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La casa estaba llena de vida esa mañana. Mis padres acababan de regresar de una segunda luna de miel que jamás llegaron a disfrutar. Al niño lo encontraron abandonado a un lado de la carretera, la historia de cómo a mi madre le llamo la atención un bulto a la sombra de un árbol en uno de los miradores. El reporte a las autoridades y el sorprendente apego que mis padres habían sentido y de cómo eso los llevo a ofrecerse a cuidar de la creatura; fueron repetidas una y otra vez a medida de que más amigos llegaban atraídos por la novedad.

La concurrencia se marchó al caer la tarde. La familia ceno con intimidad mientras mi madre alimentaba al bebe con un biberón, cuando se terminó la leche, durmió tranquilo en su regazo. María se ofreció para acostar al niño mientras mi mama se ocupaba de lavaba los platos. Lo levanto con sumo cuidado de los brazos de mi madre y se lo llevo por las escaleras, lo arrullaba suavemente durante todo el camino para evitar despertarlo. Nos mantuvimos ocupados con la sobremesa unos minutos más, mis padres aprovecharon para preguntar por los que sucedió en los días que ellos estuvieron ausentes. Como maría no volvía a bajar, supusimos que había decidido irse a dormir; después de un rato, todos decidimos seguir su ejemplo e irnos cada quien a su cama.

La oscuridad en el pasillo del segundo piso era palpable. Por lo que no vimos a maría hasta que prendimos la luz. Estaba desmayada en el suelo frente a la puerta de la habitación de nuestros padres. A pesar de estar inconsciente, su cuerpo entero temblaba y en la ropa se podían ver manchas de un sudor nervioso. Mi padre fue el primero en reaccionar y rápidamente se puso al lado de mi hermana tratando de que volviera en sí.

María despertó con un grito ahogado y sus ojos lívida de terror. Con la vista busco frenéticamente por todos lados como si no reconociera el pasillo de la casa donde creció. Su mirada perdida termino por posarse en mí y con una voz entrecortada, trémula de horror, balbuceó más que hablar.

-¿Cuánto… tiempo me fui?… ¿Qué… que… día es hoy?

María volvió a desmayarse. Como si el esfuerzo la hubiese vencido. A pesar del nuevo desmallo, el sueño de maría parecía esta vez más calmado. El cuerpo ya no le temblaba y el sudor frío de su frente se había secado. Mi papa la llevo a su cama. Durmió apacible el resto de la noche. Con mi mama haciendo de guardia por si la pesadilla (que era lo que mi padre pensaba que había ocurrido) volviera. En cualquier caso; no queríamos dejarla sola.

A la mañana siguiente maría había olvidado por completo el incidente de la noche anterior. Desayunamos en familia y para cuando terminamos ya nadie pensaba en lo ocurrido.

El grito sonó después de las 3 de la madrugada. Resonó en toda la casa, sacándome de un sueño intranquilo que no podía recordad; desperté asustado y confundido. Tarde unos segundo en reconocer mi habitación. De pronto reaccione; era maría la que gritaba.

Corrí lo más rápido hacia su habitación, mi padre ya estaba tratando de calmarla. Ya no gritaba; pero, en sus ojos todavía se veía el miedo y la confusión. En cuanto miro hacia mí un torrente de lágrimas cubrió su rostro, el cual, volvió a desaparecer entre los brazos de mis padres. Tomo poco más de una hora para que maría se calmara. Hablaba de sombras, sangre y gritos, de un ser que no pudo reconocer pero que la seguía aullando con locura mientras blandía un cuchillo en una de sus manos.

Mis padres no pareciendo darle importancia; otra pesadilla, nada más, lo seguían susurrando como una plegaria. Finalmente se volvió a dormir. No sé con lo que maría soñó aquella noche; solo sé que no fue la primera ni la última vez.

