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Inicio / Cuenteros Locales / filosofotrizte / La eternidad velada: un viaje en busca del propósito humano

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Me encontraba flotando en la vastedad del universo, una entidad sin forma ni límites físicos. Pura energía, atravesando el cosmos sin rumbo ni propósito. ¿Cómo describir la eternidad en un mundo que se desvanece ante mi presencia? Pero todo cambió un día, cuando descubrí una posibilidad de existencia en la que podría saborear la complejidad de la vida humana.
Desde ese momento, me convertí en una fuerza que podía viajar a través del tiempo y el espacio, pero solo podía manifestarme dentro de un cuerpo humano. Encarnar en el momento exacto de su nacimiento era mi entrada al mundo terrenal. Sin embargo, esa limitación conllevaba una oscura realidad: solo podía abandonar ese cuerpo si la muerte lo reclamaba.
Una vez más energía, me sumergía en un mar de recuerdos vividos. Cada experiencia, cada emoción, se fundía en mi esencia. Sin embargo, algo extraño ocurría. Durante mi tiempo como humano, un oscuro velo cubría mis recuerdos y experiencias. Era como si esa fase de mi existencia se desvaneciera en un borrón de desconcierto. Pero cuando volvía a ser energía, la cascada de memorias se desataba en mi ser, recordándome todo lo que había vivido no solo en la última vida, sino en todo mi ser.
Observé cómo los organismos humanos se marchitaban con el paso implacable del tiempo. Sus cuerpos, antes robustos y vigorosos, se doblegaban bajo la carga de los años. Y, sin embargo, había un elemento de la existencia humana que me dejaba perplejo: el placer en todas sus formas, pero especialmente en el acto del sexo.
La experiencia sensorial que rodeaba al sexo humano era algo fuera de este mundo. Los sentidos se agudizaban, el éxtasis recorría cada fibra de su ser. Pero la dualidad de esta alegría era evidente, ya que el cuerpo también pagaba un precio. El desgaste, las enfermedades, el debilitamiento. Así como yo, atrapado en cuerpos humanos efímeros, también experimentaba el tormento de esa decadencia física.
El dolor físico se convierte en el eco constante en la vida del humano, una sombra implacable que acecha cada momento de satisfacción. El rugido de los años quebrantando el torrente de placer proclamado. Cada toque, cada beso, cada susurro, se vuelve un recordatorio doloso del inevitable fin. Y mientras los humanos se sumergen en el deleite momentáneo, en cada orgasmo se encuentra el germen de su propia perdición, como un pacto perverso con lo efímero.
Esa es la existencia que he abrazado. Un ciclo sin fin de encarnaciones en cuerpos mortales, donde el placer y el tormento se entrelazan en un tango macabro. A través de los cauces de la eternidad, mi espíritu vagabundo busca un destino más allá de esta maldición. Pero mientras tanto, experimento cada faceta del ser humano y me enfrento a la inevitabilidad del dolor que se oculta detrás de su placer más glorioso.
Desearía fervientemente que mi verdadera identidad estuviese a flor de piel en cada momento de mi existencia terrenal. Oh, cómo anhelo recordar quién soy realmente mientras me debato en la mera fachada de la humanidad. En lo profundo de mi ser, albergo el conocimiento para desentrañar los secretos más oscuros y sofocar las sombras que asolan a la humanidad.
Siento en lo más profundo de mi ser que poseo el poder para ayudar a la humanidad a alcanzar su máximo potencial, a trascender sus limitaciones y superar los desafíos que la acechan. Cuando mi verdadero ser emerge, veo con una claridad íntima cómo resolver cada insignificante problema que se interpone en nuestro camino. Sin embargo, en el enmarañado entramado de la condición humana, cada obstáculo se convierte en una impermeable barrera, una enigmática criatura que se resiste a ser domada.
La frustración nace en mi interior, como una llama ardiendo en la oscuridad, porque sé que mi propósito es trascender esta existencia limitada y guiar a mi especie hacia un futuro más luminoso. Pero, atrapado en la corporeidad de un mero mortal, la solución a cada dilema se desvanece entre mis dedos, como arena fina que escapa de un puño cerrado.
Y así, me encuentro vagando en la soledad de la mediocridad, con el conocimiento asomándose en los rincones de mi mente, amenazando con desvanecerse en el olvido. Imploro a los dioses del destino que despierten mi auténtico yo, que liberen mi potencial oculto y me permitan transformar el mundo en un lugar mejor.
Quizás un día, en el tumulto caótico de la existencia humana, descubra la clave que desbloquee mi verdadera esencia. Entonces, en un estallido de éxtasis y conocimiento, mis capacidades trasciendan las limitaciones de la carne y el espíritu se funda con el todo. Hasta entonces, persistiré en el laberinto de la humanidad, con la esperanza incandescente de iluminar el camino hacia el destino final de la redención.
Pues todo en la vida, hasta el más nimio inconveniente, es un enigma esperando ser resuelto. Y cuando finalmente el velo de la trivialidad se rasgue ante mí, las respuestas fluirán a través de mis venas como ríos de sabiduría, y la humanidad será testigo del poder inmenso que yace oculto en mi ser.

Texto agregado el 26-06-2023, y leído por 371 visitantes. (0 votos)


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