron en el mayor de los sigilos, los protocolos eran rígidos y los pocos científicos que trabajaron en el proyecto se separaron de sus familias. El trabajo requirió tiempo completo, compromiso total.

Con la excusa del desarrollo científico aquellos hombres y mujeres arrancaron trozos de Dios casi con saña, con el rencor acumulado de siglos, como vengando la orfandad en la que los había dejado. Fueron disecando sus misterios y todo fue sometido al escrutinio mas riguroso. El mas potente arsenal científico fue puesto al servicio de la causa. Al principio se trabajó día y noche y aun así no faltaba material, hubo una regeneración constante, casi mágica, casi divina. Ante aquella maravilla los científicos continuaron desaforados con sus experimentos por mucho mas tiempo, nuevas lineas de investigación surgían cada día, fue tanto su entusiasmo que años después nadie pudo precisar en que momento la generación espontánea cesó dejando en su lugar un Dios débil y maltrecho. En las ultimas semanas la situación ya era critica, faltaba mucho por comprender, experimentos por llevar acabo y de él casi no quedaba nada. Fue desapareciendo ante sus ojos hasta que su grandiosidad y omnipotencia termino por caber en un tubo de ensayo.

La ciencia presento teorías, incluso se abrieron foros y mesas de expertos que discutían día y noche la manera de frenar la desintegración. La terquedad por buscar una explicación científica fue mucha, la confusión y frustración por no saber que pasaba fue mas. Olvidaron que Dios existe porque se cree en el.

En ese mundo, en esos tiempos, perder la fe, dejar de creer, no era difícil. Las temperaturas eran extremas,no había vegetación, el aire se respiraba con dificultad, siempre acompañado de un hedor nauseabundo. La gente vivía en la miseria. Por aquel entonces la familia era un mito viejo y la esperanza algo impensable. Los pocos que se mantuvieron en la fe ya sea por estupidez, miedo o los menos por una creencia ferrea fueron sucumbiendo, la realidad era demasiado espantosa, demasiado cruda, demasiado triste; uno a uno rodaron cuesta abajo hasta el día en que sobre la faz de la tierra solo quedo un creyente. Por meses la chispa sagrada se mantuvo viva por la fe de un hombre.

Irónicamente su nombre es Emmanuel. Un viejo que gusta de santiguarse por las mañanas, tiene una fe tibia, vacilante, sostenida no tanto por convicción sino por costumbre y un poco de hipocresía. Un hombre insípido que en su vida no ha hecho gran cosa, hasta esa mañana de Julio justo cuando el reloj marcó las siete y cuarto.

Ese día Emmanuel se levantó tarde, soñó con los viejos tiempos, cuando todavía se respiraba aire limpio. Se vio así mismo en un bosque, luego en una pradera . Ahí estaban todos a los que había amado, un cielo azul en las alturas y en su corazón una sensación de plenitud. Despertó abrumado, sintiendo un nudo en la garganta y unos deseos intensos de llorar. Para su pesar ni siquiera ese lujo se puede permitir, en su lugar se viste de prisa, toma la sombrilla y sale de aquel basurero al que llama hogar. Va Emmanuel pensando en su sueño cuando comienza a llover.

El agua o mejor dicho la mezcla de contaminantes se precipitó de repente, el acelera el paso, una ráfaga de viento se lleva su sombrilla, la lluvia no es plácida como en su sueño, tiene una acidez que quema, ha olvidado su traje protector, indispensable en aquellos tiempos. Emmanuel ve su camión ya en la parada y comienza a correr ,esta apunto de alcanzarlo, fatigado grita a todo pulmón, el conductor lo ve y sonríe, acelera. Bien recordaba el chofer al viejito cabrón que cada vez que podía se colaba sin pagar.

El gran hijo de puta me vio, pensó, mientras tirita de frío . Con amargura se dirige al pequeño techado de la parada de autobús, la lluvia sigue azotando el pavimento. El cielo se cae a pedazos. Pasa una eternidad sintiendo el ácido quemarle la piel hasta que finalmente la lluvia cesa. El cielo continua gris y Emmanuel vuelve a recordar su sueño, a su lado pasa una joven con un niño en brazos, en esos tiempos los pocos que nacen no lloran, no sonríen, son bultos inservibles que mueren poco después de nacer. La gente dice que nacieron sin alma.

El ruido de un autobús lo hace desviar la mirada, es el suyo. Sale corriendo de su cobijo, aminora el paso al sentirse cerca, justo antes de subir, cuando su pie pisa el suelo, siente una masa blanda embarrarse en el zapato. Porquería de perro, o de humano, váyase a saber. La mierda se abraza a la suela, mientras reclama ese espacio como suyo le satura las fosas nasales. Despacio sube al autobús , a cada paso siente el asco recorrerle el cuerpo, la indiferencia con que anestesia sus días ya no es suficiente, quiere llorar, quiere maldecir, no es solo la cagada en el zapato, es la reverenda y gran cagada en la que se ha convertido el mundo. El reloj marca las 7:14, el camión pasa de largo a la joven con el crío en brazos, Emmanuel ve de nuevo esos ojos vacíos, piensa que no hay diferencia entre esa mirada y la que ve todos los días en el espejo. El tampoco tiene alma, es un bulto que come duerme y mal coge cuando se puede, el también esta muerto. Son las 7:15 cuando algo dentro de Enmanuel se rompe para siempre, comienza a raspar el zapato y dentro de sus recuerdos busca algo que valga la pena, el peso de la soledad le aplasta los huesos, el frío se cuela a lo mas profundo de su corazón. La fe lo abandona y la chispa se extingue. El fin de los tiempos encuentra a Emmanuel tratando de quitar la caca apestosa con un palito. No hay ángeles en el cielo, no hay trompetas ni señales, no hay resucitados ni elegidos. Dios esta muerto y el mundo se llenó de obscuridad.

Texto agregado el 20-07-2015, y leído por 89 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
02-03-2020 "hemos matado a Dios", eso decía Nietszche cafeina
21-07-2015 Realmente genial! Muy entretenido. Lamentablemente no está muy lejos de la realidad. Clorinda
20-07-2015 Muy interesante. Me gustó mucho el final donde todo se resume a quitar la caca con un palito. Tan sencillo como eso. Jatull
20-07-2015 una narración bien dark seroma
20-07-2015 Un escrito que condensa todo el asco y la angustia existencial.Me supo a desesperanza.Un Abrazo. Gafer
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