La noche siguiente maría volvió a despertar con un grito. El sueño había sido más nítido. Decía oír gritos de dolor y quejidos apagados dentro de una oscuridad insondable. Un sollozo casi inaudible seguido por un alarido de dolor y horror después un perturbador silencio roto por pequeños chasquidos de una mandíbula al tragar. Se mantuvo en silencio tanto como le fue posible, se escuchaba un murmullo, como el de una oración, palabras de un lenguaje extraño que no reconocía, pero de alguna forma entendía su significado. Sabía que no estaba sola; si embargo, no importaba. Nunca duraban demasiado. Siempre terminaba de la misma forma. Gritos y chasquidos. Aunque, no podía verlos, sentía como algo rosaba su piel, alguna criatura que se movían sin ser vistas u oídas. Aguantaba las ganas de gritar tanto como podía, temiendo ser el alimento de esas criaturas. Hasta que sin poder evitarlo un alarido se abría pasó a través de su garganta.

Esta vez no volvió a dormir por más que insistieron mis padres.

Durante todo el día maría se comportaba de una forma extraña, ausente. Comió en silencio con la mirada apagada que no podía ocultar el miedo a flor de piel. Bastaba el más ligero sonido para comenzar a temblar incontrolable.

Buscando entre su conocidos. Mis padres pidiendo a un psicólogo que examinada a maría. El psicólogo les recomendó unas pastillas para que pudiera pasar la noche tranquila y pidieron la cita para mañana a primera hora.

María tomo el medicamento con la desconfianza y el temor de alguien que no cree en la ayuda que está recibiendo. Los demás nos fuimos a dormir con la esperanza de que al despertar al día siguiente todo mejoraría.

No sé a qué hora comenzó el grito. Solo sé que sentí que lo escuchaba entre sueños y por un segundo pensé que no era real, hasta que se detuvo. El silencio fue lo que termino por despertarme. El tranquilizante no había servido de nada y maría volvió a tener una pesadilla. Escuche a mis padres caminando por el corredor. Pensé en volverme a dormir; pero el silencio no me parecía normal.

Un segundo grito, esta vez de mi madre acabo por sacarme de la cama. El cuarto de maría estaba al final; pero los gritos no venían de su cuarto, sino de la recamada de mis padres. El grito se había convertido en un coro de sollozos y llanto a todo pulmón. Encontramos a maría muerta en el piso de baño de la recamara de mis padres en un charco de su propia sangre. El trozo de vidrio con el que se había abierto la garganta estaba todavía en su mano. En donde deberían estar sus ojos, solo había unas cuencas vacías, su rostro estaba cubierto de arañazos y profundos cortes como si un animal salvaje le hubiera sacado los ojos.

Mi mama, ya sin saber más de sí misma, lloraba desconsoladamente en un rincón de su habitación. Mi papa la mantenía abrazada sin tener palabras de consuela solo la mantenía junto a él. Sin tener ya más fuerzas para soportar el horror y la pena comencé a llorar.

Aunque aquella noche fui incapaz de darme cuenta, eso ocurrió mucho después cuando tuve tiempo para reflexionar. El horror me invade cada vez que lo pienso. No importaba que tan fuerte fuera el alarido de dolor de mi madre, el niño jamás se despertó. Continúo durmiendo tranquilo hasta que alguien lo saco de su cuna, y, aun entonces se mantuvo calmado y jamás lloro.

No teníamos forma de saberlo entonces; pero, nuestra familia había muerto con mi hermana. Mi mama cayó en una depresión, que gracias a los medicamentos rayaba en la catatonia. Mi padre se encargó de todo. Los médicos dijeron que maría había tenido un ataque de Esquizofrenia paranoide a aguda que la había orillado al suicidio. De poco servía saber la razón de su muerte, el miedo de que se repitiera la tragedia en mi madre había influido para que le administraran los calmantes.

Enterramos a maría en la tarde de ese mismo día. Al funeral vino toda la familia, los amigos y compañeros de clase. Cuando regresamos a casa ya era de noche. Mi tía Emilia se había ofrecido para cuidar la mi madre y del niño

Fueron días aciagos donde contemple con impotencia como mi madre y mi padre moría un poco cada día.

Mis padres se desentendieron de ellos mismos y dejaron de hablarse. Mi padre se concentró en el trabajo y solía llegara altas horas de la noche. Mi madre, se encargó del cuidado del bebe con una entrega que rayaba en la obsesión. No dejaba que nadie se le acercará, ni que alguien más cuidada del niño. Dormía en la misma habitación y todas sus comidas las comía en ese lugar.

