Yo no quiero más las respuestas satisfactorias,
una solución efectiva para mi pereza espiritual,
esa opinión común, en ese trampantojo eficaz,
en ese mito resolutivo para mi apaciguamiento,
en mi yo reconfortado en una cómoda resolución.

Yo solo quiero poder vivir en una aporía infinita,
en una eterna duda que siempre me tenga alerta,
desconfiado subterfugio que active mi alma inquieta,
vivir como el más desengañado idiota incrédulo,
averso a la razón de un consenso que yo no suscribí

Ya sabiendo que aun sin saber nada, sé aún más,
habré de saber que mi propia ignorancia admitida
es mi rebeldía contra ese frenético dogmatismo,
contra esa desidia del que huye de toda creencia
del escepticismo del aquel que prefiere ni pensarlo.

No quiero aceptar que lo aceptable es claudicar,
que la mirada pérdida siempre encuentra el punto
la falta de respuesta es la cuestión mal formulada
y qué ver más allá de las fronteras de la razón
es internarse en la más prohibida región del ser.

Saber es el mayor peligro de los pocos audaces,
de esa senda escondida del misterio de la vida,
cruzar la frontera tan solo con un billete de ida,
es asomarse, saltar y ya no volver la vista atrás,
más allá de lo racional buscar propias respuestas.


JIJCL, 18 de marzo de 2023