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I

¿Por qué gritaba? Desesperada, con mucho dolor, en medio de la noche oscura, se retorcía, exploraba todos los recovecos de su alma para ver si podría sostenerse y darme el cachetazo que quise darme yo antes…

Apareció en mi oficina ofreciendo un seguro automotriz. Cabello largo, negro, muchos lunares cubrían su rostro moreno. Vestía completamente de negro. Tenía olor a clase media baja, de aquella descrita como aspiracional. Al principio, me molesté, porque me recordó lo que no quería ver más.

Había un aire en su mirada de locura que no supe ver en ese momento. Siempre he sido un tipo serio, correcto. Le dije que se sentara, aunque tenía mil cosas que hacer. Desde que había asumido la gerencia de operaciones de una multinacional, no tenía respiro.

II

Ufff, hace tanto calor en este auto... ¿Por qué no me invitas a un lugar más cómodo? ¿Has pensado en comprarme un departamento?

-Estás loca, nunca pensé tener algo serio contigo, esto es solo sexo, y diría que no del tan bueno.

-Pero cómo, no puedes hacer esto- Ahí aparecieron sus ojos desorbitados enfermos. Calló, solo me miró.

III

No podía creer que a la segunda visita me diría que no había podido dormir pensando en mí. Claramente era una mujerzuela, no podía compararla con Amparito. Bien criada, de buena familia, la mujer con la que uno se casa.

En mi vida me había topado con muchas mujeres fáciles. Pero no con una tan fácil e insistente. Lo que me llamaba la atención era que Marjorie vestía de forma tan recatada, no era congruente su imagen con lo que era en realidad.

IV

-Amparito, llegué amor-

De pronto un silencio ensordecedor en la casa, y ahí estaban, esos ojos de locura en el living, hablando con mi mujer.

No podía creer lo que veía. Trague saliva, me acerqué, mi mujer estaba deshecha. No me miraba a los ojos. Solo lloraba.

Marjorie se puso de pie, me miró como loca triunfante, salió de mi casa y dio un portazo. Fue en ese momento en el que supe que había destruido mi vida y la de mi familia.

V

-Esta es la última vez que te advierto Juan José, sino me pescas voy a ponerme mala, muy mala-. Me decía esto mirándome a los ojos fijamente, mientras yo sentía un escalofrío recorrer mi cuerpo.

Seguro que esta mujer pasa por un mal momento, pensé. Mi mente no podía concentrarse en algo. Me había estado esperando a la salida de mi trabajo por más de dos horas. Era totalmente una locura.

VI

Después de llorar por horas y darme aquel cachetazo, Amparo me dijo que me fuera. Ahora el que gritaba de dolor era yo. Mis cuatro hijos estaban deshechos. No había nada que hacer. Siempre supe que ella no podría perdonar algo así, y por más de 20 años siempre fui fiel.

Pasó el tiempo y Amparo ya encontró un nuevo amor. A mí me destroza, porque ella está radiante, bella, es la mujer que yo había elegido para toda la vida y ahora le regala sus besos y sonrisas a otro. Siento que se me desgarra el pecho, que me cuesta respirar.

En cuanto a mí, sobrevivo día a día. Cuento las horas que faltan para ir a dormir. Estoy solo. Porque aprendí a desconfiar. Conocí el miedo a perder, prefiero la soledad y a mis hijos cuando puedo verlos.

Hay días, cuando llego a la oficina, me parece aún ver esa mirada extraviada detrás de los papeles del seguro... en mi mente retrocedo en el tiempo y le cierro la puerta diciéndole que estoy muy ocupado...

Texto agregado el 08-01-2016, y leído por 68 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-01-2016 Siglos sin leerte. Un cuento que atrae por el título, una historia sin detalles, va directo y atrapa al lector, un desenlace que parece esperarse, pero igualmente sorprende. Estrellas vienen volando. FaTaMoRgAnA
08-01-2016 Muy bueno, disfruté al leerte.Abrazo! JuliaFlorencia
 
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