Si no fuera por mi tía Emi que nos ayudó con los quehaceres de la casa la situación hubiera sido mucho peor. La escuela me brindaba un refugio seguro de los problemas en casa. Pero al llegar a ella no tenía donde esconderme. Sin mi tía no hubiera tenido la fuerza para soportarlo.

Mi papa no estaba mucho mejor. Las únicas conversaciones que tenía con él se reducían a un par de palabras de despedida. El peso que cargaba empezaba a verse en las oyeras que marcaban sus cara con un triste desaliento. Parecía que estaba a punto romperse algo en su interior.

Ya ni siguiera el sueño me permitía olvidar el deterioro de mis padres. Como mi hermana empecé a tener pesadillas. A pesar del sobre saltado. Siempre despertaba sin recuerdos del sueño. El miedo, la desorientación y el sudor que cubría mi cuerpo eran pruebas más que convincente para suponer que tipo de sueño había tenido. La sensación de alivio que me provocaba estar en mi cuarto fue el mejor aliciente para no querer profundizar más.

Durante una de esas noches. Estaba sentado a la orilla de la cama. El silencio de la noche oprimía mis oídos como una fuerza palpable. El sudor se sentía frío en mi mano cuando la pase por mi frente. La cabeza me daba vueltas y el recuerdo de la pesadilla ya no estaba en ella. Cuando me sentí con fuerzas suficientes comencé a caminar hacia el baño.

El latir del corazón todavía retumbaba en mis oídos cuando abrí la llave del lavamanos. La imagen que el espejo me mostraba aumentaba mí espanto. Los ojos rojos y muy abiertos que me devolvían la mirada daban fe de mi estado agitado.

El agua fría en mi cara se llevó un poco de la pesadez que nublaba mi cabeza, mi corazón dejo de intentar salir de mi pecho. Mi intranquilidad fue remplazada por un profundo cansancio.
La luz de la calle hacia poco por disminuir la oscuridad del pasillo, más aun la acentuaba. En mi camino no había prendido ninguna luz por lo que solo el foco del baño mantenía la noche a raya.
Recorrí sin muchos problemas el pasillo hasta las escaleras, aun sin ver claramente, las siluetas de los objetos resaltaban en la negrura, como sombras sobre sombras.

Mis pasos resonaban en la escalera de concreto. En los últimos peldaños comencé a oír un murmullo. El sonido era apenas audible sobre mis propias pisadas que me tomo un momento convencerme siquiera de haberlo escucharlo lo que no impidió que un escalofrió recorriera mi espalda.

No sé cuánto tiempo permanecí escuchando aquel murmullo. No era que el sonido fuera amenazante; pero, algo en el hacía que en mi interior pidiera a gritos salir corriendo de ese lugar.
Logre sobreponerme cuando me percate que el susurro venia de la habitación de mí madre. Trate de convencerme a mí mismo de lo tonto que resultaba haberme asustado por tan poca cosa. El rumor dio paso a un pesado silencio que hiso más palpable la oscuridad del pasillo.

Una repentina cacofonía de estruendosos gritos y palabras sin sentido que una voz profunda hacia llegar a mi conciencia desde todos lados. Aunque, no pude entender lo que decía, un profundo reproche se trasmitía. Imágenes horribles desfilaban ante mí acompañadas de un dolor intenso casi insoportable que aumentaban mí delirio hasta hacerme perder el control de mí cuerpo hasta terminar en el suelo del pasillo.

La quietud volvió a pasillos como si nada hubiera pasado. La puerta continuaba cerrada y nada podía oírse sobre los latidos de mi corazón. El sudor recorría mi cuerpo mientras no podía dejar de temblar hasta que no supe más de mí. Me encontraron gritando en el suelo del pasillo.

A pesar de la preocupación que todos me mostraban mi madre no mostró ningún interés en mí. El cuidado del bebe la mantenía distraída y ajena a cualquier otra cosa. Se podían oír a todas horas las canciones de cuna que le cantaba para mantenerlo arrullado. Solo salía del cuarto para buscar los biberones en la cocina.

Los días siguieron, con noches inquietas, pero sin sueños que pudieran atormentarme. La rutina de los días ayudaron a que olvidada aquella noche. Los médicos acordaron que sufrí de una crisis nerviosa. Debido al estrés por pérdida de mi hermana. Mi tía se esforzó por atenderme; Pero, el único consuelo real lo tenía fuera de la casa. Pasaba tanto tiempo como podía fuera de la casa. La situación con él bebe me era cada vez más insoportable. Mi tía a pesar de que le molestaba, era condescendiente. No sé a ciencia cierta si mi padre llego siquiera a enterarse.

