Mi memoria es amarga en este presente constante,
en la obligada reticencia desesperada de mi voz,
incapaz de traducir todos los obligados implícitos
que, desde la sombra, desearía proyectar mi ser.

Mi poesía nunca pretendió defender una tesis,
defender un argumento o refutar esas objeciones,
agazapado en mi propio silencio, yo evité el grito,
la festiva proclama para la incierta, efímera gloria.

Mi memoria adulterada forjada en invertida lógica
entre el mirar al otro lado; inhumano grito callado,
fiel a un principio que nunca quisiera ver su final,
la angustiada letanía de mi latente mantra infinito.

Mi poesía perseverante; clarividencia clandestina,
el salvoconducto para mí quijotesca lúcida locura
que siempre acaba en frustración ante la realidad
porque traspasar la puerta no siempre es escapar.

Mi palabra insurrecta nunca va a aprender la lección,
esa correcta política desde el nihilismo al cretinismo,
amarga es la consciencia que a mí lado camina,
esas voces hermanas que se bifurcan entre la fe y la razón;
esa mi consciencia.

JIJCL, 21 de abril de 2023