Una noche estuve dando vueltas por el vecindario. Seguía sin tener ganas de regresar hasta que vi que las luces de la casa estaban prendidas. El remordimiento por la preocupación que estaba provocando hizo que terminara por decidirme a entrar. Las luces de la sala estaban encendidas pero no había señales de nadie dentro. Di unos pasos hacia la cocina cuando el sonido de un par de voces se escuchaba del otro lado de la puerta. Mi tía discutía acaloradamente con mi padre. Ella le reclamaba que no hacía nada por resolver la situación. Hablaba de como todavía no había llegado y que era imperdonable que dejara a mi madre seguir en ese estado. Mi padre escuchaba sin poner atención. Sus ojos veían a la nada como si nada estuviera vivo dentro de ellos.

Empuje la puerta para tratar de calmar a mi tía cuando mi madre apareció detrás de mí. Entro en la cocina sin darse cuenta de que estaba a su lado. Camino sin prisa como si la cocina estuviera vacía y nadie estuviera gritando en su interior. Mi tía enmudeció ante el ruido de la puerta al abrirse, solo siguió con la mirada cuando mi madre abrió la puerta del gabinete y saco un biberón. El silencio fue más palpable cuando el único sonido era la puerta del refrigerador cerrándose con un golpe seco.

La cara de mi tía enrojeció cuando mi madre le dio la espalda para vaciar leche en el biberón. Salió de su estupor con el enojo y la impotencia que había acumulado desde hace días. Con paso decidido tomo el hombro de mi madre e intento dar le vuelta; pero ella no se movió. No vi en qué momento tomo el cuchillo; pero, solo tardo un pestañeo para que el cuchillo se estrellada sobre el hombro de mi tía, la sangre broto después del segundo golpe. Un tercer corte saco de su aturdimiento a mi tía y el horror deformo su rosto. Intento levantar los brazos cuando el cuchillo bajaba por cuarta vez. La sangre cubría la hoja y grandes mancha cubrían la cara inexpresiva de mi madre.

El cuerpo sin vida de mi tía caía en cámara lenta ante mí. El último corte le había desgarrado la garganta y se ahogaba con su propia sangre. El sonido de platos rompiéndose hizo que mi papa saliera de su confusión. Como pudo, se las había arreglado para sostener las manos de mi madre. Ella se retorcía dando alaridos. Mi papa intento usar el peso de su cuerpo mientras mantenía alejado el cuchillo lo más que podía. El grito de dolor que papa dio hizo que comenzara a templar. Un hilo de sangre corría por la barbilla de mi madre mientras veía como mi papa se llevaba las manos al cuello.

Los ojos desorbitados de mi papa no dejaron de ver a mi madre mientras la vida se le iba yendo.
La sangre de mi tía y de mi padre se mezclaba en una gran mancha que lentamente crecía en el piso de la cocina. No podía apartar mis ojos de sus cuerpos cuando un sudor frío escorio mis ojos. Un parpadeo involuntario hizo que apartada la vista y me diera cuenta que mi madre me observaba. Su boca tenía una sonrisa que mostraba los dientes ensangrentados. Gotas de sangre corrían por la comisura de su boca. La furia en sus ojos fijos en mi fue lo último que logro recordar.

Un paramédico me dijo que me encontraron, escondido dentro del baño de la planta baja. Sentado sobre el suelo mientras murmuraba incoherencias sobre unos ojos que me perseguían. De alguna forma había logrado llegar al baño y cerrado con llave la puerta. Tenía algunos cortes en los brazos y en la espalda. Parte de la camisa estaba desgarrada.

El fuego solo había afectado a la planta alta. Los bomberos encontraron el esqueleto calcinado de mi madre en el cuarto del bebe. Según el informe; el fuego se originó en ese lugar, sin embargo, no encontraron causa para el incendio. Se buscó el cuerpo del bebe entre las cenizas; pero, no lo encontraron, ni en el cuarto, ni en ningún otro lugar de la casa.

Texto agregado el 21-06-2017, y leído por 86 visitantes. (1 voto)


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